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El sueño de los autócratas: ser el próximo Xi Jinping

Tomada de CNN en Español

Nicolás Maduro y otros voceros del gobierno han planteado el deseo de aplicar para Venezuela un modelo de gobierno similar al que ha llevado a China a ser la segunda economía del mundo, pero sólo han conseguido generar una autocracia cerrada a costa de una gran pobreza

Francisco Olivares

22.10.24

Todo autócrata sueña con ser un “líder fuerte”, encabezar un imperio militar-económico y cuando logran llegar al poder en sus países no falta la promesa de convertirlos en poderosas economías, exaltan el nacionalismo, profundizan en la idea de un enemigo externo que los amenaza y promueven la creencia de que su permanencia al frente del gobierno es vital para hacer realidad el “país potencia”.

En Latinoamérica no han faltado estos personajes y hoy tres de ellos forman parte de las autocracias más cerradas del continente, pero lo que los identifica no es el éxito de sus modelos de desarrollo sino, por el contrario, los últimos lugares en ranking económicos y primeros lugares en índices de pobreza y corrupción.

Además de Cuba con sesenta años sin libertades, el caso venezolano ha sido el más duradero en este nuevo siglo seguido por Nicaragua. Desde los tiempos de Hugo Chávez, quien promovió para Venezuela y Latinoamérica el socialismo del Siglo XXI, se solía escuchar del líder militar la reiterada oferta de que Venezuela sería un país potencia y referencia mundial, desde luego, con él a la cabeza de manera permanente.

Trece años después de imponer un modelo inspirado en sus aliados cubanos, establecer un fuerte control del Estado y aplicar expropiaciones de empresas privadas y control institucional, Chávez dejó en manos de su heredero el camino trazado por su “revolución”, con los resultados que todos conocemos.

Nicolás Maduro alargó ese camino de controles hasta 2020. Para esa fecha Venezuela había alcanzado una deuda externa de 160 mil millones de dólares, industrias quebradas o trabajando al 20% de su capacidad, PDVSA produciendo la cuarta parte de lo que generaba en 1999, sin las 22 refinerías con las que contaba antes de la revolución, pero con una nómina tres veces superior; situación que se repite en el resto de los entes públicos. Esa realidad obligó al heredero a buscar ciertas alianzas con empresarios moderados y a mirar otras opciones sin abandonar los objetivos de mantener el control del país.

La corrupción fue un elemento clave para la conformación de una élite económica  que hiciese posible el mantenimiento del régimen impuesto, pero a costa del atraso económico, institucional y una pobreza extrema que ha obligado a emigrar a casi la tercera parte de la población.

El sueño inalcanzable

Implantar el modelo chino en Venezuela ha sido una idea constante, un sueño inalcanzable de Maduro y su entorno más cercano como una fórmula para recomponer al país.

Apropósito del 75 aniversario de la Revolución china, el pasado 27 de septiembre, Nicolás Maduro Guerra, aspirante a heredero en una nueva dinastía, expresó que  “China es la certeza del futuro, la certeza del modelo del futuro, del mundo de oportunidades, es la realidad de un modelo económico humano para todos. Es la potencia del siglo XXI de la ciencia y la tecnología, del comercio justo”.

Destacó que el gigante asiático es actualmente la mejor muestra de que un nuevo mundo es posible, que coloca al ser humano como el centro de su modelo productivo. En su alocución no se limitó en manifestar su admiración por el líder de China, Xi Jinping, por ser ejemplo en la construcción del socialismo y por el apoyo a la nación bolivariana.

Un año antes, el padre de “Nicolasito” estuvo de visita en China con la idea de resolver asperezas del pasado reciente en la relación con el gobierno de Xi, en especial, por las deudas acumuladas y nuevas ayudas urgentes para mantener su gobierno. Como es sabido, China aplica un sistema pragmático en el que no da nada si no se beneficia.

Maduro aprovechó su viaje para transmitir su programa “Con Maduro”, desde la provincia de Shandong, que es hoy  unos de los centros industriales de China. En su disertación exaltó su admiración por el desarrollo económico, tecnológico y cultural de esa región, que desde luego contrasta con el deterioro que ofrece  Venezuela.

Libertad económica con autocracia

El nuevo líder de China, Xi Jinping, quien arribó al puesto político más importante: secretario general del Partido Comunista en 2012 y presidente de China, siguió alineado a las políticas del liberalismo en la economía. Sin embargo, guardaba muy escondida su ambición de consolidar el poder bajo su liderazgo, fortalecer el control del partido y convertirse en un autócrata eterno en el poder.

Como lo relata el periodista británico, Gideon Rachman, en su libro “La era de los líderes autoritarios” publicado en 2022, en el XVII Congreso del Partido Comunista de 2017, Xi introdujo una nueva ideología rectora en la constitución del partido: “Pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era”.

