
Tomada de EuroNews
José G Castrillo M (*).
Taiwán es una isla de 36.197 Km2 ubicada en el este de Asia: bordea con el mar de China territorial en el norte, el mar de China meridional en el sur, el mar de Filipinas en el este y con el estrecho de Taiwán en el oeste. Fue una colonia de Holanda entre 1624 y 1661, luego pasa a estar bajo control de China hasta 1895, cuando Japón, después de su victoria en la primera guerra chino-japonesa (1894-1895), asume el control político de la isla, hasta 1945.
En 1949, culmina la guerra civil china, donde se confrontaron los comunistas y los nacionalistas, con el triunfo de los primeros. Los derrotados nacionalistas huyen a esta isla, con apoyo y protección de Estados Unidos.
Hoy Taiwán es una pujante sociedad industrial capitalista de 24 millones de habitantes. Es líder en la industria de los semiconductores o chips, componentes estratégicos para la economía digital. Cabe destacar que la mayor parte de los dispositivos electrónicos que se usan en el mundo, desde teléfonos inteligentes, computadoras portátiles, relojes y consolas de videos-juegos, contienen chips fabricados en Taiwán. La compañía taiwanesa conocida como TSMC, controla la mitad del mercado mundial de esta industria.
Además de su importancia para la economía digital, Taiwán tiene una ubicación estratégica, porque se encuentra muy cerca de las principales rutas marítimas que van desde Norteamérica hasta China continental, así como desde África, Europa y Asia.
El estatus político-territorial de Taiwán es, desde hace 75 años, un foco importante de tensión entre China y los Estados Unidos. Pocos países reconocen a Taiwán como un Estado soberano y China ha trabajado para que ello siga así, al considerarla una provincia rebelde.
Para China, Taiwán es un asunto no cerrado de su guerra civil, es un punto de honor para el orgullo nacional, luego de un siglo de humillaciones frente a los potenciales occidentales. Además, Taiwán es la puerta que permitiría a Beijing acceder a los mares abiertos, asegurando su conectividad marítima global. Es, por tanto, un reto geoestratégico para China controlar esta isla, un eslabón clave para que pueda dominar sus mares cercanos y obtener una salida directa a los océanos Pacífico e Índico.
Para los Estados Unidos, Taiwán es un asunto esencialmente geoestratégico, por ser un componente clave en la arquitectura de seguridad que ha construido en la región para cercar a China, como su principal rival geopolítico, económico y tecnológico.
En su competición estratégica con China, los Estados Unidos viene trabajando para consolidar alianzas regionales con el fin de frenar las ambiciones naturales de Beijing, de posicionarse como una potencia global, con un importante peso geoeconómico en la región. En tal sentido, ha asegurado lazos militares con Japón, Australia, Filipinas, Taiwán, Corea del Sur, la India y hasta con Vietnam, a los fines de reducir la posibilidad de China para controlar su conexión marítima de forma abierta.
El gobierno chino ha sostenido que estas alianzas que está tejiendo Estados Unidos con esas naciones, no tienen sentido y sólo alimentan la mentalidad de la guerra fría que todavía prevalece en las elites gobernantes del país del norte.
China bajo la gestión del presidente, Xi Jinping, viene desarrollando un ambicioso programa de modernización de sus fuerzas armadas, para su transformación de unas fuerzas predominantemente terrestres a unas multifuncionales, que se enfocarán en el manejo y control de otros dominios – marítimo, espacial, cibernético- que serán necesarios gestionar en el arte de guerra del siglo XXI. Es relevante señalar que Beijing, está construyendo una importante flota naval compuesta por destructores, fragatas, portaaviones, barcos de asaltos anfibios, submarinos, así como por un componente de aviación naval, que le permitirá proyectar fuerza en los mares cercanos y más allá, pensando en disuadir y presionar a Taiwán.
De carecer de una armada importante, China hoy tiene más buques de guerra que los Estados Unidos, y en los últimos 10 años ha usado esa fuerza naval para intimidar a Taiwán, haciendo maniobras y ejercicios alrededor de la isla.
La modernización militar se ha centrado en desarrollar unas fuerzas que puedan lograr la recuperación de Taiwán, por la fuerza si así lo requiere el liderazgo chino en los próximos años. Las capacidades aéreas, marítimas, cibernéticas, espaciales, electromagnéticas y de misiles apuntan hacia unas fuerzas armadas que, en primer lugar, buscarían disuadir a los Estados Unidos u otros países de participar en una contingencia en Taiwán. Estados Unidos ha mantenido una postura ambigua al respecto: dice que apoyaría a Taiwán en caso de una invasión por parte de China, pero sin aclarar si ello significaría intervenir directamente en ese conflicto.
Al considerar las líneas estratégicas del plan de desarrollo nacional de Beijing, que describe a China como una sociedad modestamente acomodada y unificada territorialmente para el 2049, no es descartable que intente hacerse del control de la isla, mediante el uso de la fuerza (invasión).
La gran interrogante es si ello daría pie a una confrontación militar entre dos superpotencias que tienen una relación muy sui géneris: competidores geoestratégicos y tecnológicos, socios comerciales y corresponsables claves en el fraguado de un nuevo orden internacional.
(*) Politólogo/Magíster en Planificación del Desarrollo Global.
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