
Tomada de Forbes Colombia
La riqueza o la pobreza de un país no depende de su situación geográfica, cultura, clima o de lo que han esgrimido durante años países como Cuba con más de 60 años de dictadura para justificar su crisis humanitaria y “el bloqueo económico”
Francisco Olivares
10.12.24
Si bien por sanciones, hay factores que traban la inserción a la economía global, se llega al camino de la pobreza cuando no se cuenta con instituciones inclusivas e independientes que trabajen a favor del ciudadano, sino que son manejadas a capricho por el poder central. Ser un un país rico o un país pobre, también depende de la política de sus gobiernos, libertades cívicas y económicas y la transparencia de sus actuaciones.
Pero especialmente, un elemento que acompaña ese camino equivocado son “las personas poderosas que siempre procuran hacerse con el control total del gobierno, menoscabando el progreso social en beneficio de su propia codicia. ¡Ejerza un férreo control sobre esas personas mediante una democracia efectiva o vea cómo fracasa su país!”. Así lo alerta el profesor del MIT, Simon H. Johnson, al resaltar la importancia del libro “Por qué fracasan los países” de los investigadores Daron Acemoglu y James A. Robinson. Acemoglu y Johnson también son autores del libro “Poder y progreso”.
Acemoglu y Johnson, profesores del Massachusetts Institute of Technology (MIT), de Cambridge; y Robinson, de la Universidad de Chicago, obtuvieron el Premio Nobel de Economía 2024 por sus estudios sobre la desigualdad de las naciones. En sus investigaciones los tres economistas explican por qué las raíces del descontento de esos países que fracasan se encuentran en la pobreza generada por sus propios gobernantes. Se trata de un profundo estudio sobre los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, que les llevó 15 años de investigación para entender las razones por las que existe ese gran abismo en el nivel de vida entre países ricos y países pobres y por qué persisten las desigualdades.
El descontento de los venezolanos por la crisis que vive el país lleva casi tantos años como el chavismo en el poder. Sin embargo, ese malestar se manifestó de manera masiva en los últimos cinco años cuando alcanzó a la mayoría de la población, especialmente a los sectores populares, gremios, sindicatos y organizaciones civiles que salieron a las calles al ver perdidas sus condiciones básicas de vida, protestaron contra la corrupción, la pobreza, y finalmente se unieron en el proceso electoral del pasado 28 de julio (28-J) para reclamar un cambio político como única vía de reencontrar algo del país en el que vivió la generación anterior.
Vivir en protesta
“En los países ricos, las personas están más sanas, viven más tiempo y tienen unos niveles de educación más altos. Asimismo, pueden acceder a una serie de comodidades y opciones en la vida, desde vacaciones hasta carreras profesionales, con las que las personas de los países pobres solamente pueden soñar. Además, los habitantes de los países ricos conducen por carreteras sin baches y disfrutan de lavabos, electricidad y agua corriente en sus hogares. Normalmente, sus gobiernos no los detienen ni los hostigan arbitrariamente; al contrario, les proporcionan servicios que incluyen educación, atención sanitaria, carreteras, ley y orden. También hay que señalar que los ciudadanos votan en las elecciones y tienen cierta voz en la dirección política que toman sus países”. Así describen los investigadores premiados, las grandes diferencias que existen en la desigualdad mundial, evidente para todos, incluso para quienes viven en países pobres o bajo dictaduras, aunque muchos carezcan de acceso a la libre información. “Es la percepción y la realidad de estas diferencias lo que empuja a la gente a cruzar el río Grande o el mar Mediterráneo ilegalmente para tener la ocasión de experimentar las oportunidades y el nivel de vida de los países ricos”, señalan Acemoglu y Robinson en su libro “Por qué fracasan los países”.
Más de la mitad de la humanidad que vive sin esas condiciones básicas de libertad y bienestar se encuentra bajo el dominio de regímenes con distintas ideologías o tradiciones religiosas. Lo común es que tienen al frente líderes autócratas que quieren permanecer eternamente en el poder.
Deseos lejanos
Los beneficios básicos de una vida con libertades, aún con las evidentes limitaciones de un país del tercer mundo, como los tuvo la Venezuela democrática de mediados del siglo XX, hoy parecen un propósito lejano y difícil de acceder. A esa conclusión llegaron por ejemplo los más de 7 millones de venezolanos que han emigrado y los otros 7 millones que se manifestaron por un cambio político el 28-J.
Cuando Nicolás Maduro asumió el poder en 2012 designado por el padre del socialismo del siglo XXI, Hugo Chávez, el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita estaba en 12.688,11 dólares. Los altos precios del petróleo y una industria petrolera aún productiva permitieron disfrutar de altos ingresos.
Sin embargo, los efectos de las políticas estatistas, la corrupción y las políticas de mayores controles sobre la sociedad y la economía hicieron estragos y en 2020 el PIB per cápita llegó a su punto más bajo con $1.566,6. Venezuela perdió casi 80% de su PIB.
