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El maestro Prieto en el Panteón (II)

Tomada de La Gran Aldea

Tomás Straka 20.03.25

Al maestro con cariño

Frente al polémico Prieto Figueroa político, al admirado Prieto Figueroa maestro.  De hecho, el venezolano promedio que lo recuerda hoy, lo hace como el Maestro Prieto, y no como el líder de AD o del MEP.  Por supuesto, al igual que con lo del “joven” y “viejo”, esa admiración es también, en gran medida, un asunto de la memoria.  Porque si por algo fue polémico Prieto Figueroa a lo largo de su vida fue precisamente por sus ideas educativas. Y, además, si por algo se hizo político, fue por su condición de maestro.  Para Prieto Figueroa no había separación entre su condición de educador, sus ideas educativas, tan influyentes como polémicas en su momento, y su actividad política.

Arranquemos con un caso: la Tabla de los Derechos del Niño, proclamada en 1936 por la recién fundada Federación Venezolana de Maestros (FVM).  Aunque para entonces ya existía una Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño, ni de lejos había consenso en que “todo niño tiene derecho a vivir su vida completamente de niño” (artículo IV), o que “todo niño tiene derecho a ser respetado en su personalidad física, espiritual y moral” (artículo X).  Una vida de niño, por ejemplo, para muchos era una vida de trabajo, haciendo labores específicas en los talleres, las fincas o el comercio.  Lo de respetar la personalidad se enfrentaba a los correazos en las casas y a las palmetas en las escuelas, a los padres que decidían los oficios y muchas veces los matrimonios ya en la preadolescencia, sobre todo de las niñas.  Las mayorías tenían infancias sin juguetes ni escuelas.  Si no hubiese otros motivos para recordar Prieto Figueroa, la Tabla de los Derechos del Niño bastaría para hacerlo. 

Todo el pensamiento y la acción política de Prieto Figueroa puede sintetizarse en una idea central: en la escuela y el maestro están las claves para la democracia.  Ni en sus años más radicales en la década de 1970 dejó de apostar a la democracia, ni en sus momentos más políticos dejó de anteponer, a cualquier otra condición que tuviera, la de educador. Lo que comenzó con una reivindicación gremial, la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria (SVMIP), fundada el 15 de enero de 1932 (por eso todos los años celebramos la fecha como el Día del Maestro), fue creciendo hasta convertirse en una visión amplia de transformación social, teniendo como ejes a la escuela y al niño. La SVMIP se renombró en Federación Venezolana de Maestros en 1936, momento en el que recibe dos impulsos fundamentales: la apertura política, que le permitió organizarse y discutir públicamente los grandes temas; y la convicción en toda la élite de que la educación debía transformarse si de veras el país quería avanzar. 

De ese modo, Prieto Figueroa pasa a ser uno de los ideólogos centrales del momento.  Es el principal promotor de mucho de lo que se hará después, perdurando hasta hoy.  A su pensamiento, como a su capacidad para ponerlo en práctica, debemos tesis como las del Estado Docente (el derecho y el deber a educar es del Estado, que, subsidiariamente, puede permitirle a privados hacerlo), de la Escuela Nueva y las tesis de John Dewey han de ser el modelo pedagógico para formar a los futuros venezolanos, libres y demócratas; que el niño debe ser respetado en su naturaleza específica, tanto en el modo en el que es educado en las aulas, como en el trato que recibe de sus padres; que el psicoanálisis es fundamental para comprender a los humanos; o que la mujer tiene tanto derecho a educarse como el hombre (la FVM era un gremio con una amplia dirigencia femenina, como es de esperarse de uno al que pertenecen las maestras).  Años después Prieto Figueroa sintetizará todas estas ideas en la doctrina del Humanismo Democrático.

