
Tomada del Diario de los Andes
Tulio Ramírez
23.07. 2024
Levantar la cuesta de la desesperanza aprendida, del miedo a perder las migajas, del temor a ser despedido por no mostrar signos inequívocos de lealtad, ha sido un proceso lento y no exento de dificultades para buena parte de la población venezolana. La comprensión de lo que ha significado para la gente romper el yugo del terror es lo que permitirá entender a los futuros analistas políticos, el viraje que han tenido estos venezolanos en su comportamiento electoral.
Para los sectores más vulnerables, los conformados por los trabajadores informales, desempleados, funcionarios de la administración pública de nómina media y baja, jubilados, sobrevivientes y personas de la tercera edad que dependen de pensiones y bonos devaluados, no ha sido fácil dar el paso hacia adelante.
Atreverse a romper las cadenas de la dependencia, no es una acción común o cotidiana en sociedades donde aproximadamente el 80% de su población se encuentra en estado de pobreza, con la mitad de ese porcentaje en el umbral de la pobreza extrema. La situación ha estado tan comprometida que a la inmensa mayoría que conforma este sector social, no le ha quedado otra opción que ser receptor de las dádivas del gobierno, aunque haya supuesto pagar el alto precio de la incondicionalidad exigida.
Situaciones como esta han sido típicas de países con modelos económicos estatizantes y doctrinas ideológicas que exaltan la pobreza como un valor y satanizan la riqueza como una perversidad histórica y moral. Hacer viables estos modelos antinaturales de sociedad, ameritó de un fuerte aparato propagandístico que justificara la pobreza y cuerpos represivos que aplacaran cualquier intento de subvertirlo.
La administración cotidiana de estos experimentos sociales requirió de mecanismos de control político basados en una suerte de intercambio humillante que permutaba con el gobierno altos niveles de sumisión, a cambio de la obtención de medios básicos de supervivencia.
Este diseño, y así la Historia lo ha demostrado, tarde o temprano se hunde en su ineficiencia. El techo de tolerancia de los antiguos aliados y militantes se va achicando en la medida en no ven satisfechas las expectativas de redención creadas y alimentadas desde el poder. Rompiéndose el pacto tácitamente acordado, en la medida en que una de las partes, en este caso, el gobierno, es incapaz de cumplir con el compromiso de garantizar la sobrevivencia precaria de su clientela política, teniendo que recurrir a la represión para evitar “las porosidades contrarrevolucionarias”.
Es lo que observamos está sucediendo en Venezuela. La base de apoyo del gobierno se ha ido diluyendo por su incapacidad de cumplir de manera eficaz con el proceso de distribución equitativa de la pobreza “vivible”. Al no poder abastecer, le es más difícil convencer. La propaganda sobre las supuestas bondades del modelo del Socialismo del Siglo XXI ya no surte los efectos opioides sobre las masas hambrientas de alimentos y de libertad.
Por otra parte, a esta pérdida del miedo a perder lo poco que deja colar el gobierno a los más pobres, se debe sumar el convencimiento de otros sectores de la población sobre lo ineficaz de la abstención como estrategia para derrotar al régimen. Este es otro aspecto inédito en estas elecciones presidenciales de 2024.
La candidatura de Edmundo González Urrutia ha generado una expectativa cierta de triunfo, corroborada por la mayoría de las encuestas y confirmada en la calle. Efectivamente, al comparar la magnitud de las concentraciones convocadas por la Plataforma Unitaria con las convocadas por el oficialismo, se entiende la brecha tan amplia entre un candidato y otro.
Este análisis no sería completo si no se valora el papel jugado por MCM. Desde su triunfo avasallante en las Primarias, ha sido elemento inspirador para el cambio de actitud electoral que veía en la abstención la fórmula para deslegitimar a un gobierno que poco le ha importado este término. MCM ha sido capaz de devolver el entusiasmo a un país desesperanzado y agotado. Su tenacidad y capacidad para salvar obstáculos la ha convertido en una líder carismática y creíble.
Paradójicamente, el oficialismo ha contribuido a agigantar esa imagen épica que acompaña a MCM. Toda la estrategia para entorpecer sus presentaciones en los diferentes lugares del país, la ha obligado apoyarse en la gente, saliendo victoriosa por superar todas las artimañas y obstáculos: cierre de carreteras, falsas alcabalas, prohibición de viajar en avión, cierre de hoteles y restaurantes donde se ha alojado y alimentado, detención de equipos de sonido y líderes regionales. Esta pésima estrategia la ha catapultado a niveles míticos incrementándose el apoyo a su figura y a la candidatura que aúpa.
Dando por descontado que se llegará al 28 de julio sin sorpresas indeseables que pusieran en riesgo la estabilidad del país, se verificará un acontecimiento que llenará páginas enteras de la Historia de Venezuela que ha de escribirse en las próximas décadas. Ese día les tocará el turno a los ciudadanos. Esos Héroes sin capa que tendrán a su cargo no solo emitir sus votos, sino vigilar a los mismos para evitar que se defraude a un país que ya no quiere seguir tocando fondo. El futuro de Venezuela dependerá de esos Héroes anónimos.
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