
Tomada de Rojo y Negro
Tulio Ramírez
24.09.24
Al consultar la literatura especializada se informa que prefigurar escenarios en política es un proceso complejo y multifacético que involucra la anticipación de futuros posibles, basados en el análisis de tendencias actuales, factores históricos, y datos disponibles. Es una herramienta fundamental para la toma de decisiones estratégicas tanto a nivel individual como colectivo.
De tal manera que el ejercicio de dibujar escenarios futuros está basado en conclusiones lógicas a partir del análisis de múltiples factores que, interrelacionados, pueden hacer posible la prefiguración de una situación futura, con muchas probabilidades de concretarse en la realidad.
Si bien la futurología política no es un acto de prestidigitación mental o de epifanías iluminadoras que nos dejan ver el futuro, tampoco es el mero producto de una operación aritmética cuyo secreto estriba en identificar las variables en juego, incluirlas en una fórmula matemática y despejar la incógnita. Es algo más complejo que eso.
Los analistas se valen de teorías, herramientas y protocolos propios de la ciencia política para procesar datos empíricos y evidencias como las tendencias históricas, la cultura política, la influencia de los entornos nacionales e internacionales, las alianzas internas y los intereses en juego, para hacer pronósticos. Sin embargo, más allá de esas rigurosidades que dan credibilidad, también es cierto que imponderables y hechos fortuitos pueden alterar el curso de los acontecimientos y desfigurar el o los escenarios sugeridos.
La Historia nos ha dado muchas lecciones al respecto. En no pocas oportunidades el azar, el hecho fortuito, los imponderables han desviado algún desenlace lógico. Por ejemplo, Cristóbal Colón, buscando una ruta hacia las Indias, «tropezó» con un nuevo continente, lo que generó una profunda transformación en la historia de Europa, América y el mundo. ¿De haber navegado la ruta correcta, la historia hubiese sido otra?

Otro caso es el del asesinato del archiduque de Austria, Francisco Fernando. Este magnicidio fue la chispa que encendió la Primera Guerra Mundial. Si esa bala no hubiese dado en el blanco, ¿se hubiese desatado esa cruenta guerra? Pero hay otros ejemplos
El atentado de la Estación de Atocha en Madrid, ocurrido en 2004, trajo consecuencias políticas que alteraron las predicciones de todas las encuestas que daban como ganador en las elecciones a Jefe de Gobierno al candidato del Partido Popular por un amplio margen. Los comicios se celebraron tres días después del atentado y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) obtuvo una holgada victoria tumbando todos los pronósticos. El hecho de que el Partido Popular (PP), que gobernaba hasta entonces, hubiese vinculado a este atentado al Grupo ETA, siendo demostrado al día siguiente que los culpables fueron grupos Yihadistas, mermó la credibilidad del gobierno y su candidato.
Quién se iba a imaginar que luego de una alocución radial en la cual se anunciaba que a partir de ese momento los ciudadanos de la Alemania comunista podían cruzar libremente hacia el Oeste, se iba a generar un episodio tan trascendente. La caída del Muro de Berlín marcó el fin de la división de Alemania, la disolución del Pacto de Varsovia, la caída de la Unión Soviética y el inicio de un nuevo orden mundial. Quién dio el primer piquetazo al Muro, sin proponérselo también se lo dio a la Historia.
Venezuela no ha estado exenta de episodios que alteraron el curso predecible de los acontecimientos. Era un hecho acordado entre el presidente de la República, General Isaías Medina Angarita, y Rómulo Betancourt, representante del partido opositor Acción Democrática, que el Dr. Diógenes Escalante sería el sucesor del presidente Medina. De esta manera se consolidaría una transición pacífica y acordada hacia la democracia.
Este acuerdo se truncó cuando, según el escritor Francisco Suniaga, Escalante comenzó a ver sus camisas volando por la ventana de la habitación que ocupaba en el Hotel Ávila de San Bernardino. Una enfermedad mental sobrevenida no prevista en los cálculos políticos, le impidió asistir a la reunión donde se oficializaría su candidatura. Tal contrariedad rompió el acuerdo entre gobierno y oposición, desembocando en el golpe de Estado contra Medina, auspiciado por algunos militares y el partido AD. Si no hubiese perdido la razón Escalante, Venezuela se hubiese ahorrado la dictadura de Pérez Jiménez, ¿quién sabe?
Hay otros casos en las cuáles alguna alteración durante el curso de los acontecimientos ha dependido de una decisión tomada al momento que se convierte en un disparador de eventos posteriores. Por ejemplo, habría que preguntarse si esa breve alocución del militar golpista Hugo Chávez por la televisión nacional anunciando al país que “por ahora no se habían logrado los objetivos”, fue la que desencadenó esa ola de adhesiones que lo llevó a la presidencia de la República. Si no hubiese tenido ese espacio ¿los acontecimientos futuros se hubiesen dado tal como se dieron?, ¿cómo saberlo?
Un evento más reciente también nos podría servir de ejemplo. A solo horas de cerrar la posibilidad de inscribir al candidato de la Plataforma Unitaria, en el ambiente se dejaba colar la posibilidad de no participar en las elecciones por no tener abanderado. Unos se negaron y otros no generaron consenso. Faltando poco tiempo para cerrar el proceso de inscripción de candidatos, Edmundo González Urrutia aceptó serlo. Si no toma esa importante decisión en el último minuto, cuál sería la historia al día de hoy. Creo que es muy fácil imaginarla.
Las certezas absolutas en las ciencias sociales y humanas no son posibles, por lo menos no como en las ciencias naturales. El libre albedrío, los imponderables, los hechos fortuitos, la personalidad de los protagonistas, los miedos, las crisis sobrevenidas, las catástrofes naturales, entre otros, son factores que pueden voltear una bitácora que se venía desarrollando sin contratiempos.
En el caso específico de la ciencia política, los modelos sirven como útil referencia para comprender la realidad, pero no para sustituirla, mucho menos para adivinarla. Esperar de estos especialistas certezas absolutas puede desembocar, en caso de no cumplirse, en frustraciones y en injustas descalificaciones. Quizás por ello, muchos analistas venezolanos después de exponer sus escenarios, concluyen advirtiendo que, en todo caso en este peculiar país, definitivamente, “lo más seguro es que quién sabe”.
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