Pero la actividad gremial fue sólo una de las líneas de acción del Maestro Prieto. Sus ideas se viabilizaron por otros tres caminos: el de la dirigencia política y la administración pública, el de la edición y venta de libros, y el de su amplia obra escrita.  Como dirigente, como ya se ha dicho, fue uno de los fundadores y principales líderes del Partido Democrático Nacional (PDN) y de (AD).  Si la educación fue un tema central para AD, se debió en gran medida al enorme ascendente que tuvo en la organización.  Además, el ejercicio del poder por el Partido del Pueblo le permitió poner en práctica sus ideas.  Hay que recordar que fue miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno entre 1945 y 1948, período en el que el famoso decreto 321 (siempre nombrado como tres-dos-uno), que le restaba autonomía a los colegios privados, fue uno de los grandes conflictos del período.  Esto le dio fama de anticlerical -el decreto apuntaba, sobre todo, hacia los colegios religiosos- y radical, dos cosas que efectivamente fue; por lo que, para muchos sectores de la clase media y sobre todo para la Iglesia, siempre fue polémico y más o menos un comunista embozado.  En 1948 fue ministro de Educación de Rómulo Gallegos.  El golpe militar de aquel le impidió ir demasiado lejos con sus ideas, pero cuando retorna la democracia regresa a los más alto de la dirección de AD y, como presidente del Congreso, según la Constitución del momento, ocupaba el segundo cargo más importante en el Estado, después del de presidente de la República. También retomó su faceta de editor y librero.  Importó y publicó textos de vanguardia en su famosa Librería del Magisterio, en el centro de Caracas; y después fue editor de pensadores socialdemócratas latinoamericanos en su Editorial Cordillera, en especial la Revista política, de alcance continental. 

Por si fuera poco, Prieto Figueroa escribió siempre, a lo largo de toda su vida. Ensayos, manuales escolares, artículos de prensa, monografías, discursos políticos, poesía. Fue el suyo un ejercicio escritural constante y sistemático de más de cinco décadas. Por ejemplo, su precursor Psicología y canalización del instinto de lucha (1936), no sólo es uno de los primeros trabajos de psicoanálisis escritos por un venezolano, sino es uno que buscó en esta disciplina las posibilidades para la lucha por la democracia (en lo político tendrá un efecto importante: AD será un partido que, en 1941, asume al psicoanálisis como una de sus bases conceptuales). Sus textos-manifiesto De una educación de castas a una educación de masas (1951) y El concepto de líder: el maestro como líder (1960), delinean su tesis de una escuela y de unos maestros firmemente asociados al compromiso político de crear y liderar una democracia.  Estado y educación en América Latina (1977) sintetiza la tesis del Estados docente. Y sus Principios generales de la educación (1985), reúne los apuntes de sus largos años formando maestros en Venezuela, Cuba, Costa Rica y Honduras.   Hemos citado sólo cinco libros esenciales, pero su bibliografía es mucho más larga.

La memoria parece, entonces, estar en lo justo cuando lo privilegia como maestro por encima de lo que hizo como político, indistintamente de que él no haya visto una separación entre las dos cosas.  Sí, fue uno de los constructores de la democracia, en la peripecia de 1945 y en la resurrección de 1958; sí, fue uno de los adecos más importantes de cuantos ha habido; sí, fue uno de los grandes ideólogos de la socialdemocracia latinoamericana y, como tal, un enemigo doctrinal del comunismo en los sesenta; sí, de viejo se radicalizó y propuso la tesis de un socialismo venezolano y democrático, que hoy el chavismo reivindica como una de sus fuentes nutricias; sí, fue ministro, parlamentario, líder sindical, candidato.  Pero por encima de todo esto, viéndolo hoy, fue uno de los grandes teóricos de la educación en América Latina. Un hombre que, más allá de cualquier polémica, de lo que haya sido o dejado de ser como viejo o como joven, dedicó toda su inteligencia y su capacidad de trabajo para hacernos más libres, más educados y más felices.  Cada quien escogerá al Prieto Figueroa que prefiera, pero en ninguno podrá obviar estos compromisos que, más allá de cualquier consideración, movió al hombre cuyos restos acaban de ser inhumados en el Panteón.  Merece, sin duda, los honores de estar allí con los otros héroes de la nación.

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