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Año 5 D.P. (Después de la Pandemia)

José Guédez Yépez

Presidente de la Asociación Causa Democrática Iberoamericana 

Muy poco queda ya de esa sensación renacentista que embargó al mundo entero, cuando privilegiábamos la vida sobre todas las cosas, y nos sentíamos héroes tan solo por quedarnos en la casa o usar una mascarilla. De pronto el mundo se paró y nos unimos en un mismo objetivo, creyendo que la historia se dividiría en antes y después. Pero nada cambió, y hoy hasta nos cuesta recordar aquel paréntesis.

Cinco años después (del comienzo de la pandemia de la COVID 19) el mundo se resume en tres palabras: guerra, inflación y populismo. Occidente, diluido no solo demográficamente sino también conceptual y culturalmente, ha decidido jugar defensa en el escenario geopolítico, al punto que hoy luce incapaz de expulsar a Putin de Ucrania (léase Europa). Pero es que hasta una milicia rebelde como los hutíes se dan el lujo de declararle la guerra a Occidente, atacando embarcaciones en el Mar Rojo y poniendo en jaque a la economía global. Mientras que Irán campa a sus anchas jugando en todos los tableros y China saliva por Taiwán. 

Quizás el antes y después no fue la pandemia sino algo que sucedió luego: el abandono de Occidente a Afganistán. Esta evacuación militar mal ejecutada, que dejó imágenes dantescas, sin duda fue lo que incentivó a Putin a invadir a Ucrania poco después. Fue la escenificación de la renuncia de Estados Unidos a ser “policía del mundo” y el comienzo formal de un supuesto multilateralismo, como sustituto del eurocentrismo que tanto acompleja. El problema es que los enemigos de Occidente, que los hay, leyeron esto como debilidad y desde entonces atacan desde todos los frentes. El resultado, además de más guerras, es la derogación del principio de universalidad de los derechos humanos y la convalidación de todas las tiranías. Y así nos va.

Por eso no es casualidad que haya pasado de moda la etiqueta de apoyo a Ucrania en redes, o que se sigan yendo deportista élites a Arabia Saudita, o que se comiencen a potabilizar regímenes como el de Venezuela y Nicaragua (ni hablar ya de Cuba), o que Erdogan sea visto como el salvador de Europa. Todo esto es apenas el comienzo de una nueva etapa marcada por el cinismo, en la que Occidente decidió negarse a sí mismo y renunciar a sus principios, mientras disimula su irrelevancia con ayudas económicas y poses diplomáticas, al tiempo que libra la lucha interna contra la inflación y el populismo. Solo queda ver cuánto más resiste la democracia liberal como paradigma en Europa y América. 

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