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Negocios y política en Venezuela (I)

Tomás Straka

Una de las variables más importantes para entender la vida política de cualquier país, es la de la relación de los actores e intereses económicos con el poder.  Venezuela no ha sido la excepción.  Al contrario: muchas de las decisiones más importantes de su historia han estado atadas a proyectos de negocios.  Y no hablamos sólo de casos de corrupción o de todo lo que se denunció a inicios del siglo XX acerca del imperialismo.  Ha habido de eso, naturalmente, pero también procesos tan medulares que van de la creación misma de Venezuela como unidad político-territorial, al moldeado de muchos de los elementos esenciales de nuestra geografía y sociedad.  Es, además, una instancia donde lo global se hace especialmente patente, con la actuación de personajes y organizaciones de primera línea en la historia.  Y en la que lo político es susceptible de ser comprendido en planos normalmente no atendidos.  Se inicia con este texto una pequeña serie de algunos casos emblemáticos del fenómeno 

Klein-Venedig: la fundación de un país.

En 1516 llegó al trono de España Carlos I, nieto de los Reyes Católicos.  La prematura muerte de su padre y la enfermedad por la que su madre pasó a la historia como Juana La Loca, lo convirtieron en el primer rey de la España unificada.  Pero Carlos era también nieto del emperador Maximiliano I del Sacro Imperio Romano Germánico[i].  Es decir, formaba parte de la poderosísima dinastía austríaca de los Habsburgos. Nacido y criado en Gante, en la actual Bélgica, y en 1520 electo también emperador del Sacro Imperio, con el nombre de Carlos V, bajo su reinado la influencia del Mediterráneo en España fue cediendo a la del norte de Europa.  Si genoveses y otros italianos tuvieron en sus manos muchos de los mejores negocios de Castilla y Aragón,  y de allí saltaron al Caribe durante el siglo XV y los primeros años del XVI, con Carlos V su lugar fue siendo desplazado por holandeses y alemanes. 

En efecto, además del poder centroeuropeo, Carlos V heredó de su abuelo Habsburgo a sus prestamistas, ricos comerciantes alemanes que han pasado a la historia como banqueros, aunque el título sea muy inexacto.  No tenían bancos en el sentido moderno de la palabra, pero se dedicaban a dar créditos para empresas y para Estados.  De ellos, las familias Fugger (o Fúcar, como se castellanizó) y Welser (o Belzares), fueron las dos más importantes que rápidamente abrieron operaciones en España.  Tanto como los negocios en la península, les interesaba participar en las posibilidades que se abrían en el nuevo continente, desde la trata de esclavos hasta la posibilidad de hallar una ruta hacia el Oriente, objetivo que no se había abandonado (y que con el descubrimiento del Pacífico por Vasco Núñez de Balboa se revitalizó).   Muy rápidamente los Welser abrieron una sucursal en Santo Domingo, desde donde pusieron la mirada en la riqueza de la Costa de las Perlas.  Gracias a sus contactos, especial con el rico comerciante García de Lerma, que entonces era veedor[ii] de esta costa, logran pactar una capitulación que les concedía la parte central de la Costa Firme, desde Maracapana, cerca de la actual ciudad de Barcelona, hasta el Cabo de La Vela, en la Guajira, colindante con la Gobernación de Santa Marta, que había asumido el mismo García de Lerma.  La capitulación, firmada el 27 de marzo de 1528, llamó Venezuela a esa nueva unidad político-territorial, tomando el nombre inventado por Américo Vespucio cuando vio los palafitos del Lago de Maracaibo, y pensó en una “pequeña Venecia” (“Venizzoala”).  Los Welser lo tradujeron al alemán, Klein-Venedig (Pequeña-Venecia), o incluso en ocasiones la denominaron Weserland.

Tres cosas definieron esta capitulación: la ya señalada llegada al Pacífico de Núñez de Balboa, que hizo pensar que el anhelado paso al mar del Sur (el Pacífico) estaba muy cerca; la conquista de México, con sus fabulosas riquezas en oro; y la insurrección en la provincia de Santa Marta, que llevó al destierro y a larga a la muerte a su gobernador, Rodrigo de Bastidas[iii].  García de Lerma obtuvo esta gobernación y fue él quien negoció en nombre del rey la capitulación con los Welser, ya muy cercanos a él en Santo Domingo.  Todo indica que la idea era que ellos lo ayudaran a controlar Santa Marta, donde en una especie de todos contra todos, aborígenes y españoles estaba rebelados y combinados en diversas alianzas.  A cambio de esa ayuda, obtendrían el territorio vecino.  Eso podía garantizar, si sus cálculos eran correctos, el control del paso al mar del Sur y todas las potencialidades del comercio con Asia.  No en vano, la capitulación no señala ningún límite al Sur.  Suele decirse que Venezuela fue creada como pago de las deudas de Carlos V a los Welser, pero los documentos indican que se debió fundamentalmente a esta intención comercial y a sus contactos con García de Lerma[iv].  Política y negocios en la expresión más clara del fenómeno.

