Destacado

La transición hacia la democracia: una batalla final en campo minado

X.com

Alex Fergusson

Tal y como están las cosas en Venezuela, seguimos viviendo un momento político incierto, inestable y peligroso. Por una parte, la dirigencia opositora cosechó las consecuencias del proceso de particularismo, que provocó en su seno una dispersión e incapacidad de sus líderes para trabajar por una causa común o un bien mayor aparentemente compartido.

Este fenómeno se nos reveló, entonces, como un quiste socio-psicológico que ha estado siempre y sigue allí, instalado en las entrañas de la clase política, pero también de la sociedad civil con su burocracia, su estamento militar y su sistema de justicia, de los gremios y las iglesias, entre otros, compartiendo ese mal, hasta que llegó María Corina Machado.

Pero, al mismo tiempo, la profundización de la crisis económica y social con la acumulación de problemas estructurales no resueltos que la caracterizan, junto a la difícil situación internacional en que se encuentra, ha ido minando la eficacia y la legitimidad del régimen, así como también el apoyo incondicional de sus copartidarios. Al PSUV las cuentas ya no le dan.

Eso quizás nos explique la incertidumbre que existe respecto a la realización del evento electoral y de sus resultados. En todo caso, pase lo que pase, todavía es posible pensar en que ocurrirá un cambio hacia la democracia y detener así, el proceso de disolución del país.

Por esa razón la iniciativa en curso para desarrollar una campaña de motivación, orientación y organización popular impulsado por MCM, parece una inteligente y oportuna táctica política; especialmente en vista de que quedan restos del liderazgo opositor complaciente, que enturbian la agenda y la ruta para restituir la democracia.

Por supuesto, todos estamos conscientes de la naturaleza autoritaria del régimen y su poco respeto al Estado de derecho, y también, de que las elecciones no son aún una vía despejada hacia el cambio político. Basta ver la ola represiva que ha desatado contra la oposición y las amenazas de acción contra la propia candidata y su equipo, con la excusa de unos supuestos planes terroristas, de magnicidio o de asesinato de sus principales líderes.

Los 1.400 inhabilitados, incluidos los más recientes, Pérez Vivas y Guanipa, así como el retiro express de la tarjeta del MAS, nos anuncian otra vez la inquebrantable decisión del gobierno de permanecer en el poder violentando todas las normas existentes de convivencia democrática.

Es claro que no faltan los detractores, pero hay que decir con firmeza que no se renuncia a los espacios políticos ni se entregan porque el gobierno sea autoritario. Al contrario, es cuando con mayor empeño y determinación debemos exigir el cumplimiento de los Derechos, especialmente los derechos políticos, que terminan siendo el eje transversal para garantizar los demás.

Estamos pues, ante la opción de continuar ganando cuerpo y terreno, activando y movilizando a toda la sociedad democrática venezolana y confiando en el liderazgo de MCM, lo cual requiere profundizar la tarea educativa, de tal manera que le permita al pueblo opositor, conectar con la sociedad, entender las circunstancia, creando conciencia respecto de su potencialidad, sin desestimar el talante del régimen, para acerar el espíritu de lucha y estar en condiciones de lanzar con determinación una acción contundente.

Debemos seguir actuando con valentía y firmeza, pues se trata de aprovechar los espacios políticos que quedan, luego de la ola de represión que el gobierno ha desatado, para organizar, unificar y movilizar al pueblo opositor.

Por otra parte, esta propuesta debe ser desarrollada, sin que otras opciones como la negociación, la presión internacional, la protesta gremial y popular y el cerco legal, dejen de trabajarse, aun cuando, como ha anunciado el CNE, no se permita la inscripción de la candidatura de MCM.

Llegada esa hora, la organización se habrá convertido en la opción para encauzar toda la fuerza de la sociedad venezolana y de los países aliados que desean fervientemente, provocar un cambio político que abra paso a una transición, tomando en cuenta que esta podría ser la última batalla por la democracia, aunque se desarrolle en medio de un campo minado.

Deja un comentario