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Negocios y política en Venezuela (II)

Autor: César González.Derechos de autor: Destinos360

Tomás Straka

De cómo los monopolios acabaron con nuestra primera “marca global”.

El éxito de la economía de plantación venezolana puede medirse con el hecho de que ya en el siglo XVII produjera algo que hoy llamaríamos una marca global, o al menos una denominación de origen de alcance global: el Varinas, o tabaco de Varinas, como entonces se denominaba a la actual Barinas.  Así llegó a ser de importante, que en muchos lugares Varinas pasó a ser sinónimo de tabaco.  El Varinas tabak fue un producto premium en Holanda, con marcas que llevarían el hombre hasta entrado el siglo XX.  Incluso, no es descartable que la famosa Plantación Varina, de Pocahontas, haya sido bautizada así por el enorme prestigio que el tabaco de este tipo tenía entonces en el mundo. La popularización del hábito de fumar en Europa, así como la fama del tabaco Varina, generaron un verdadero boom. 

Para 1606 se exportaban desde La Guaira 15.500 libras de tabaco, que al año siguiente, 1607, alcanzaban las 35.000, para llegar a 91.000 en 1615, y eso sin contar con lo que se exportaba desde Maracaibo y Coro[i].  Era un tabaco producido fundamentalmente en haciendas y vendido a comerciantes que se encargaban de su exportación[ii].  En ocasiones ateniéndose a los controles, pero en gran medida a través del contrabando.  La forma en la que el Varinas se hizo famoso en el mundo, es justo una señal de esto: era a través del contrabando con los holandeses que llegaba a toda Europa.  Eso hizo que la Corona ensayara toda clase de medidas para controlar el cultivo, desde prohibir su práctica cerca de las costas, hasta asumir el completo monopolio, que es lo que ocurrió al final. 

En efecto, en 1621 se estableció que todo el tabaco de Venezuela debía exportarse a Cartagena, de donde saldría hacia España.  Para ello se le entregó toda la producción a una especie de lo que hoy llamaríamos cártel, organizado por el Gobernador y el Cabildo de Caracas, que tendrían en sus manos todo lo referente al cultivo, prohibiéndosele a los demás.  Así, bajó la producción (aunque inicialmente al cártel dio el incentivo de subir los precios), pero sobre todo, se sacó del juego a una gran parte de los productores, comoquiera que el Cabildo repartió los privilegios de sembrar tabaco entre sus miembros o personas muy allegadas.  De ese modo, si bien el tabaco siguió siendo un buen negocio, sólo lo era para algunos y eso a la larga estancó la producción e hizo que se perdieran los mercados.  El trabajo y los recursos los pusieron la mayor parte de las personas en el cacao.  La lección es clara: así como Cubagua nos advierte de las consecuencias de una economía no sustentable, el declive de la economía tabaquera en Venezuela nos demuestra el resultado de los monopolios controlados por el Estado y de los controles definidos por privilegios a unos pocos.  Si bien era lo típico en el modelo económico mercantilista, o en todo caso del primer período del capitalismo, anterior al liberalismo, el ejemplo del Varinas sirve para explicar por qué en el siguiente siglo los hombres de negocios lucharon por reglas claras, libertad económica e igualdad ante la ley.  En 1779 se profundizó el monopolio con el Estanco, es decir, el estricto control de la Corona sobre la siembre y la venta.  Sólo se podía sembrar en las cantidades y de las formas establecidas por las autoridades (lo que en ocasiones, sin embargo, mejoró la productividad y la calidad).  El Estanco, que aún existe en España, se convirtió en una de las grandes fuentes de ingreso del fisco.

Otro producto que fue muy codiciado, que generó duras luchas con los holandeses y que finalmente fue sometido a monopolio, fue la sal. Las salinas de la actual costa venezolana ya habían sido explotadas por los pueblos aborígenes, que comerciaban en el Caribe con pescado salado.  Los españoles continuaron y ampliaron la exportación no ya de pescado salado, sino de la sal en sí misma.  El hecho de que sea una de las sales con mejor calidad del mundo, sobre todo las de la Península de Araya, con un 98% de pureza y enorme facilidad para la extracción, la volvieron un producto tan codiciado como el tabaco.  Para el siglo XVII la sal era explotada por lugareños, que se la vendían a buques españoles, pero también a los de otras nacionalidades, especialmente los holandeses.  Según está documentado, sólo en 1609, cien buques holandeses cargaron sal en Araya. Aquel volumen de actividad demuestra, como mínimo, que las autoridades españolas no tenían control de la zona.  Para Holanda, por su parte, la importancia de la sal para la industria quesera y para la elaboración de mantequilla, convirtió a la búsqueda de fuentes seguras y propias un asunto estratégico.  Tanto, que cuando se creó la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales en 1621, a la que se entregó el monopolio del comercio con América, la sal de Araya figuró entre sus principales objetivos.  

A partir de entonces comenzaron dos décadas de enfrentamiento por lo que hoy conocemos como el Oriente venezolano.  Con una lógica parecida a la aplicada al tabaco, primero se pensó en inutilizar las salinas, incluso envenenándolas, pero al final se optó por fortificar Araya con uno de los castillos más grandes de cuantos construyó España en América: el Castillo de Santiago de Arroyo de Araya, inaugurado en 1622.  Por supuesto, Holanda no se quedó de brazos cruzados: ese mismo año mandó una flota de cuarenta y tres barcos a atacarlo, en lo que fue uno de los combates más grandes del Caribe durante el siglo XVII.  El castillo, que aún no estaba concluido, demostró su eficiencia. Los holandeses fueron completamente rechazados por un contingente de algunos soldados españoles y flecheros cumanagotos.  Araya quedó en manos españolas, pero eso no significó que los holandeses se dieran por vencidos.  Pusieron sus ojos en las otras salinas más pequeñas de la zona.  Así, en 1640 se escenifica otra gran batalla, esta vez en la Laguna de Unare. Veintidós navíos holandeses llegaron al lugar, desembarcaron un contingente y levantaron lo que pareció ser una especie de fuerte prefabricado.  Esta vez el contraataque vendría de Juan de Orpín, el conquistador que acababa de fundar Nueva Barcelona (la actual Barcelona), en parte con el objetivo de ahuyentar a los holandeses.  Nuevamente una fuerza de flecheros aborígenes con algunos españoles decide la suerte en un asalto que no careció de audacia.  El fuerte es destruido y los holandeses que no lograron huir, abatidos.  Eso no acabó el contrabando, pero en adelante la sal continuó bajo monopolio de la Corona sin grandes desafíos a esta autoridad[iii].

 Negocios y política en Venezuela (I)


[i] Eduardo Arcila Farías y Humberto Fontana, “Tabaco”, Diccionario de Historia de Venezuela, http://bibliofep.fundacionempresaspolar.org/dhv/entradas/t/tabaco/ (Consultadohttps://politikaucab.net/2023/10/04/negocios-y-politica-en-venezuela-i/ el 14 de enero de 2020).

[ii] Mercedes Ruíz Tirado, Tabaco y sociedad en Barinas.  Siglo XVII, Mérida, Universidad de los Andes, 2000.

[iii] Un clásico para estudiar el tema: Carlos Felice Cardot, Curazao hispánico (antagonismo flamenco-español), Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1973.

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