
José G Castrillo M (*)
Vivimos un mundo que transita por un conjunto de cambios profundos que nos llevarán a un nuevo orden geopolítico, económico, social y tecnológico, como jamás había experimentado la humanidad como comunidad imaginada, en los últimos 50 años. Pasamos de sociedades con procesos de cambios relativamente lentos o incrementales, a sociedades de transformaciones hiperaceleradas.
En cada uno de los ámbitos que componen la vida en común o colectiva como la gestión del poder (la política), el desempeño económico y productivo, las relaciones sociales y los avances de los desarrollos tecnológicos como las redes sociales y la inteligencia artificial, agregando a ellos la imperiosa necesidad de gestionar los problemas de alcance global como el cambio climático, las inmigraciones masivas, el crimen transnacional, es estratégico que el liderazgo político esté a la altura de los nuevos tiempos, de los nuevos problemas y demandas que exigen respuestas claras y sostenibles en el tiempo.
El liderazgo entendido como la facultad de orientar y movilizar a otros para lograr un fin determinado (Nye, 2011) frente a estos grandes cambios y retos, que afectarán nuestra forma de vida estable, segura y apacible, es un factor clave para que la humanidad tenga la resiliencia suficiente para adaptarse a dichos cambios, sin descender o generar catástrofes políticas.
En este mundo cambiante, marcado por miedos colectivos, incertezas sobre nuestro futuro al diluirse los mecanismos de seguridad y protección que todo sistema político debe garantizar a los ciudadanos, y las terribles simplificaciones de los líderes políticos emergentes populistas, polarizadores, el colapso de la comunidad imaginada llamada humanidad es posible a largo plazo, llevándonos a un mundo distópico o no deseable.
En tal sentido, es fundamental que podamos rescatar el ejercicio del liderazgo político, para guiar a nuestras sociedades por los mares turbulentos por los que hemos de transitar. Para ello hay que formar a los líderes políticos y darles las herramientas teóricas, metodológicas y prácticas que le permitan entender la complejidad de los cambios que vivimos. Si no logran entenderlo, no nos podrán guiar ni conducir a un puerto o destino seguro.
Ello pasa por formar cuadros políticos con conocimientos de historia, economía, planificación estratégica, sociología, psicología social y gestión de problemas complejos o no estructurados, que les permitan entender y asimilar la complicada vida colectiva, que demanda certezas y respuestas políticas adecuadas a los cambios tectónicos que experimentamos. Si no se forman los líderes políticos para ejercer un liderazgo responsable, mesurado y pensando en el bien común a corto, mediano y largo plazo, habremos arado en el mar.
La revolución de las comunicaciones, de la información y, particularmente, el reinado de las redes sociales como “el foro democrático y abierto para discutir la vida colectiva”, en términos normativos, ha degenerado en espacios para la intolerancia tribal, sea por razones políticas, económicas, religiosas y sociales. En ese contexto de tribalismo y polarización social en las redes sociales, políticos irresponsables han atizados dichas diferencias para presentar ofertas engañosas a la gente y ganar el poder.
En este contexto complejo, turbulento, conflictivo e irracional los atributos vitales de todo líder y del liderazgo, deben ser la valentía y el carácter (Kissinger, 2023).
La valentía para elegir una dirección u opción entre diversas opciones complejas y difíciles, lo que requiere voluntad para transcender la rutina, además de tener la claridad política para escoger la mejor opción para su organización, su pueblo, su país.
El carácter, que implica la firme disposición de mantener el curso de acción escogido, cuyos beneficios y peligros, en el momento de tomar la decisión, sólo pueden vislumbrase de forma incompleta.
Hoy, todos los países del mundo, independientemente del sistema político que predomine, se encuentran en una disyuntiva entre un pasado que conforma su memoria histórica y una visión de futuro que debe inspirar su evolución (Kissinger, Op. cit), dado los cambios que se experimentan en forma acelerada. El reto del liderazgo político, en tal sentido, es hacer los análisis de dichos cambios y sus impactos a corto, mediano y largo plazo, comenzando con una evaluación realista.
Frente a la emergencia de un mundo en transformación, complicado e irracional, se requiere de un liderazgo consciente de los retos que tiene que afrontar, sin perder las perspectivas y el sentido de las proporciones. Para ello, los líderes necesarios deben formular estrategias de acción que inspiren a la sociedad y ello pasa por la función pedagógica de todo liderazgo: saber comunicar los objetivos a alcanzar; mitigar o despegar las dudas y movilizar los apoyos necesarios para surfear las olas de los cambios acelerados que experimentamos.
(*) Politólogo/Magíster en Planificación del Desarrollo Global.
Referencia bibliográfica.
- Kissinger Henry (2023) El liderazgo: seis estudios sobre estrategia mundial, editorial Debate.
- Nye, Joseph (2011) Las cualidades del Líder., Editorial Paidos, España.
Categorías:Destacado, Opinión y análisis



















