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El arte de la guerra y la revolución tecnológica emergente

Tomada de El Español

José Castrillo (*)

La guerra como un acto político deliberado que ha acompañado la historia de la civilización humana, ha estado marcada por los instrumentos y medios que los hombres han utilizado para someter a otros hombres.

Las primeras batallas se realizaron con palos y piedras, y a medida que el hombre aprendió a dominar nuevos materiales (bronce, hierro) los instrumentos de guerra se hicieron más complejos y precisos (arcos, lanzas, flechas, espadas, armaduras, catapultas, la pólvora, el mosquete, el cañón).

En el siglo XX, la guerra se industrializó aceleradamente con la primera y segunda guerra mundial. Los batallones de infantería, columnas de tanques, aviones, buques de guerra, submarinos, la artillería, fueron las grandes plataformas para el combate, que han predominado hasta el presente.

A estas plataformas de combate, se agregaron la bomba atómica (caída libre como las usadas en Japón en 1945) y posteriormente los misiles intercontinentales como vectores para lanzar las ojivas nucleares a grandes distancias.

Hoy estamos en presencia de una revolución tecnológica en materia militar, que impactará en el uso y el desempeño de las grandes plataformas de combates antes descritas, que todavía se emplean: guerras Azerbaiyán-Armenia, Ucrania-Rusia, Israel -Hamás.

Las naciones que quieren mantener un sistema de disuasión militar, deben rediseñar sus fuerzas armadas, con los desarrollos tecnológicos emergentes.  A finales de los ochenta, estas plataformas innovaron con la electrónica, permitiendo el desarrollo de las primeras armas de precisión (bombas inteligentes), aumentando así las capacidades operativas.

Las tecnologías emergentes en el ámbito militar que complementarán las plataformas tradicionales son:

  1. Las municiones de precisión, abundantes y baratas.
  2. La proliferación masiva de sensores, como drones con cámaras y el uso de satélites.
  3. La fusión de datos en una red que permite coordinar e integrar la información recogida por los sensores y direccionada a los tiradores (aviones, cañones, tanques, buques, misiles y drones de ataques), para destruir los blancos predeterminados.
  4. Armas hipersónicas (velocidad mayor a mach 5) como misiles balísticos y de cruceros, municiones de artillería.
  5. Armas autónomas, gestionadas por Inteligencia Artificial, que tendrán conciencia situacional y podrán decidir a quién, cómo y cuándo atacar.
  6. Armas de energía dirigidas, conocidas como armas de rayos laser.

Estas nuevas armas, su desarrollo y uso, en diferentes campos de batalla, nos indican que la guerra será distinta por su alcance. Las naciones con grandes ejércitos, aviación y marina de guerra, deben integrar estas nuevas tecnologías, para tener éxito en los diversos teatros de operaciones.

Contar con mayor cantidad de las tradicionales plataformas de combate, no es garantía de éxito. La guerra de Ucrania lo ha demostrado. El ejército ruso, más grandes en términos de número de tropas y de equipos, debió reconsiderar sus objetivos estratégicos iniciales, porque armas como los misiles portátiles antitanques Javelin, los misiles antiaéreos Stinger y los pequeños drones kamikazes, hicieron estragos en sus columnas motorizadas de tanques y vehículos de transporte de infantería, en sus operaciones militares.

Un misil hipersónico de 10 millones de dólares, puede destruir un portaaviones de 10.000 millones de dólares. Cientos de drones señuelos y kamikazes pueden saturar las mejores defensas antiaéreas. Un ataque cibernético al mando y control puede dejar a ciegas a la fuerza armada de un país hostil. Las distancias de combate se alargarán dado que los fuegos de artillería convencional serán con municiones con velocidades hipersónicas y con mayor alcance (100 kilómetros y más). Ello significa que el apoyo logístico y los centros de comando deben estar lo más lejos posible de los frentes de batalla, para mantenerse a salvo del fuego enemigo.

Mayor disposición de sensores como drones de recopilación de inteligencia de señales e imágenes y satélites, monitorearán los campos de batalla en tiempo real, evitando el factor sorpresa en las operaciones sobre el terreno: habrá más ojos y oídos en el cielo.

 A todo lo antes descrito, habría que agregar el desarrollo de armas autónomas como drones o robots que podrían sustituir a los soldados de infantería. En tal sentido, es posible que en un horizonte de 20 años los combatientes en las guerras futuras, sean máquinas y robots, mientras los humanos dirigen desde pantallas en salas de guerra o gestionan el conflicto a través de un casco, como los que usan los pilotos de los aviones de combate de quinta generación F-35.

Las guerras las ganarán los países que tengan la mejor combinación de plataformas de combate tradicionales con los nuevos desarrollos tecnológicos como los drones, sensores, armas de energía dirigidas y sistemas hipersónicos. Esta revolución tecnológica emergente, implica una adaptación del paradigma de guerra moderna, donde la tecnología y la innovación jugarán un papel crucial, en la forma de conducirla y hacerla.

(*) Politólogo/Magíster en Planificación del Desarrollo Global.

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