
Tomada de El País
El 10 de enero de 2025 marcó un punto crucial para Venezuela, cuando Nicolás Maduro asumió, de facto, su tercer mandato presidencial en medio de un amplio rechazo nacional e internacional. La elección del 28 de julio de 2024, ganada por Edmundo González según resultados documentados y las misiones de observación y expertos independientes, no pudo materializarse en una transición pacífica del poder. Este episodio profundiza la crisis política, económica y social del país, ubicándolo en un tablero geopolítico en el que convergen actores nacionales e internacionales con intereses diversos y, en muchos casos, contrapuestos
Benigno Alarcón Deza 20.01.25
El 9 de enero, Venezuela vivió un resurgimiento de las manifestaciones ciudadanas luego de meses de aparente y tensa calma. Convocadas por la líder opositora María Corina Machado, las protestas se desarrollaron en más de cien localidades del país, evidenciando que, pese al miedo a represalias, persiste un profundo descontento social. Aunque la participación fue moderada, estas movilizaciones iniciales podrían marcar un punto de inflexión en la dinámica política.
Un tema que llamó la atención durante el desarrollo de estas protestas es que el aparato represivo optó por no reprimir de manera generalizada a quienes protestaban, sino que esta vez centró su labor en líderes opositores, organizadores y movilizadores. La detención de Machado y unos ochenta activistas políticos y sociales son claros ejemplos de esta política. No obstante, estas acciones podrían tener un efecto contrario, incentivando mayores niveles de resistencia y ampliando la base social de quienes se manifiestan, como ha sido el caso de las declaraciones de los estudiantes universitarios durante los últimos días.
La detención temporal de Machado al salir de una concentración en Caracas generó rechazo inmediato, tanto a nivel nacional como internacional. Estados Unidos, y en particular el presidente electo, Donald Trump, condenaron enérgicamente el hecho. Este episodio no solo puso de manifiesto la fragilidad del régimen frente a las crecientes presiones internas y externas, sino que también reconfirmó a Machado como figura clave de la lucha opositora.
La Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), gracias a la politización del alto mando, sigue siendo percibida no solo como el principal pilar de sustentación del régimen de Maduro, sino como parte del régimen. Ello a pesar de que dentro de los cuarteles los resultados electorales, según las actas publicadas, fueron similares a los del resto del país, en el que Edmundo González gana con las tres cuartas parte de la votación.
El aislamiento internacional del régimen
La juramentación de Maduro al siguiente día contrastó con lo vivido el día anterior. El 10 de enero las calles estuvieron vacías, la poca presencia era la de los cuerpos policiales y militares, negocios cerrados, sin celebraciones ni manifestaciones de apoyo al presidente juramentado.
Países como Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay, así como los miembros del G7 desconocieron inmediatamente la legitimidad del gobierno recién inaugurado. Organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Parlamento Europeo también expresaron su rechazo, mientras que gobiernos antidemocráticos como Rusia, China, Cuba, Nicaragua e Irán reafirmaron, como era de esperarse, su respaldo estratégico al homólogo venezolano.
Esta dualidad resalta el carácter geopolítico de la crisis venezolana. Para Rusia, Irán y China, Venezuela representa un punto de resistencia frente a la influencia estadounidense en la región. Mientras que, por su parte, las democracias occidentales intentan articular una respuesta coordinada que combine presión diplomática, sanciones económicas y apoyo a los actores democráticos internos para intentar que se respeten los resultados de la elección presidencial del pasado 28 de julio y se produzca una transición democrática en el país.
Sin embargo, la efectividad de estas estrategias depende en gran medida de lo que suceda en Venezuela, de la capacidad de movilización interna que tenga el liderazgo opositor. Como lo demuestran experiencias previas, la presión internacional carece de impacto significativo si no encuentra eco en una oposición cohesionada y una ciudadanía activamente involucrada.
Divisiones en la oposición: ¿estrategia conjunta o fragmentación?
