Destacado

La democracia venezolana no es prioridad en un mundo sumergido en conflictos

Francisco Olivares 12.02.25

La visita de Richard Grenell a Miraflores ha causado sorpresas, incertidumbre y dudas respecto a dónde se dirigen las políticas del nuevo mandatario estadounidense, Donald Trump. Desde Miraflores aplauden y lo muestran como una victoria, y desde la oposición descifran códigos que no se exponen abiertamente pero que apuntan a que tampoco la han abandonado.

Lo cierto es que los encuentros con Nicolás Maduro no comenzaron con Trump y desde los años de Joe Biden se vienen produciendo reuniones entre representantes de ambos gobiernos a pesar de las expresiones adversas de lado y lado, y las acciones represivas aplicadas por el gobierno antes y después de las elecciones del 28-J han continuado.

Uno de estos encuentros se produjo en México en abril de 2024 a pesar de las detenciones de los dirigentes de Vente Venezuela y la inhabilitación de María Corina Machado. Allí estuvieron Jorge Rodríguez y el gobernador de Miranda, Héctor Rodríguez.

A esta reunión le siguieron otros encuentros a cargo de Rodríguez, incluyendo conversaciones virtuales. A partir de las elecciones del 28-J y la fuerte represión contra opositores se generó un distanciamiento en las conversaciones bilaterales que además tuvieron que ver con el inminente triunfo de Donald Trump en las elecciones de noviembre de 2024.

Los temas recurrentes fueron las licencias a empresas petroleras y de gas para operar desde Venezuela, como la 44ª que aún se mantiene y la que aún permite que Chevron y otras operadoras sigan trabajando en extracción y exportación de crudo. A cambio se exigía permitir elecciones libres y transparentes (lo que nunca ocurrió) y el intercambio de detenidos.

El caso más relevante se logró en octubre de 2022 con la liberación de los sobrinos de Cilia Flores, sentenciados a 18 años de cárcel por narcotráfico en canje por 7 estadounidenses y, en diciembre de 2023, la liberación de Alex Saab, socio colombiano de Maduro, a cambio de la liberación 10 estadounidenses y otros presos venezolanos.

Los autócratas se imponen

Si bien el respaldo internacional de los países occidentales para favorecer el regreso de la democracia a Venezuela es fundamental para generar condiciones para una transición, tanto las potencias occidentales y las autocracias aliadas de Maduro tienen sus prioridades, intereses y propósitos en los que países de menores recursos, aliados o no han dejado de jugar un papel relevante. Sus acciones tienen mayores efectos en lo que ocurre a lo interno de los países que las declaraciones u opiniones de los líderes y voceros.

La llegada de Trump a la Casa Blanca viene a conformar un nuevo cuadro en la política mundial y en la disputa por la hegemonía entre las grandes potencias.

Nuevos tipos de liderazgos se están posesionando en el mundo y llevan una gran dosis de personalismo, métodos autocráticos, deseos de trascendencia, imposición de sus ideas por encima del consenso, análisis de sus efectos y consecuencias de sus decisiones.

Suelen gobernar para sí mismos, limitan o reducen el poder de las instituciones y eso está ocurriendo, incluso, en sociedades donde los ciudadanos eligen a sus representantes y a quienes hacen las leyes.

Destacan Vladimir Putin, Xi Jinping, el ayatolá Alí Jameni, Benjamín Netanyahu, Recep Erdogan y otros que han surgido en Europa. En Latinoamérica destacan los jefes de las tres dictaduras reconocidas: Cuba, Nicaragua y Venezuela, y en ascenso varios mandatarios que llegaron al poder por elecciones como Nayib Bukele, Gustavo Petro y Javier Milei, con tendencia a la imposición de sus ideas pero quienes aún se mantienen dentro de los parámetros democráticos. 

Trump ya venía hablando en sus intervenciones sobre su propósito de hacer de nuevo de Estados Unidos una gran superpotencia. En su discurso de asunción lo reiteró y dijo: “volveremos a reconstruir la mayor fuerza militar que el mundo haya visto(…) La edad dorada comienza ahora”.

Putin ha reiterado su plan de llevar a Rusia a un imperio inspirado en los tiempos de los zares, su invasión a Ucrania era un paso fundamental; Jinping habla de recuperar a la China Histórica; y Jamenei ha expandido las acciones militares de Irán desde 5 países de la región, pretende borrar a Israel del mapa y extender el dominio del islam en el mundo occidental.

Estas figuras son las cabezas de las nuevas guerras que se gestan en el Medio Oriente y si bien aún no han salido de su ámbito territorial, todas ellas, como la invasión a Ucrania, la amenaza de la toma de Taiwán por parte de China, la guerra entre Irán e Israel y las acciones militares de los grupos islámicos que operan desde diversos territorios podrían extenderse por una situación inesperada y detonar una guerra mundial nunca antes vista, con países que ya tienen capacidad nuclear. El poder en el mundo de hoy no se encuentra en un solo lugar y se está perdiendo la capacidad institucional de generar una voluntad común que asigne prioridad a la capacidad de negociación.

Trump conmociona con sus anuncios

Las primeras medidas anunciadas por Trump han causado efectos inmediatos para EE.UU. y el mundo.

