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Evo vs. Arce

Maykel Navas

La crisis en la izquierda boliviana se ha agudizado con las virtuales candidaturas de Evo Morales y Luis Arce para las elecciones presidenciales del año 2025. La división del Movimiento al Socialismo (MAS) ha marcado una distinción entre evistas y arcistas, al identificar a los dos polos que coexisten en el partido oficialista. Dos líderes, quienes, paradójicamente, constituyeron una fuerte dupla en un momento cumbre y que hoy parecen enemigos.

Evo Morales, presidente de Bolivia durante casi catorce años (2006-2019), compite actualmente con el primer mandatario, Luis Arce, (su antiguo ministro de economía); sin embargo, sus propuestas no parecen convencer a una parte importante del electorado, que los percibe como representantes de un proyecto político agotado y cuestionado por casos de corrupción, autoritarismo y violación de derechos humanos.

¿Cómo se vislumbra el panorama de estos candidatos considerando la historia de los gobiernos de izquierda en Bolivia, con sus aciertos y desaciertos, desde el primer mandato de Evo?

Bolivia es un país que ha experimentado importantes cambios políticos, sociales y económicos en las últimas dos décadas, bajo el liderazgo de gobiernos de izquierda que han buscado profundizar la democracia, la inclusión y la soberanía nacional. Pero también ha enfrentado desafíos, conflictos y tensiones internas que han puesto en riesgo la estabilidad y la cohesión social.

La llegada del presidente indígena

Morales fue elegido presidente en 2005, con el 53,7% del voto popular, y se convierte en el primer indígena en la historia de Bolivia en alcanzar la jefatura del Estado; en un país en el que más de la mitad de la población es indígena. Coincidió con un momento cúspide para la izquierda que se posicionó en varias naciones de América Latina (Venezuela, Argentina, Brasil); la región experimentaba un cambio que fortaleció a estos líderes, incluyendo a Evo Morales.

Una infancia marcada por la pobreza y la desigualdad marcó la historia de Evo, quien tuvo que sortear las tareas agrícolas con sus estudios para ayudar con el  sustento familiar, por lo que se ausentaba habitualmente de la escuela. En 1977 se graduó de bachiller.

La familia surgió con el cultivo de la hoja de coca, uno de los más estables en la región, porque había una gran demanda debido al tema del narcotráfico. Progresivamente, Evo comenzó a adquirir notoriedad como líder local entre el campesinado indígena; desde ahí inicia una lucha por los más desfavorecidos, así que decidió encauzar su activismo en las filas del sindicalismo agrario.

Con un rápido ascenso en la carrera sindical y notoriedad fuera de las fronteras bolivianas, en apoyo a la defensa de los cultivos de coca, Evo subió a la palestra política vertiginosamente. Fue el líder del MAS, siendo su propósito principal transferir poder y protagonismo al pueblo indígena por medio de reformas de la tierra y la redistribución de las ganancias de la exportación del gas natural boliviano.

Por su parte, Arce se vinculó al MAS posteriormente, poco antes de la primera victoria electoral de Morales, en 2005, pero ya era militante en la izquierda boliviana. Participó en el Partido Socialista 1 (ps-1), en su vida universitaria.

En diciembre del 2009, Evo Morales fue reelegido para la primera magistratura con el 63% de los votos, y de nuevo elegido en 2014 con el 61,3%. En menos de una década, la mayor parte de los objetivos de su gobierno se dieron con éxito. Siempre contó con el apoyo popular.

Comienza el revés

Evo gobernó al país durante casi 14 años, hasta que en el 2019 tuvo que salir de Bolivia, tras unas cuestionadas elecciones. Sucedido por la gestión de Jeanine Áñez, denunció un golpe de Estado con el apoyo de Estados Unidos y partió al exilio.

Tras un año de transición marcado por la persecución política, la violación de derechos humanos y la pandemia del COVID-19, Luis Arce ganó las elecciones de 2020 con el 55% de los votos, frente al 28% de Carlos Mesa, su principal rival. Arce asumió el poder con el desafío de reactivar la economía, enfrentar la emergencia sanitaria, pacificar el país y reconciliar a los bolivianos. Sin embargo, su gestión ha sido criticada por su dependencia de Evo Morales.