Un desafío crucial para la oposición venezolana es la falta de unidad en torno a una estrategia común. Algunos sectores, entre ellos los cooptados clientelarmente por el gobierno, abogan por participar en las elecciones regionales y parlamentarias propuestas por el régimen, argumentando que es una oportunidad para mantener presencia política y negociar espacios de poder. No obstante, la mayoría de los partidos agrupados en la Plataforma Unitaria Democrática, o sea, los que apoyaron la candidatura de Edmundo González Urrutia, están conscientes de lo difícil y contradictorio que sería pedir a los venezolanos que vuelvan a las urnas electorales si no se resuelve la actual disputa. Hoy, la gente no está dispuesta a votar si no elige.
María Corina Machado y su grupo han optado por una estrategia de confrontación directa, basada en la movilización interna y la presión internacional. Su enfoque busca generar rupturas en las estructuras de poder del régimen, debilitando sus bases de apoyo tanto internas como externas. Esta postura, aunque arriesgada, parece alinearse con el sentimiento predominante en la población, que muestra una notable resistencia a “pasar la página” sin antes resolver el actual conflicto electoral.
El rol de la comunidad internacional
El resurgimiento del interés internacional por la crisis venezolana está vinculado, en parte, a la gira realizada por Edmundo González, quien logró sensibilizar a líderes políticos y medios de comunicación sobre la urgencia de resolver la situación de Venezuela. Sin embargo, la capacidad de los organismos internacionales para influir en el desenlace de esta crisis sigue siendo limitada.
Estados Unidos, bajo la administración entrante de Donald Trump, podría jugar un papel decisivo. La revisión de las licencias petroleras otorgadas durante el mandato de Joe Biden, que han permitido al régimen mantener un flujo limitado de divisas, es uno de los temas más discutidos hoy en los medios y en los corredores del poder en Washington D.C.
Asimismo, en la propia capital norteamericana, la OEA se perfila como una plataforma clave para coordinar respuestas regionales. No obstante, las divisiones internas, la falta de consenso, y la inminente elección a la secretaria general del organismo en el próximo mes de marzo, dificultan la coordinación de iniciativas en lo inmediato.
Negociación: un arma de doble filo
Las negociaciones han sido históricamente utilizadas por el régimen para ganar tiempo y desmovilizar a la oposición. Procesos anteriores en México, República Dominicana, Oslo y Barbados terminaron en acuerdos incumplidos, reforzando la percepción de que el diálogo solo beneficia al gobierno.
Para que una negociación sea efectiva, debe estar orientada hacia un proceso de transición real, partiendo del reconocimiento de los resultados electorales de 2024. Esto requiere un enfoque coordinado entre actores nacionales e internacionales, con un claro compromiso de implementar medidas que faciliten una transferencia pacífica del poder y eviten que la negociación sea utilizada como una táctica dilatoria a favor del régimen madurista.
Conclusiones y perspectivas
El futuro de Venezuela depende de múltiples factores interrelacionados. En el ámbito interno, la clave reside en la capacidad de la oposición para articular una estrategia unificada, reconectarse con la ciudadanía y mantener una movilización sostenida. La resistencia pacífica, combinada con una presión estratégica sobre los actores clave del régimen, podría generar las fracturas necesarias para un cambio de poder. En el plano internacional, la coordinación entre democracias occidentales y organismos multilaterales con los actores de la oposición democrática en Venezuela es esencial para aumentar los costos de la represión y fortalecer las iniciativas democráticas.
En síntesis, Venezuela se encuentra en un momento decisivo. Aunque el camino hacia la democracia continúa lleno de obstáculos, la movilización ciudadana y la presión internacional ofrecen una esperanza tangible de cambio. La clave será mantener la resistencia, la unidad y la determinación, sin perder de vista el objetivo principal: la recuperación de la democracia, el bienestar del pueblo venezolano y la estabilidad de la región.
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