Pero los cálculos de García de Lerma y de los Welser estaban equivocados.  Entre 1529 y 1544, seis gobernadores nombrados por la casa alemana[v] se internaron en el interior del continente, llegando incluso hasta Bogotá (Nicolás Ferdemann participó en su fundación), hicieron la primera fundación de Maracaibo, con el nombre de Neus Nuremberg, en 1529; y sus travesías, comerciando pero sobre todo saqueando comunidades indígenas, lograron producir ganancias por alrededor de 90.000 pesos, cifra nada desdeñable[vi]. Pero no encontraron el mar del Sur. Tampoco encontraron el objetivo que muy pronto acompañó a este: la mítica ciudad de El Dorado.  Surgida de una combinación de noticias confusas y mitos indígenas acerca de los lagos que consideraban sagrados en los Andes, con la experiencia de Tenochtitlan, movió por casi un siglo a centenares de europeos a buscar una fantástica localidad de oro.  Hoy se ve aquello como un caso de ingenuidad o incluso locura, pero después del descubrimiento, para la perspectiva europea, de todo un nuevo continente, insospechado hasta el momento, y sobre todo del Imperio Azteca, que no dejaba de generar asombro, resultaba algo más que verosímil la existencia de otra ciudad como Tenochtitlan, ubicada también en un lago, y repleta de oro.  Cuando, un poco después, se da con el Imperio Inca, la idea no hizo sino confirmarse más en la cabeza de los conquistadores.  Pronto, incluso, trascendió el universo español, y el inglés Walter Raleigh penetró por el Orinoco buscando la ciudad.  De él ya hablaremos más adelante, porque marca, con todo, el inicio de una nueva etapa en la que el territorio de la actual Venezuela empieza a ser codiciado por otras potencias, lo que marcará en gran parte su vida (y sus negocios) en los siguientes tres siglos.

Hay que subrayar que Venezuela no fue una colonia alemana.  El cobro de impuestos y la administración de justicia, siempre estuvo en manos castellanas.  Y cuando hubo problemas, las autoridades españolas intervinieron y al final tomaron el control.  Los Welser, como casi todos los conquistadores de la primera hora, eran unos concesionarios.  Su caso era particular porque la “concesión” (no sería exactamente la palabra correcta) no fue a un solo hombre, sino a una casa comercial, y porque se trataba de alemanes (más allá de que la mayor parte de quienes los acompañaban eran españoles y no pocos holandeses).   Esta situación de responder a un Estado y a los intereses de una casa comercial se tradujo en muchos problemas.  Tal vez si hubieran encontrado El Dorado o el mar del Sur, sus dos grandes apuestas, las cosas hubiesen marchado distinto, pero el fracaso llevó a un aumento de las tensiones con los españoles, a la suerte de rebelión del Cabildo de Coro en 1533, la primera de las muchas que el poder municipal tendrá en los siguientes tres siglos; y  finalmente a la intervención directa de la Corona, primero a través del obispo Rodrigo de Bastidas, nombrado gobernador interino en 1532, y finalmente a través del enviado por la Real Audiencia de Santo Domingo, Juan de Carvajal, que con una parte de los vecinos de Coro fundó El Tocuyo, y que al verse confrontado con los Welser, ejecutó nada menos que su último gobernador, Philipp von Hutten, y uno de los miembros de la familia Bartholomeus Welser.   Ello fue todo un escándalo, que terminó con la ejecución de Carvajal por unas muertes que se consideraron ilegales, pero el control directo de los gobernadores españoles no se volvió a discutir hasta 1810.  

Se ha afirmado que la aventura venezolana representó el declive económico de la familia, aunque eso habría que comprobarlo.  Para el siglo XVII ya estaban lejos de ser una de las grandes casas comerciales de Europa, pero por otro lado habían logrado formar lazos con la nobleza y hasta el día de hoy sus herederos siguen siendo poseedores de castillos y otros bienes. Básicamente no cumplieron con ninguna de las otras obligaciones contraídas en la capitulación, lo que fundamentó su recensión por la Corona, pero sentaron las bases de la unidad político-territorial que hoy es Venezuela, ayudaron a fundar Bogotá y fundaron Maracaibo.

Negocios y política en Venezuela (I)


[i] Era una asociación de reinos, principados y ciudades libres republicanas que abarcaba, en términos muy generales, a lo que hoy es Alemania, Austria, Benelux, el norte de Italia y buena parte de Europa Central, todo bajo el poder  global de un emperador, aunque con gran autonomía en cada Estado. 

[ii] Equivale a lo que actualmente es un inspector.

[iii] Rodrigo de Bastidas (1475-1527) había sido un comerciante y explorador de la costa de Tierra Firme. Fundó Santa Marta. Su hijo, del mismo nombre, fue el primer obispo de Venezuela en 1532 y gobernador interino de la provincia en 1538.

[iv] Hemos seguido a Demetrio Ramos Pérez, “El negocio negrero de los Welser y sus habilidades monopolistas”, Revista de Historia de América, No. 81, 1976,  pp. 7-81

[v] Ambrosio Alfinger, de 1528-1533; Hans Seissenhofer (Juan Alemán), interino 1530-31;  Nikolaus Federmann (Nicolás Federmann), teniente gobernador en 1535 y entre 1536 y 1539; Georg Hohermut von Speyer (Jorge de Spira), 1535-1540; Heinrich Remboldt, interino entre 1542 y 1544;  y Phillip von Hutten, 1540-1546.

[vi] El peso era una nueva moneda, surgida en América, que desplazó a todas las anteriores por su valor en oro y plata, convirtiéndose hasta inicios del siglo XIX en la moneda de intercambio mundial (en inglés se la llamaba “Spanish dollar”).  Un esclavo joven y sano, a finales del siglo XVI, valía unos trescientos pesos. Por la misma época, un solar grande en Caracas costaba alrededor de doscientos pesos.  La cifra la hemos tomado de: Fabricio Vivas Ramírez, “La economía colonial”, en Pedro Grases (Coord.): Los tres primeros siglos de Venezuela, 1498-1810, Caracas, Fundación Eugenio Mendoza, 1991, p. 390

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