Los gobiernos de Morales y Arce se caracterizaron por impulsar un modelo económico basado en la nacionalización de los recursos naturales, la redistribución de la renta y la inversión pública. Estas medidas permitieron reducir la pobreza, el analfabetismo y la desigualdad, así como mejorar los indicadores de salud, educación e infraestructura. Además, se reconoció la diversidad cultural y étnica del país, se ampliaron los derechos de los pueblos indígenas y se impulsó una nueva Constitución que consagró el Estado Plurinacional de Bolivia.

Sin embargo, estos logros se vieron empañados por una serie de errores y excesos que generaron descontento y resistencia en amplios sectores de la sociedad. Entre ellos, se pueden mencionar el incumplimiento del referéndum que negó a Evo Morales la posibilidad de postularse a un cuarto mandato consecutivo, la represión violenta de las protestas sociales, el manejo deficiente de los incendios forestales en la Chiquitanía, el escándalo del caso Zapata y las denuncias de fraude electoral en 2019. Estos hechos provocaron una crisis política que desembocó en el golpe de Estado que obligó a Evo Morales a renunciar y exiliarse en México y luego en Argentina.

A finales de 2021, se percibe la división entre los dos dirigentes del Movimiento al Socialismo. La rivalidad fue creciendo, y la unidad del partido se fracturó con las críticas de Arce al gobierno de Morales, por presunta traición y corrupción.

Asimismo, Arce ha sido cuestionado por su manejo de la pandemia, su falta de diálogo con la oposición y la sociedad civil, su política exterior errática y su incapacidad para combatir la corrupción y garantizar la independencia judicial.

Actualmente, Arce tiene una Asamblea dividida, perdió la mayoría especial en el parlamento que le permitía aprobar algunas leyes clave, debido a la escisión del MAS entre evistas y arcistas; también coexisten dos facciones de la dirigencia sindical, y en paralelo se evidencia la ruptura entre los representantes de su bloque político.

Esta fisura del bloque oficialista ha desencadenado que los parlamentarios afectos a Evo Morales alcanzaran acuerdos con la oposición para bloquear decisiones del Ejecutivo y desaprobar a ministros, lo que ha generado el disgusto de Arce.

Morales afirma, por otra parte, que se ha orquestado una campaña “sucia” en su contra, ya que la oposición lo tilda de “narcotraficante”, y así también el gobierno del presidente Luis Arce lo señala como el “rey de la cocaína”. Pero, lejos de amilanarse, esta situación lo “obliga” a ser candidato y a “batallar”.

Con un partido dividido se tambalean las bases de lo que fue un bloque sólido, con una clara ideología; así se evidenció en el décimo congreso del MAS, el pasado 3 de octubre, cuando se “aceptó la autoexpulsión” de Luis Arce y David Coquehuanca, presidente y vicepresidente del país, por no asistir a la reunión que se efectuó en el pueblo de Lauca Ñ. Otros 28 militantes del MAS leales a Arce, entre ellos legisladores y funcionarios del gobierno, también fueron expulsados. Entretanto, se ratificó al “comandante” Evo Morales como presidente del partido y como su candidato a la presidencia para las elecciones de 2025.

Arce asistió el mismo día del Congreso a una reunión de campesinos realizada en La Paz. Con el respaldo de sus bases, dijo que no iría a Lauca Ñ porque la convocatoria disminuía a las organizaciones sociales que habían fundado el “instrumento político”.

Hasta ahora, el presidente boliviano no ha manifestado, explícitamente, su intención de participar en las elecciones de 2025, pero ha dado pasos estratégicos para mostrar el respaldo de sus seguidores.

Evo Morales se ha adelantado al calendario electoral, y la reacción del Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha sido manifestar que su candidatura es “anticipada” y está al margen del cronograma que contempla las elecciones primarias, para finales de 2024.

Incierto panorama

Las candidaturas de Evo Morales y Luis Arce para las elecciones presidenciales del año 2025 enfrentan un escenario complejo y desfavorable. Por un lado, deben lidiar con el desgaste de su imagen y credibilidad ante una parte importante del electorado que los asocia con un pasado conflictivo y turbulento. Por otro lado, deben competir con una oposición que se ha fortalecido tras las elecciones subnacionales de 2021, donde obtuvo importantes victorias en las principales ciudades del país.

Ambos, deben enfrentar el surgimiento de nuevas fuerzas políticas que buscan captar el voto joven, urbano e indígena que se siente defraudado por el MAS. Finalmente, deben adaptarse a un contexto internacional más adverso para los gobiernos progresistas, donde prevalecen las presiones neoliberales y las injerencias externas.

