
José Castrillo (*)
El mundo vive expectante y horrorizado por la nueva espiral de violencia en torno al problema, histórico, entre Israel y Palestina, cuando una facción militante palestina, Hamás, el sábado 07 de octubre, realizó una operación militar sorpresa: unidades paramilitares atacaron puestos militares y comunidades, asesinando a 1.400 personas, hiriendo a más de 3.000 y secuestrando a 199, entre civiles (ancianos, jóvenes, niños y niñas) y uniformados.
Previamente a la operación, hubo un lanzamiento de miles de cohetes hacia varias ciudades israelíes, con el objetivo de saturar las defensas antiaéreas y distraer la atención, para hacer una penetración en profundidad, de más de 25 kilómetros, con un saldo devastador.
La respuesta israelí no se hizo esperar frente a este feroz y atroz ataque militar de Hamás, que no distinguió entre militares y civiles, violando las leyes de la guerra. Inmediatamente, las fuerzas armadas israelíes inician una movilización obligatoria de la reserva para constituir un pie de fuerza de 360 mil soldados y así enfrentar esta nueva crisis de violencia que el primer ministro, Benjamín Netanyahu, declaró como el inicio de una guerra que será larga y dura.
Hasta ahora, los ataques israelíes a Gaza han generado 4.000 bajas y 12.000 heridos. Probablemente estás cifras aumentarán cuando el ejército inicie las operaciones terrestres en la ciudad de Gaza, densamente poblada, para destruir la estructura logística de Hamás: las redes de túneles, depósitos de armas, puestos de comando y control.
Israel no entraba a Gaza desde el 2014, cuando realizó una operación militar contra el Hamás que generó 2.000 bajas palestinas y 500 en las fuerzas armadas israelíes (440 soldados heridos y 60 muertos). El punto crucial de esta operación de contraataque, es qué tan profunda será en términos territoriales y hasta cuándo durará: será entrar, destruir y mantenerse, o será entrar, destruir y salir. ¿Cuál será el objetivo estratégico de la operación militar? ¿Se tiene prevista la estrategia de salida, cuando se logre el objetivo? Son algunas interrogantes.
Desde el punto de vista geopolítico y militar, este nuevo contexto luce complicado, porque es posible que el conflicto escale y trascienda la frontera Israel-Gaza. Un escenario probable es que desde el Líbano, la milicia chií de Hezbolá efectúe ataques masivos de cohetes contra posiciones de Israel, lo que obligaría a Israel combatir en dos frentes: en la frontera con Líbano y en Gaza. Sí ello se produce, habrán acciones por partes de facciones palestinas de Cisjordania en el margen occidental, por el cual habría un tercer frente, lo que complicaría más la situación. Luchar en varios frentes para cualquier ejército, es complejo.
En función de la intensidad de las operaciones militares de Israel y el costo humano para la asediada franja de Gaza (ninguna operación quirúrgica es posible en un espacio densamente poblado con de 5.000 personas por Km2), los procesos de acercamiento entre Israel y varias naciones árabes, particularmente con Arabia Saudí, podrían estancarse, lo que tendría incidencia negativa para una solución política a mediano o largo plazo de la cuestión palestina.
El impacto político de la operación del Hamás se refleja en la desmoralización de las fuerzas de defensa de Israel y de los servicios de inteligencia interior y exterior, la destrucción de la sensación de seguridad que había predominado. La posible normalización de las relaciones árabes-israelíes quedará congelada, temporalmente.
En fin, estamos en presencia de un nuevo ciclo de violencia recurrente entre Israel y Palestina, que es producto de la incapacidad de las dos entidades enfrentadas para procurar una salida política y práctica que pasa por el reconocimiento de un Estado Palestino que sea viable y cuente con las condiciones mínimas para ello: una población, un gobierno soberano y un territorio delimitado y reconocido.
Este un problema de larga data, que no tiene una solución militar: los israelíes no pueden echar al mar a los palestinos, y los palestinos no pueden echar al mar a los israelíes.
Cualquier salida política de la cuestión palestina pasa por superar las posturas maximalistas: Israel no puede pretender dejar a un lado el derecho a existir del pueblo palestino en su tierra reconocida, que en cada conflicto se ha reducido ante la fuerza de Israel; los palestinos deben reconocer la existencia de Israel y renunciar a la violencia política, procurando atraer apoyos a la idea planteada en el seno de la ONU y de otros actores geoestratégicos como Estados Unidos, China, Rusia y la Unión Europea: la solución de la cuestión palestina pasa por la coexistencia de dos Estados: el de Israel y el de Palestina.
Este es un problema complejo que trasciende y sobrepasa cualquier solución de carácter militar, porque ello supone la destrucción de uno de los dos pueblos en conflicto.
La coexistencia es una condición necesaria y ello implica dejar las posturas de los extremistas de ambos bandos, que sólo reconocen sus intereses sin reconocer los del otro.
Esperemos que esta nueva espiral de violencia más que llevar al abismo, sea un punto de inflexión para abrir una oportunidad a una salida política a un conflicto que ha hecho mucho daño a todos los involucrados.
(*) Politólogo/Magister en Planificación del Desarrollo Global.
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