La expulsión de los inmigrantes ilegales tendrá consecuencias insospechadas. Se estima que hay unos 11 millones de ciudadanos indocumentados. La mayoría de ellos provienen de Latinoamérica. Sólo unos pocos podrían ser delincuentes. Hasta el momento van 5 mil deportados. En esa decisión se obvia su impacto laboral en los sectores agrícola y de servicios de ese país, fuerza fundamental para su economía.

Ayuda humanitaria en picada

Trump también anunció, el 4 de febrero, el retiro de EE.UU. del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Ello incluye la suspensión de fondos para las causas humanitarias. Si bien ha habido cuestionamiento hacia ese organismo acusado de no ser imparcial, este retiro, al que se agregó Israel, debilita aún más el rol que pueden jugar las democracias en esa instancia en estos tiempos de amenazas de guerra mundial y queda en manos de representantes cuestionados que favorecen a países no democráticos.

Esa medida coincidió con el cierre de las actividades de la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID), que gestiona la ayuda civil estadounidense a terceros países. Trump dijo el domingo: USAID “está dirigida por un puñado de lunáticos radicales y los estamos echando”.

Esa agencia distribuye miles de millones de dólares en ayuda humanitaria y promoción de los derechos democráticos. Entre ellas se destaca el apoyo a Ucrania que recibió la mayor cantidad de recursos de la agencia en ayuda humanitaria durante 2024.

La disminución de recursos ya está afectando la capacidad de trabajo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que depende de las contribuciones de Washington, donde tiene su sede. Se ha despedido a un tercio de su fuerza laboral.

En Venezuela han sido beneficiados partidos políticos opositores que trabajan por el regreso a la democracia, ONG de derechos humanos y medios que defienden la libertad de información. El cese o disminución de ayuda humanitaria impactará también en la atención de migrantes venezolanos en muchos países de Latinoamérica que recibían esos beneficios para atender a estos desplazados.

En el caso venezolano los primeros aplausos por esa medida surgieron desde el gobierno de Maduro y sus equipos propagandísticos acusando a la oposición de corrupta y de recibir dinero para acabar con su gobierno. Hay que recordar que las ONG en Venezuela y los partidos políticos tienen prohibido recibir financiamiento del exterior, y en lo interno tanto el sector privado como las ONG están bajo vigilancia, y sus representantes pueden ser detenidos y acusados de terrorismo por financiar o apoyar cualquier causa que se oponga al gobierno de Maduro.

Analistas consideran que estas medidas que congelan por tres meses la ayuda al exterior de distintas ONG benefician más a los regímenes autoritarios y tendrán efectos en la geopolítica.

Otra medida que conmocionó la economía mundial fue el anuncio de la aplicación de altos aranceles a productos de México, Canadá, China y la Unión Europea. El anuncio generó respuestas equivalentes contra EE.UU., aunque en pausa por un mes, pero ahora todos están en alerta.

Atrapados por el conflicto mundial

Si bien Trump no reconocerá al gobierno de Maduro y no se restablecerán relaciones normales, el conflicto internacional obliga a EE.UU. a mantener las licencias petroleras. Es de recordar que el mercado mundial de energía tiene su más importante centro de productores justamente en las zonas de conflicto armado en el Medio Oriente y los corredores marítimos por donde pasa no menos del 70% del petróleo que se consume en el mundo.

En los últimos 20 años EE.UU. descuidó sus grandes inversiones en Latinoamérica, y ahora sus más importantes enemigos como China, Rusia e Irán, han establecido fuertes lazos con varios países y han avanzado con grandes inversiones que ponen en riesgo su hegemonía en el continente, a pocos kilómetros de su territorio.

De manera que su visión hacia Latinoamérica se enmarca en un terreno en donde países como Venezuela, Colombia, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Brasil se han alineado con las autocracias de China, Rusia e Irán.

Más allá de la economía, las referidas autocracias han avanzado en el control político sobre estos países de la región y han introducido sus sistemas de espionaje e inteligencia tecnológica en función de intereses geopolíticos, adiestramiento e influencia en el control militar. China no solo ha logrado establecerse en Venezuela sino que ha logrado alianzas e influencias con las democracias que aún se mantienen en el continente.

Ese es el escenario que aguarda a Trump y a los gobiernos de Latinoamérica. Maduro y su grupo de poder han profundizado su alianza con las autocracias mundiales, tal como lo establecieron en el Plan Patria 2025-2031. Ese compromiso que lleva una fuerte alianza militar pone a la cúpula que gobierna en Venezuela en terreno enemigo del conflicto internacional. Esa realidad guiará el principal camino que siga Occidente frente a Venezuela. Maduro y las otras dos dictaduras del continente: Cuba y Nicaragua,  son consideradas por el secretario de Estado de EE.UU., Marcos Rubio,  “enemigos de la humanidad”. De manera que sin apoyo social, sin grandes inversiones, sin libertad económica y sin liderazgos, “la simpatía por el diablo” que hoy se aplaude desde el gobierno madurista, chocará con los intereses prioritarios de Washington, la Unión Europea y las principales democracias del mundo occidental. 

Deja un comentario