
Trino Márquez
En sus últimas intervenciones públicas –especialmente en la difundida el Domingo de Resurrección, día cargado de simbolismo- María Corina Machado ha insistido en que seguirá luchando hasta el final, y que será ella la candidata admitida por el régimen o será Corina Yoris. Trata de hacer valer la legitimidad de la Primaria y de los más de dos millones de votos obtenidos en esa masiva consulta. Me parece su postura correcta. Se resiste a que el candidato opositor sea escogido por Nicolás Maduro.
La actitud de MCM la entiendo como una táctica dirigida a fortalecer su imagen frente a la comunidad internacional, que se ha mostrado solidaria con sus legítimas aspiraciones, particularmente con Gustavo Petro y Lula Da Silva, dos líderes fundamentales de la izquierda latinoamericana solidarizados con su causa, distanciados del autoritarismo de Nicolás Maduro. En el plano interno, las declaraciones de MCM buscan consolidar sus posiciones para negociar en mejores términos con sus aliados dentro de la Plataforma Unitaria Democrática y con otros factores que, a pesar de no integrar la PUD, se oponen sin ambigüedades al Gobierno.
Hasta este punto entiendo y comparto la conducta de MCM. Una figura de su talla debe exhibir reciedumbre en los momentos más difíciles. Debe demostrar que no se rinde ante los primeros tropiezos porque allí reside su liderazgo: en su capacidad de afrontar con coraje las dificultades.
Sin embargo, no considero conveniente el sesgo anti Manuel Rosales que se percibe en miembros del entorno de MCM y particularmente de numerosos simpatizantes de la líder, que descalifican al gobernador del Zulia acusándolo de ‘alacrán’.
Es muy probable que a Rosales se le haya levantado la barrera que le impedía inscribirse en el CNE, luego de una negociación y un acuerdo con el oficialismo. Es muy extraño que pocos minutos después de haberse cerrado el lapso legal, él haya podido incorporarse en la lista de los admitidos. También es raro que el CNE haya extendido el plazo durante doce horas con el fin de que fuese admitido Edmundo González Urrutia, en representación de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) –la tarjeta de la manito-, ahora PUD. De acuerdo con los rumores puestos a circular por los detractores de González Urrutia, su nombre forma parte de la componenda entre el Gobierno y Rosales. Se trataría de un acuerdo para que el candidato de la PUD decline a favor de Rosales cuando la campaña haya avanzado y la elección de julio se acerque.
Todas estas conjeturas, convertidas en rumores perniciosos, están creando un clima tóxico dentro de la oposición. Ciertos personajes que pretenden dirigir la oposición desde Miami y otros lugares del mundo, se han encargado de fomentar esas especies malsanas que envenenan el ambiente y solo sirven para sembrar una atmósfera de mutua desconfianza entre quienes están obligados a buscar entendimientos.
Los líderes democráticos deben entender que el verdadero y principal enemigo es Nicolás Maduro. Todas las acciones políticas dentro de la oposición deben subordinarse al objetivo de iniciar un proceso de transición pacífico, ordenado y constitucional. El mandatario nacional forma parte de un grupo que durante un cuarto de siglo ha azotado a Venezuela. La ha empobrecido hasta el punto de ser el responsable del mayor éxodo que se ha producido en toda la historia nacional y en todo el planeta, sin que se haya registrado una invasión externa, una guerra civil o una catástrofe natural de grandes dimensiones.
La tierra donde se asienta la política es árida. La política es áspera. Los estudiosos más importantes de su historia destacan que la lucha por el poder generalmente prescinde de lealtades porque en ella intervienen seres ambiciosos, vanidosos, imperfectos. William Shakespeare en algunas de sus obras dramáticas más famosas –como Lady Macbeth y Enrique III- devela el alma de quienes aspiran o son jefes. Ese mismo proceso lo vive el régimen madurista y el PSUV, solo que de forma más atenuada porque sus dirigentes no divulgan los intríngulis de sus luchas intestinas. Lo ocurrido con Tarek El Aisami, quien lleva más de un año desaparecido, constituye una pequeña muestra de cómo se dirimen los conflictos en la cúpula madurista. Pero, el oficialismo se comporta como una tumba. Al estilo cubano, chino o ruso. Nadie se refiere a él. Totalmente ignorado. Nadie dice qué pasó con el antiguo miembro de la nomenclatura.
En cambio, en la oposición prevalece la diatriba y el descrédito, a pesar de que sus dirigentes han estado fuera del poder durante más de dos décadas.
MCM debe entender que su liderazgo está atado al triunfo de MR o de quien finalmente ella apoye de forma activa. Si ese candidato triunfa, ella compartirá los méritos por la victoria. Si es derrotado, la responsabilidad recaerá sobre ella y su liderazgo se derrumbará como ha ocurrido con otros dirigentes. Lo peor es que Venezuela seguirá hundida en la miseria.
La Unidad por encima de todo.
@trinomarquezc
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