
Trino Márquez 15.10.25
La firma del acuerdo paz en Sharm el-Sheij, Egipto, entre Israel y Hamás tiene que ser motivo de júbilo no sólo para los familiares de los rehenes liberados, la mayoría de los israelitas y el sufrido pueblo palestino, sino para la humanidad entera. La crueldad e irresponsabilidad de los terroristas del grupo yihadista provocó la implacable reacción del gobierno de Benjamín Netanyahu, que el mundo vio durante dos años, a partir del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás dirigió un ataque en gran escala contra el territorio israelí.
Donald Trump emerge ahora como la gran figura. Como el líder que fue capaz de doblegar las resistencias iniciales de Netanyahu y la ultraderecha nacionalista israelí, renuente a llegar a cualquier tipo de entendimiento con los dirigentes de Hamás; y, también, quien doblegó la férrea resistencia de los extremistas más radicales de Hamás, dispuestos a llevar al sacrificio total al pueblo palestino, antes que llegar a algún tipo de trato con el gobernante israelí y sus colaboradores. Trump, fiel a su estilo frontal y caudillesco, impuso sus reglas. Por un lado, amenazó con retirarle el apoyo político y militar al primer ministro si no cedía; mientras por el otro, le dijo a la facción de Hamás que la haría desaparecer del mapa terrestre si no aceptaba el alto el fuego. La reprimenda funcionó: ambos bandos aceptaron tomar como referencia los veinte puntos del proyecto presentado por el presidente norteamericano para sentarse a discutir, con la mediación de varios países árabes. Ahora comienza un nuevo capítulo de esta intrincada historia.
La paz permanente en la Franja de Gaza, y en la medida de lo posible en todo el convulsionado Medio Oriente, plantea retos enormes. Me referiré solo a algunos. Un punto crucial es constituir en la Franja una plataforma o instancia lo más parecida a un gobierno, que le dé representación y legitimidad al proceso de reconstrucción de un territorio devastado por los continuos bombardeos israelitas. Esa plataforma tendrá que buscar y coordinar la ayuda internacional. Recibirla, definir el plan de reedificación y las prioridades para atender las necesidades más acuciantes de una población de algo más de dos millones de habitantes que quedó en ruina total porque desapareció gran parte de la infraestructura. Se calcula que al menos 85% de las construcciones gazatíes se encentran en escombros. Es un territorio sin vías de comunicación, sin hospitales, escuelas y edificios residenciales. La Franja fue destruida. Necesita una autoridad con poder, que disfrute de reconocimiento internacional y nacional, y posea legitimidad.
Un obstáculo importante surge porque en el plan aceptado por el Gobierno israelí, se establece taxativamente que Hamás no podrá formar parte de la administración (Gobierno) de Gaza. Hamás se enquistó en el poder. Dirigió ese territorio durante casi dos décadas de forma ininterrumpida. Lo hizo de forma autoritaria e ineficiente. Desde 2006, cuando ganó las elecciones, no volvió a consultar al pueblo. Que se sepa, no existe una oposición orgánica capaz de asumir el liderazgo de la Franja. ¿Con quién puede entenderse la comunidad internacional para que asuma las tareas de reconstrucción, si Hamás queda excluido? Este obstáculo hay que removerlo.
Otro asunto importante es la desmovilización, desarme y existencia de Hamás en el futuro inmediato. Benjamín Netanyahu y la derecha israelí aspiran a la aniquilación total del grupo islamista, especialmente de las Brigadas Ezzedin Al-Qasam, brazo armado de Hamás. Estas células tienden a mutarse para sobrevivir. Tal es caso de Estado Islámico, núcleo que pareciera haber sido asfixiado, pero de repente reaparece en cualquier zona del Medio Oriente o alguno de sus militantes actúa de forma solitaria en cualquier país del mundo. Las Brigadas fueron creadas en 1991 para atacar objetivos militares israelitas. Hamás y probablemente sus brigadas han sufrido graves bajas a lo largo del período reciente. Algunas de sus principales figuras han sido asesinadas por los ataques selectivos del servicio secreto de Israel. Con ellos, el reto consiste en determinar hasta dónde están dispuestos aceptar su desmovilización y desarme. En este punto, me parece fundamental la actuación de los partidos y otras agrupaciones seguidoras del Islam, opuestos a la violencia. Sería de enorme ayuda la presión sostenida de organizaciones de la sociedad civil, que se sumen a los llamados a Hamas a deponer las armas y a la paz para propiciar el ambiente que permita la recuperación de la Franja en el menor lapso posible. No creo que la pura coerción sea suficiente para reducir a esa ala del islamismo.
La gobernabilidad de la Franja de Gaza, su seguridad interna, las relaciones a partir de ahora con el Gobierno israelí, su independencia para no ser objeto de asentamientos como los establecidos en Cisjordania y la existencia del Estado palestino, tal como lo han reconocido más de 150 naciones, representan otros temas que deben resolverse durante la fase que acaba de iniciarse, para que pueda existir una paz duradera.
Por ahora, celebremos que el fuego se detuvo. El pueblo palestino lo merecía.
@trinomarquezc
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