
Tulio Ramírez
Si no hay sorpresas, el próximo 22 de octubre se celebrarán en todo el país las llamadas Primarias de la oposición para seleccionar el candidato que la representará en las elecciones presidenciales previstas constitucionalmente para 2024.
No ha sido un proceso fácil y dudamos que el camino que queda por recorrer estará completamente despejado. La Comisión Nacional de Primaria ha tenido que lidiar no solo con las amenazas y descalificaciones de sectores ligados al gobierno, quienes por diferentes medios bombardean esta iniciativa, sino también por parte de algunos sectores de la propia oposición que no ven en las primarias la fórmula más idónea para llegar a la escogencia del candidato unitario.
Pese a todos los pronósticos, el bamboleo entre estas dos aguas turbulentas no ha hecho zozobrar una embarcación que se ha mantenido a flote por el compromiso y obstinación de sus honorables tripulantes. Es indudable que han sabido eludir con mucha prudencia, sabiduría y sobre todo firmeza, vientos huracanados y torpedos dirigidos a su centro de flotación, disparados no solo desde los cuarteles oficialistas, sino desde sectores de las propias filas opositoras.
Con independencia de lo que finalmente suceda, estos venezolanos han cumplido su labor de manera diligente y valiente. Han dado un ejemplo de responsabilidad y civilidad que contrasta con la normalidad de conductas poco comprometidas que ha caracterizado a muchas figuras públicas tanto del gobierno como de la oposición.
Cuando nos referimos a la incertidumbre que rodea la finalización del proceso de primarias, lo hacemos en virtud de la experiencia. El gobierno puede hasta el último minuto valerse de cualquier jugada para evitar que el proceso eleccionario se concrete. Tiene un abanico de opciones, desde las que tienen ropaje legal como alguna decisión de última hora del TSJ, declarando bajo cualquier pretexto, la ilegalidad de las primarias; hasta la recurrida e ilegal acción de sabotaje por parte de sus cuerpos paramilitares.
Todo esto está en el ambiente y no se trata de una visión pesimista históricamente aprendida, sino del conocimiento por vía de la experiencia de los recursos utilizados en casos en donde se pueda poner en evidencia la vulnerabilidad del régimen ante la popularidad avasallante de algunas candidaturas que representan un peligro electoral.
Siempre será más conveniente para el oficialismo evitar que escale el peligro. Un triunfo en las primarias de una candidatura con un porcentaje de votos que se sale de lo normal, haría más cuesta arriba mantener inhabilitaciones de dudosa legalidad. Sin embargo, también es cierto que las circunstancias no son similares a las de otros momentos. La libertad e impunidad para sabotear no es exactamente la misma de hace unos años.
El escrutinio internacional, la necesidad de obtener acceso a recursos hoy vedados por las sanciones, la indiscutible merma del caudal electoral propio, el fallido intento por incentivar la abstención, el poco impacto de la multiplicidad de candidaturas fuera de las primarias y el rechazo a la imposición de condiciones por parte del CNE, que pudieran afectar la realización de las mismas, han disminuido el medalaganismo con el cual ha actuado el gobierno en los últimos años.
Comentario aparte el resultado de las conversaciones que se sostienen en México. Las conversaciones de ahora se diferencian a las del pasado. Hoy la oposición y los Estados Unidos están apertrechados con cosas que el gobierno quiere y no puede obtener unilateralmente. Esto hace que la capacidad de negociación de los factores opositores crezca. Ya no se trata de pedir la liberación de Alex Saab, a sabiendas que era una condición de imposible cumplimiento, pero muy buena excusa para levantarse de la mesa sin necesidad de soltar nada a su contraparte.
Sin embargo, aun con lo expuesto, el gobierno no cejará en su empeño por estimular la abstención por la vía del descontento con el liderazgo opositor usando acusaciones de corrupción, obstaculizando procesos como el de la inscripción en el REP, no otorgando credenciales a observadores nacionales e internacionales, cambiando a los votantes de sus centros de votación, entre otras tácticas que siempre les han rendido frutos.
Sería ingenuo pensar que aunque se logren en México ciertas condiciones para ejercer el voto en libertad, el gobierno va a desistir de defenderse con todo para mantenerse en el poder. Ante eso no queda otra cosa, emulando a la Comisión Nacional de Primaria, que insistir obstinadamente en la necesidad de acudir a las mesas a depositar el voto.
Llegó la hora de la sociedad civil. Aun con los partidos disminuidos, con la persistencia de las inhabilitaciones, contra todos los obstáculos y presiones, el ciudadano debe ejercer el poder que la Constitución garantiza, el poder del voto. Si la intención de votar se mantiene en aumento, tal como señalan las encuestas, y se cubren las mesas con testigos comprometidos, habrá poco radio de acción para doblegar a la mayoría.
Emulemos a nuestros compatriotas de la Comisión Nacional de Primaria. Seamos comprometidos y persistentes, el voto masivo es lo que hará la diferencia.
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