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Regreso a casa o «coming home”

Tomada del Ministerio del Poder Popular para el Transporte

Maykel Navas 22.04.25

El reciente programa gubernamental venezolano “Vuelta a la Patria”, diseñado para facilitar el regreso de aquellos connacionales que enfrentan dificultades en el extranjero, ha suscitado una compleja gama de reacciones. Junto a la bienvenida de muchos, se ha manifestado una preocupante corriente de rechazo y estigmatización hacia quienes han retornado al país tras un intento fallido de establecerse en otras naciones.

Este escenario evoca inevitablemente la sombría realidad que enfrentaron los soldados estadounidenses al regresar de la guerra de Vietnam, tal como se refleja en la película «Regreso a casa» (Coming Home), protagonizada por Jon Voigth y Jean Fonda; dirigida por Hal Ashby en 1978. La frialdad e incomprensión que recibieron aquellos combatientes encuentran un eco perturbador en el trato que algunos venezolanos dispensan a los compatriotas retornados.

Es perentorio analizar las raíces de esta corriente adversa, influenciada tanto por factores externos como por dinámicas internas de la sociedad venezolana. Comprender la génesis de esta hostilidad resulta fundamental para abordar adecuadamente los inconvenientes que plantea el retorno de miles de ciudadanos y para fomentar una cultura de solidaridad y reintegración.

Para comprender la percepción negativa que se cierne sobre los venezolanos retornados, es imprescindible considerar el contexto internacional que precedió y acompañó sus decisiones migratorias. La segunda administración del presidente Donald Trump se ha caracterizado por una política migratoria férrea y un discurso virulentamente hostil hacia los inmigrantes, particularmente los latinoamericanos. Esta campaña de desprestigio internacional, amplificada por diversos medios de comunicación, estigmatizó a los migrantes venezolanos, asociándolos con la delincuencia y la marginalidad, llegando incluso a vincularlos con grupos criminales como el “Tren de Aragua”, de forma generalizada.

Resulta innegable que esta retórica, concebida con fines electorales y demagógicos, caló profundamente en la opinión pública estadounidense. Sin embargo, lo más alarmante es la forma en que este discurso xenófobo y discriminatorio trascendió las fronteras y encontró eco en la propia sociedad venezolana. La constante repetición de estereotipos negativos por parte de una figura política de la relevancia de Trump contribuyó a generar una percepción adversa hacia los migrantes venezolanos, incluso entre sus propios compatriotas.

El verdadero nudo crítico de este problema reside en la actitud de una porción significativa de la sociedad venezolana que ha adoptado una postura de desdén y animadversión hacia aquellos que se vieron forzados a regresar. Esta hostilidad se manifiesta de diversas maneras, siendo especialmente virulenta la campaña de desprestigio orquestada a través de las redes sociales. Se difunden constantemente rumores y comentarios que asocian el retorno de venezolanos con un aumento de la criminalidad, incluyendo robos, asaltos, secuestros, asesinatos y extorsiones.

Esta narrativa insidiosa sugiere, implícitamente, que los delincuentes venezolanos habían emigrado y que su regreso implica una intensificación de la inseguridad en el país. Peor aún, subyace la idea de que todos los emigrantes venezolanos son potenciales criminales que habrían establecido sus operaciones delictivas en otras naciones y ahora las traen de vuelta a su lugar de origen. Esta absorción y reproducción del discurso xenófobo extranjero evidencia una preocupante fractura en la solidaridad nacional y una dolorosa revictimización de quienes ya sufrieron las dificultades de la emigración.

Es importante señalar la precariedad con la que se ha abordado el fenómeno migratorio venezolano en su conjunto, tanto por parte de los entes gubernamentales como de otros actores sociales. La ausencia de datos precisos sobre la cantidad de personas que han abandonado el país es un reflejo de esta negligencia. Si bien  Naciones Unidas estima la cifra en alrededor de siete millones, calificándolo como uno de los desplazamientos humanos más graves a nivel mundial, el Gobierno nacional ha admitido un número considerablemente menor. Esta disparidad en las cifras evidencia una falta de reconocimiento pleno de la magnitud de la crisis migratoria.

La ausencia de un censo nacional actualizado, cuya realización se postergó indefinidamente tras la pandemia de covid-19, impide obtener una perspectiva clara sobre la demografía actual del país y el impacto real de la emigración. Un censo nacional nos daría una clara perspectiva de la cantidad de venezolanos que han emigrado, desde el inicio de la crisis, hasta la actualidad (2017-2025). Esta carencia de información estadística sólida dificulta la formulación de políticas públicas efectivas para abordar tanto las necesidades de quienes permanecieron en el país como las de quienes han retornado o podrían hacerlo en el futuro.

De igual manera, se observa una falta de estudios profundos por parte de universidades, organismos de investigación social y empresas privadas que permitan comprender las causas, alcances y derivaciones del fenómeno migratorio. Más allá de declaraciones formales o estudios de opinión superficiales, se requiere un análisis riguroso que sirva de base para la implementación de estrategias de reintegración efectivas para los retornados.

Si bien el Estado venezolano, a través de sus medios de comunicación, promueve el programa “Vuelta a la Patria” y enfatiza en la bienvenida a los connacionales, esta narrativa oficial contrasta con la falta de implementación de programas serios y concretos para la reintegración laboral y social de quienes regresan. La propaganda estatal tiende a destacar el fracaso de la emigración, ocultando las profundas carencias económicas y sociales que impulsaron a muchos a buscar mejores oportunidades en el extranjero.

Es crucial reconocer que la cantidad de venezolanos que han retornado, ya sea por deportación o por voluntad propia ante las dificultades encontradas, representa una porción ínfima del talento humano que abandonó el país durante los años de emigración masiva. Sin embargo, es precisamente este pequeño contingente el que está siendo objeto de una campaña de desprestigio que dificulta aún más su ya complejo proceso de readaptación a una realidad nacional marcada por las mismas dificultades que en su momento lo llevaron a emigrar.

La paradoja de una sociedad que estigmatiza a sus propios ciudadanos retornados, adoptando los prejuicios de quienes los hostigaron en el extranjero, resulta profundamente preocupante. Este fenómeno revela una fractura en el tejido social venezolano, alimentada por la desinformación y la internalización de discursos xenófobos. Es imperativo contrarrestar esta corriente de opinión negativa y fomentar una cultura de empatía y solidaridad hacia quienes regresan a su patria.

Es fundamental que tanto el Estado como la sociedad en su conjunto reconozcan la complejidad de las experiencias migratorias y la necesidad de implementar políticas públicas integrales que faciliten la reintegración de los retornados. Esto implica no solo la creación de programas de apoyo económico y laboral, sino también la promoción de campañas de concientización que desmonten los estereotipos negativos e incentiven la comprensión de las razones que motivaron la emigración y el posterior retorno.

Solo a través de la comprensión, la empatía y la acción coordinada se podrá garantizar un “regreso a casa” digno y fructífero para aquellos venezolanos que, a pesar de las adversidades, buscan reconstruir sus vidas en su país de origen y contribuir con su desarrollo. Es hora de dejar atrás los prejuicios importados y reafirmar los lazos de solidaridad que deben unir a todos los venezolanos, dentro y fuera de sus fronteras.

Es trascendental reflexionar en torno a estos discursos negativos que, en muchos casos, derivan en acciones en contra de los más débiles, incluso a través de la violencia física, retrotrayéndonos a posiciones discriminatorias, que creíamos ya superadas. Esperamos de todo corazón que nuestros venezolanos tengan un feliz retorno, sin nada que les impida ser parte integral de lo que una vez fueron.

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