Rachman destaca como un elemento importante que apuntalaba su “megalomanía” el hecho de que su discurso en ese congreso duró tres horas y 23 minutos. Una muestra de su propósito de consolidar el culto a la personalidad.

Uno de los cambios más relevantes aplicados por Xi fue eliminar los límites a los mandatos presidenciales que habían sido instaurados en 1982 por Deng Xiaoping, como parte de su política de dejar atrás el modelo autoritario de Mao, que favorecía la concentración del poder en un solo hombre. Rachman señala: “ahora, Xi estaba haciendo retroceder las manecillas del reloj”. En marzo de 2018 se anunció que se abolían los límites a los mandatos de la Presidencia.

Aquella fue una medida similar a las que hoy se han impuesto en Venezuela y otros modelos autoritarios emergentes que han aprobado la reelección indefinida. La medida que aplicó Xi le permite la posibilidad de gobernar de por vida y a la fecha lleva 12 años en el poder.

Otro hecho relevante que lo caracteriza es la aplicación de la fuerza en este nuevo viraje con la represión y persecución contra sus adversarios o competidores.

Las medidas autocráticas tomadas por Xi Jinping comenzaban a preocupar a otros líderes del partido, a empresarios y figuras que apoyaban el camino liberal. En su libro, Rachman destaca cómo la “campaña anticorrupción” aplicada por Xi acabó con algunas de las figuras más poderosas del país, incluyendo a un número extraordinariamente elevado de miembros importantes del partido. Según cálculos, 14% de la cúpula del partido fue arrestada y encarcelada. Se señalaba entonces que las detenciones alcanzaron a casi un millón de personas. Otras informaciones estimaron cifras de más de dos millones de investigados y 1,5 millones de “castigados”. Eso incluyó a siete figuras del más alto nivel del buró político, gabinete y 25 generales.

Aún con tales medidas represivas y la aplicación de un modelo fuertemente autoritario concentrado en el nuevo “líder fuerte”, China logró un extraordinario avance económico y al día de hoy es una potencia económica y tecnológica que comienza a competir con Estados Unidos.

Rachman indica que Xi recibió en 2012 un país que era 50 veces más rico que el que había heredado Deng Xiaoping en 1978, quien recibió un país con un Producto Interno Bruto (PIB) de 150.000.000.000 dólares, y XI lo encontró con un PIB de  8.277.000.000.000 dólares al comenzar su mandato. Hoy China registra un PIB de 18.532.000.000.000 dólares estadounidenses.

El camino hacia el liberalismo

El ascenso de Xiaoping como máximo líder de China (1978-1989) generó el rumbo definitivo hacia el liberalismo económico dejando atrás la pobreza de millones de personas y los conflictos generados por la “Revolución Cultural” (1966-1976) y el llamado “Gran Salto Adelante (1958-1961).

Xiaoping fue uno de los líderes de China perseguidos por Mao Tse-Tung durante la  “Revolución Cultural”, acusado de derechista; sin embargo a partir de la muerte de Mao resurgió como líder político.

Bajo su mandato, Xiaoping lanzó el programa “Boluan Fanzheng” (eliminar el caos y volver a la normalidad) que corrigió el rumbo represivo y estatista de la “Revolución Cultural” y emprendió las reformas económicas de liberalización de la economía, que permitieron a este país orientarse hacia el crecimiento. Sus sucesores continuaron los programas de reforma. Un elemento clave en el desarrollo tecnológico fueron los programas de internacionalización de la educación superior en la llamada “política de puertas abiertas” que modernizó las universidades chinas, el acercamiento al modelo occidental y una visión competitiva en el desarrollo. Todo ello a pesar de los históricos conflictos ideológicos y nacionalistas que persisten en la dirigencia del partido y en la sociedad china.

Por la vía contraria

En Venezuela Maduro recibió el gobierno en 2013 con un PIB de 371 mil millones de dólares, un PIB per cápita de 12.682 dólares. En diez años de mandato redujo el PIB a 96,6 mil millones de dólares y un PIB  per cápita a 3.459 dólares, por debajo de países mucho más pequeños como Guatemala y República Dominicana.

El chavismo-madurismo ha tomado de Xi Jinping los propósitos de imponer la concentración del poder en un solo hombre y promover el culto a la personalidad. La reducción de la disidencia y posiciones contrarias ha sido una práctica común en ambos países y en el camino, incluso, figuras que fueron jefes en el chavismo  han terminado en el exilio o presos políticos. La formación con visión internacional, la investigación, la tecnología y las relaciones con el mundo global han quedado estancadas desde 1999 en Venezuela, mientras China las sigue auspiciando.

Con universidades en el suelo, sin proyectos educativos, docentes en desbandada, ausencia de centros de investigación, alta corrupción en las industrias básicas, deterioro de la infraestructura nacional, aumento de la penetración de la delincuencia organizada, en Venezuela resulta inviable un proyecto de desarrollo que se acerque a lo que hizo China en 46 años.

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