
Tomada de Los Angeles Times
José G Castrillo M (*).
Haití, fue el segundo país del orden colonial del continente americano, que logró su independencia política, en 1.804, después de los Estados Unidos (1.776). Haití, fue la primera experiencia de un país completamente de esclavos, que se sublevó contra sus amos blancos, derrotándolos y asumiendo un autogobierno. Desde su independencia, esta nación ha recorrido un tortuoso camino para convertirse en una república, en un Estado nación viable y reconocido en el concierto de naciones. Su guerra de independencia fue intensa y el país quedó devastado.
Para lograr su reconocimiento como Estado independiente, varios años después, la exmetrópolis (Francia) exigió una fuerte indemnización a la naciente república, la cual, hasta las primeras décadas del siglo XX, seguía pagando. Ello afectó las rentas públicas y la posibilidad de construir una estatalidad que proveyera servicios básicos mínimos a su población. A ello habría que agregar que la lucha por el poder político siempre ha sido intensa, apelando a la violencia, por lo cual la intervención extranjera se ha sucedido en varias oportunidades para buscar la estabilidad y el orden.
En 1957, se instala una férrea dictadura apoyada por las potencias occidentales, en el contexto de la Guerra Fría, que dura hasta la muerte del dictador (Papa Doc) en 1971, asumiendo su hijo, Jean Claude Duvalier, quien continuó con un modelo represor y es depuesto por una revuelta popular en 1986.
Desde el fin de la dictadura de Duvalier hijo, Haití ha procurado fraguar un régimen político que pudiera garantizar la gobernabilidad y el orden social. Han llegado al poder hombres de diversas ideologías por medio de procesos electorales, pero la inestabilidad política ha continuado. Ha sido casi imposible lograr acuerdos o consensos para gobernar y gestionar la vida colectiva.
En 2010, un terremoto causó alrededor de 250.000 víctimas mortales, y una destrucción de infraestructura, sin parangón, que hizo a los haitianos más vulnerables al colapsar lo que quedaba de la infraestructura pública y civil.
Para agregar más calamidad, el 07 de julio de 2021, el presidente en funciones, Jovenal Moise, es asesinado en su residencia oficial. Crimen político enrevesado y con varios detenidos, tanto en Haití como en el extranjero (Estados Unidos).
Frente a esa grave situación de vacío de poder, asume el cargo el primer ministro, Ariel Henry, quien dada la situación política debió convocar a elecciones presidenciales para procurar conjurar la grave crisis política. Este prolongó su gestión y varios actores políticos exigían que se convocará el proceso electoral, cayendo en oídos sordos tal demanda.
A la tensión política, se agregaba la agudización de la crisis de seguridad, cuando grupos del crimen organizado,asesinaban, secuestraban y luchaban por el control del territorio, sin que las fuerzas de seguridad, pudieran detenerlos.
En este contexto situacional complejo, de vacío de poder y lucha política sin cuartel entre las distintas facciones partidistas, los actores criminales con control territorial de grandes franjas de la capital y otras ciudades, se convirtieron en actores de poder fáctico; el caos y la anarquía se ha apoderado de la sociedad haitiana.
El líder de una de las más grandes bandas criminales pidió públicamente al primer ministro su renuncia, bajo la amenaza de que si no dejaba el cargo, habría un mayor baño de sangre. A las pocas semanas el primer ministro renunció.
Recientemente se nombró un Consejo de Transición Política, conformando por siete miembros con derecho a voto, y dos observadores sin derecho a voto. Estos representan el espectro político y social de Haití, y tendrán como objetivo estratégico, nombrar un nuevo primer ministro encargado, así como designar un consejo electoral imparcial, que convoque la elección presidencial con condiciones y garantías para todos los actores políticos.
Las crisis pueden ser grandes oportunidades y ojalá que esta complicada situación en Haití, sea una oportunidad efectiva para que sus fuerzas políticas dejen de lado sus intereses parciales y puedan trabajar para la construcción de un programa político común, que permita a corto, mediano y largo plazo, sacar adelante a esta nación.
La comunidad internacional puede hacer aportes de diversos recursos, sin tratar de imponer una parcialidad política o una gestión tecnocrática. En las manos de los haitianos está la solución de sus graves problemas. Esta solución pasa por grandes acuerdos y consensos políticos que hagan viable política, factible, técnicamente, las soluciones a implementar. Sólo con un gran consenso político es posible superar el Estado fallido y recomponer la sociedad rota de la nación haitiana.
(*) Politólogo/Magister en Planificación del Desarrollo Global.
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