Evo Morales sigue siendo popular, pese al desgaste de la gestión y la inestabilidad política y social, mantiene fortaleza sobre Arce quien, de alguna manera, ha sido como una extensión de su imagen y proyecto, porque el líder fue desplazado en un momento, pero no la ideología, y vuelve fortalecido, por un ímpetu que lo blinda ante cualquiera de sus contrincantes.

Los gobiernos de izquierda en Bolivia han generado problemas y contradicciones que han afectado la legitimidad y gobernabilidad. Entre ellos se pueden mencionar el autoritarismo, el clientelismo, la corrupción, el incumplimiento de las normas constitucionales y legales, el desconocimiento de los derechos humanos y ambientales, la confrontación con sectores de la oposición, la sociedad civil y los medios de comunicación, y la falta de una visión estratégica de desarrollo a largo plazo. Estos factores han provocado descontento, resistencia y protesta social en diferentes momentos y regiones del país, así como una pérdida de confianza y apoyo popular al MAS.

No obstante, por un lado, se ha logrado reducir la pobreza, el analfabetismo, la desigualdad y la dependencia externa, así como ampliar los derechos sociales, culturales y políticos de los sectores históricamente excluidos, especialmente los indígenas. Se ha fortalecido el rol del Estado como regulador y planificador de la economía, basada en el aprovechamiento de los recursos naturales, principalmente el gas y los minerales. Además, se ha consolidado un modelo de democracia participativa y plurinacional, que reconoce la diversidad cultural y territorial, y que ha impulsado procesos de consulta, deliberación y movilización popular.

El panorama para las elecciones presidenciales del año 2025 es incierto e impredecible. El MAS sigue siendo la fuerza política más grande y organizada del país, con una base social amplia y diversa, una estructura partidaria consolidada y una presencia territorial extendida. Pero, por otra parte, tendrá que enfrentar a una oposición política que intentará aprovechar sus debilidades y errores para recuperar espacios de poder e influencia. La oposición está conformada por diversos actores políticos, sociales y económicos que tienen diferentes visiones e intereses sobre el país. Algunos de ellos son más moderados y pragmáticos, dispuestos a dialogar y colaborar con el gobierno en temas de interés nacional. Otros son más radicales e intransigentes, dispuestos a confrontar y desestabilizar al gobierno por cualquier medio.

La oposición tendrá que definir su estrategia electoral: si presentará una candidatura única o múltiples candidaturas; si buscará una alianza con sectores del MAS disidentes o críticos; si ofrecerá una propuesta alternativa o simplemente una negación del MAS.

Una epifanía

En este contexto, reapareció ante los medios Álvaro García Linera, ex vicepresidente de Bolivia durante el gobierno de Morales, quien ve con preocupación lo que podría ser una catástrofe para el MAS, como consecuencia de esta división del liderazgo.

Dice que algo se ha perdido en el camino, y se ha desvirtuado la idea original, ya que considera como una debilidad del gobierno de Arce el haber desvirtuado la lealtad comunal, al sustituirla por las prebendas.  Evo se vinculaba directamente con los sectores sociales, por su presencia cercana y las obras ejecutadas, pero eso ha cambiado. “No dábamos cargos a los dirigentes, hacíamos obras en las comunidades”. 

“Al haber un quiebre entre líderes y una potencial ruptura de la sociedad laboriosa al momento de las elecciones, sería catastrófico”. Sin embargo, destaca el ex vicepresidente, que nada es irreversible, solo el paso del tiempo. “Ante la catástrofe de perder espero un destello, una epifanía que lleve a los líderes a juntar sueños, si van separados, puede ser que los sectores conservadores ganen”.

El panorama no se ve tan optimista y a menos que tal epifanía ocurra, el Movimiento al Socialismo quedará como un partido más del montón, tradicional, clientelista y demagógico.

En conclusión, la crisis con las candidaturas de Evo Morales y Luis Arce para las elecciones presidenciales del año 2025 es un reflejo de los desaciertos de sus propios gobiernos, desde el primer mandato de Evo en 2006. Estos candidatos deberán enfrentar un panorama difícil y desafiante, donde tendrán que demostrar su capacidad para renovar su propuesta política, recuperar la confianza de los electores y ofrecer una alternativa viable y democrática para el futuro del país.

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