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A Dios rogando y la transición andando: ¿Qué ofrece la democracia cristiana para un cambio en Venezuela?

Buscar el bien común, defender la dignidad humana y poner a las personas por encima de las ideas son algunos atributos que los democratacristianos ofrecen para alimentar la ruta del cambio político

Vanessa Davies

El camino del medio: Esa es, posiblemente, la descripción más coloquial de la democracia cristiana en el terreno de la política. Especialmente en tiempos de extremos, cuando derechas e izquierdas continúan su histórica disputa, esta corriente intenta convertirse en el sitio de llegada para las sociedades que saben que la palabra autoritario es mucho más que 11 letras.

La dignidad de la persona, el bien común, la economía social de mercado y la justicia social son algunas de las luces que guían la acción de los democratacristianos, que les han permitido liderar procesos políticos peliagudos y protagonizar buena parte de la historia política de Europa.

Le correspondió a la democracia cristiana lograr que Chile dejara atrás los años de oscuridad de la dictadura, al ser parte fundamental del “no” en el plebiscito contra Augusto Pinochet. Dos gobiernos de este signo político, el de Patricio Aylwin y el de Eduardo Frei, sortearon los escollos del paso de la dictadura a la democracia.

En la Alemania separada en dos bloques por un muro y por la ideología fue la democracia cristiana uno de los factores que trabajó por la reunificación. Konrad Adenauer, primer canciller de Alemania Occidental, es considerado, además, uno de los padres de la Unión Europea.

En la Venezuela azotada por el vendaval de la emergencia humanitaria y la crisis política es, también, la democracia cristiana la que intenta poner una solución factible sobre la mesa. Edmundo González Urrutia, el candidato de la Plataforma Unitaria para las elecciones del 28 de julio, ingresó en la Cancillería venezolana en 1971, cuando su titular era Arístides Calvani. El internacionalista Jesús Mazzei trabajó con González Urrutia en el Ministerio de Relaciones Exteriores, y asegura que el abanderado opositor no militó formalmente en ningún partido político aun cuando pudo simpatizar con Copei.

Humanismo ante todo

“A la democracia cristiana le ha tocado jugar, en América y en Europa, roles de centro, de tender puentes, de diálogo y entendimiento; esto no quiere decir claudicar sus posiciones, sino cumplir el rol de acercar y comprender la difícil situación institucional” en determinados gobiernos y periodos, señala Robert García, secretario general nacional de Copei-ODCA.

En Venezuela, indica a Polítika UCAB, están dadas las condiciones para que la democracia cristiana cumpla un rol de armador. “Lo están intentando hacer muchos dirigentes de la democracia cristiana en Venezuela. Es tratar, junto a Edmundo González, de impulsar una política de centro que eleva su voz; que denuncia, pero comprende qué es un proceso de transición y de reinstitucionalización”, describe García.

En la vida política venezolana hay un dicho que se aplica a los seguidores del partido Acción Democrática: “Adeco es adeco hasta que se muere”. Vale, igualmente, para líderes históricos de la democracia cristiana que, pese a haber abandonado su militancia partidista, están usando su ascendente para tejer los hilos del reencuentro. “Muchos están ayudando detrás del telón para, una vez que se concrete la victoria de González Urrutia, hacer una transición en paz en Venezuela”.

Entre los atributos que esta corriente suma al proceso de dejar atrás un régimen autoritario destacan el bien común, la solidaridad, el servicio social, la dignidad de la persona. “Pasas a comprender al adversario, tienes una visión distinta. No es el pragmatismo político según el cual tienes unos enemigos. Esta es una formación diferente”, puntualiza.

El respeto a la dignidad humana “tengan la convicción que tengan” los individuos, el bien común y la reivindicación de la pluralidad del pensamiento son tres características que retratan a la democracia cristiana, expone el dirigente Miguel Parra, secretario general de Unión y Progreso. No hay cabida para los extremos: “siempre será centro-humanista. Para nosotros lo importante es el ser humano. Somos diferentes porque nos importa la gente”, ilustra Parra en conversación con Polítika UCAB.

Aunque el democratacristiano se prepara para trabajar en democracia, admite García, “lo cierto es que cuando comprendes la dignidad de la persona, tienes cierta formación, crees en la justicia social y en la familia, entonces pasas a tener una visión más panorámica que la que ofrece el pragmatismo político”. Se entiende lo que vive la gente y se reconoce al adversario en los retos de su entorno.

Las alianzas complejas son una muestra del trabajo de negociación: “Es unificar ideologías y doctrinas en una sola misión, que es lograr el cambio”. La idea de que todos vamos en el mismo barco funciona como un buen cemento. “Claro que tenemos visiones distintas a lo interno”, pero el objetivo “es uno solo”, que es “lograr el cambio nacional”, reitera el secretario general de Copei-ODCA.

Hombre de centro

Una transición como la que podría ocurrir en Venezuela “lo mejor es que sea dirigida por un hombre de centro” capaz de aglutinar la diversidad, opina Parra. “Los extremos, en cambio, se persiguen y se pretenden aniquilar hasta el infinito”, advierte.

El centro democratacristiano “garantiza un gobierno para todos y de todos”, augura. Bien común, que es uno de los compromisos, lleva a “trabajar por todo aquello que sea bienestar para todos y con todos”.

Como demócrata cristiano, insiste en que se debe respetar a la persona “piense como piense”. Es “la dignidad lo que defiendo, no la creencia”.

Edmundo González Urrutia es “de talante ponderado y tranquilo”, garantiza Jesús Mazzei, quien lo conoció como jefe y como articulador de varias agendas. Como, a su juicio, la expectativa de cambio ya hizo que la transición echara a andar, que el candidato sea un hombre negociador y no un individuo de carácter volcánico “va a ayudar mucho” a reducir las barreras que puedan quedar en el oficialismo.

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