Encontró una ligera recuperación en 2023 por la liberación de precios y el control de cambio para retomar ingresos de $3.659,2. No obstante, la recuperación de su estructura productiva respecto a la Venezuela del siglo XX sigue siendo muy lejana en las actuales condiciones políticas. La distancia con el nivel de vida de los países más desarrollados, con sistemas democráticos más estables, es aún mayor, como Luxemburgo, Noruega o Irlanda donde los ingresos per cápita superan los 100 mil dólares.
De allí que las grandes migraciones no van hacia países con autocracias. Incluso importantes personajes del gobierno, cuando son execrados o deciden retirarse para disfrutar de sus fortunas recién adquiridas, buscan refugio en los países democráticos del primer mundo.
La pobreza del siglo XXI
De acuerdo al Estudio de Condiciones de Vida de 2023 (ENCOVI) de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), 89% de los hogares de Venezuela padecen inseguridad alimentaria. La mitad de los hogares no perciben ingresos suficientes para cubrir la canasta alimentaria básica, categorizándose en situación de pobreza extrema. De acuerdo a los ingresos per cápita, Venezuela está ocupando el puesto número cuatro entre los países más pobres del continente encabezados por Haití, Nicaragua y Honduras. Llegar a esos niveles de pobreza tiene una diversidad de razones en los que la política y el modelo económico aplicado tienen una gran responsabilidad.
El Índice de Libertad Económica de 2022, de Fraser Institute, ubicó a Venezuela en el último puesto por detrás de autocracias como Siria, Sudán y Zimbabue, entre 165 países analizados. Mientras que el ranking lo encabezan Singapur, Suiza, Nueva Zelanda y EE.UU., que también se encuentran entre las 7 naciones con mayor ingreso per cápita en el mundo.
Otro registro interesante es el Índice de Burocracia en Iberoamérica que registra la Universidad de Florida correspondiente a 2023. En el estudio realizado sobre 17 países fueron considerados los totales ponderados por relevancia de los sectores económicos en cada país de la muestra. La serie arrojó un promedio de 2.666 horas necesarias para abrir una empresa y estar lista para iniciar su normal funcionamiento. Eso equivale a más de 111 días. Es de resaltar que ese promedio se eleva en cuatro países de la muestra y ubica a Venezuela como el país que pone las mayores trabas para iniciar una empresa con (7.106,2 horas). Eso es más del doble que el promedio de los 17 países estudiados.
Una de las mediciones más importantes para el desarrollo de un país es el Índice de Libertad Humana estudiado por Fraser Institute sobre 165 países. La medición correspondiente a 2023 ubica a Venezuela en el puesto 162 acompañando a Siria e Irán en los tres últimos lugares.
El Maduro liberal
Desde sectores disidentes dentro del chavismo que se han autodenominado “originarios”, algunos de ellos en el exilio, acusan a Nicolás Maduro de haber desviado la revolución socialista y de estar llevando al país a un modelo “neoliberal”. Esa visión se apoya en las medidas económicas que han permitido ciertos mecanismos “liberales” como liberar precios, importar, exportar, hacer operaciones financieras con dólares y euros; por lo que algunos sectores económicos han logrado sobrevivir dentro de la crisis política e institucional y mantener en funcionamiento sus empresas privadas.
A eso se agrega un proceso de privatizaciones de empresas del Estado que se encuentran quebradas y están siendo “vendidas” o entregadas a empresarios cercanos o “aliados” del gobierno, especialmente empresas extranjeras de los países aliados como Irán, Rusia y China.
Sin embargo, el proceso que vivió el país con el evidente triunfo opositor en las elecciones del 28-J, ha provocado una radicalización del gobierno de Maduro y el grupo de confianza que dirige el país. El Plan Patria que se aplicará entre 2025 y 2031, apunta a ejercer mayor control sobre las instituciones, los organismos de elección popular, como consejos legislativos, gobernaciones, irán perdiendo funciones y recursos para fortalecer la estructura del Estado Comunal que será el centro del poder.
Esas políticas se encaminan a mayor centralización y reducción de la oposición política y económica que no se adapte a la nueva estructura gubernamental que se comienza a aplicar. Los principales voceros políticos ya confeccionan leyes para aplicar inhabilitaciones políticas permanentes, mayor control sobre la información y redes sociales y otras medidas extremas para la implantación de un modelo político “socialista”, como lo establece el Plan Patria 2025-2031.
El no reconocimiento de la alternabilidad en el poder y la creación del Estado Comunal llevarán a Venezuela a ser un país más autocrático y cerrado a la economía global y al libre desarrollo económico por lo cual, el camino a la pobreza podría ser mucho más severo, aunque ya lo es para 87% de la población.
Como reflexión de lo que pasa en Venezuela, y en más de la mitad de los países en el mundo que no viven en democracia, concluyen los autores de la investigación “Por qué fracasan los países” que: “la posibilidad de que se produzca un cambio en una sociedad es cuando un segmento amplio se movilice para afectar y organizar el cambio político y no lo haga por razones sectarias ni tomar el control de las instituciones. La posibilidad de que ese proceso se ponga en marcha y abra la puerta a una mayor cesión de poderes, y finalmente una reforma política duradera, dependerá de la historia de las instituciones políticas y económicas”. Así lo comenzaron a expresar los venezolanos en estos últimos años.
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