Fernando Arreaza Vargas – 14 de octubre de 2016
Esta vez les quiero presentar a una persona. Esta persona es un político, con aspiraciones y ganas de cambiar al mundo. Su idea es convencer a la mayor cantidad de gente sobre un modelo de país que mejorará la vida de todos. Lo vamos a llamar señor Pragmático, y como él hay otros.
Pragmático tiene un problema. Tiene ideas, por supuesto. Tiene apoyo, dinero, objetivos y contactos. Tiene muchos recursos, pero necesita transformarlos en poder. ¿Cómo hacer para que su éxito no dependa de la ayuda, el timing o la fortuna?
Podemos sentarnos a hablar de ideologías, creencias, economía, ética e incluso religión. Podemos discutir con un café los programas y leyes que necesita el país. Podemos debatir si el sistema funciona o está gastado. El dinero puede sobrarte o ser una limitante. Tu compadre puede ser el Secretario General del partido o puedes no conocer a nadie. Puedes tener toda la razón del mundo, y sin embargo siempre vamos a terminar en el mismo punto si quieres aglutinar voluntades: las tácticas políticas.
En principio, hay que tener claro que no existen fórmulas mágicas. Las tácticas están lejos de ser una receta que puedes seguir, cada una tiene un sentido cuando responde a las demandas de cada campaña, de cada estrategia. No obstante, hay nociones generales que nos ayudan cuando las diseñamos. Son un faro para guiarnos en el torbellino de ideas y creatividad. Saul Alinsky delineó algunos de estos principios años atrás y en el presente agregó otras más.
Este es el manual de principios para Pragmático.
Primero: las tácticas caducan. Cualquier acción que se prolongue en el tiempo pierde fuerza tarde o temprano. Incluso los activistas más comprometidos tienen otras preocupaciones. Una acción repetida varias veces se vuelve rutina y pierde el aura especial de apoyo. Otras acciones aparecen y la novedad atrae su atención. Piensen en las marchas y las protestas; potentes cuando se organizan luego de un período de tiempo, pero suelen perder energía si se repiten día tras día.
Segundo: lo que proyectas juega tanto como lo real. Digamos que una cuarta parte de tu comunidad te apoya en un movimiento. Para ser alcalde o para presionar a una empresa que detenga la contaminación de un río, da lo mismo. Tu fortaleza es la suma de tus recursos más algo adicional. Ese extra es lo que proyectas. Lo que tus oponentes crean que tienes es un componente fundamental sobre el cual armar otras tácticas.
Tercero: juega con la experiencia y la inexperiencia. Siempre que sea posible, diseña tácticas que se desarrollen en contextos que tu equipo conozca y tus oponentes no. Es un principio elemental de disputas en diferentes terrenos. Siempre conviene moverse en ambientes donde tengas la ventaja competitiva.
Cuarto: aprovecha las características de tu oponente. Todos tenemos bordes, límites, definiciones. Nuestra finita capacidad humana nos obliga a crear fronteras entre lo que estamos dispuestos a hacer y lo que no. Esto no es una cuestión ética, es una cuestión de personalidad. Cuando vendemos una imagen, esa imagen tiene características. Ese perfil es indispensable, pero a la vez es una camisa de fuerza. El que se vende como diplomático no puede ser vulgar, y al vulgar le queda raro una corbata. Nuestras tácticas deben estar diseñadas para explotar los límites de nuestro oponente. Si logras llevar al adversario a una zona donde su camisa de fuerza le incomode, llevas las de ganar.
Quinto: siempre debes tener a la mano una alternativa. Estás compitiendo contra un alcalde que espera ser reelecto, o incluso con otro aspirante que propone una solución. Atacas los puntos flacos de su propuesta hasta que responde que tienes razón, pero te pide tu alternativa. En ese momento necesitas un plan claro. No basta con un discursos generales, motivacionales y especulativos. Desde el momento que falles en presentar una alternativa al modelo que criticas te conviertes en el blanco de críticas y decepciones.
Sexto: escoge un gran enemigo y aíslalo: estamos en la era de los grandes movimientos y las etiquetas. Si tu gran oponente tiene nombre y apellido es muy fácil que salga a defenderse. Además, la gente va y viene, pero los conceptos son eternos. Tus tácticas pueden tener como objetivo a una persona, pero el movimiento tiene que estar en búsqueda de competir contra algo más trascendente. Para esto, lo más sencillo es crear un recipiente conceptual de oponentes y los aliados de tu oponente. En las campañas recientes hemos visto candidatos que luchan contra el terrorismo, el socialismo, el capitalismo; contra Wall Street, contra la corrupción, los políticos, entre otros. Tu gran oponente debería ser un modelo de peso en tu contexto para darle un sentimiento a tus tácticas.
Séptimo: el ridículo es un arma letal. Puedes atacar a tu oponente de mil maneras, pero ridiculizarlo es la vía más potente. Cuando logras una situación contradictoria que lo deje expuesto, lo dejas sin respuesta.
Octavo: la presión debe ser continua. Las tácticas deben verse como eslabones de una cadena que te lleven a tu objetivo. Planear cada eslabón por separado no tiene sentido. También, la presión deber constante. La irregularidad devuelve tu destino a las manos del azar y la fortuna.
Noveno: aprovecha la fuerza del contrario. Al igual que en las artes marciales más famosas, puedes redirigir la fuerza de tu oponente en su contra. Toda ventaja tiene sus riesgos. Una mezcla efectiva de retórica y creatividad es capaz de transformar ventajas en desventajas. Alinsky ejemplificó lo anterior con Ghandi, su resistencia pacífica convirtió la fuerza bruta enemiga en su mayor debilidad.
Décimo: tu gente tiene que creer en las tácticas y disfrutarlas. La inclusión, el trabajo en equipo y la cooperación son más que eslóganes bonitos. La energía viene de personas comprometidas, la fluidez para responder deriva del trabajo en equipo, la creatividad es hija de la cooperación. Además, tu equipo tiene que disfrutar lo que hace. Es la única manera para que hagan lo que hacen por más tiempo y con mayor eficiencia.
Una vez dominas estos principios entiendes que hay un último premio: puedes romperlos. Estas no son leyes universales, hay excepciones. Sin embargo, el primer paso antes de innovar es entender cómo las cosas suelen funcionar.
El olfato para las campañas se adquiere cuando le das un orden a tus ideas y comienzas a probar tus instintos. El conocimiento se mezcla con la experiencia y las corazonadas comienzan tener sentido. Mucha suerte señor Pragmático, nos vemos en las contiendas.
Categorías:Opinión y análisis
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