
Tomada de El Mundo
Andrés Cañizález 26.02.25
Las urnas de votación reflejaron claramente el triunfo de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales del 7 de octubre de 2012. Sin embargo, si nos guiamos estrictamente por la definición de fraude que proporciona la Real Academia Española de la Lengua, en torno a estos comicios ocurrió uno, ya que sistemáticamente no se le dijo la verdad a los venezolanos sobre el estado de salud del mandatario que buscaba con afán la reelección, incluso por encima de su propia condición física.
La definición a la que nos apegamos dice que el fraude es una acción contraria a la verdad y a la rectitud. Tal cosa tuvo lugar en aquella campaña. Un Chávez que visiblemente enfermo utilizara su condición para rogar a Dios que le diera vida, tal vez podía quedar en el terreno de los excesos de una contienda. Sin embargo, en paralelo, el propio gobierno construía una narrativa sobre la supuesta mejoría del presidente, al punto de sostener que ya estaba curado.
De forma sistemática, se omitió información a la sociedad que eligió como presidente a un hombre que ni siquiera alcanzó a juramentarse para el período presidencial, ya que a dos meses de las elecciones hizo su última aparición pública básicamente para despedirse y designar a Nicolás Maduro como su heredero político. En términos estrictamente electorales, la estrategia le funcionó al chavismo, ya que un Chávez en la recta final de su vida, pero ofreciendo que gobernaría otro período, ganó el 7 de octubre de 2012 al obtener 8,1 millones de votos, contra 6,5 millones que alcanzó Henrique Capriles.
Un triunfo nítido, pese a la vulnerabilidad
Si bien se redujo la diferencia entre Chávez y el candidato presidencial opositor, en comparación con elecciones anteriores y en particular la de 2006 cuando la brecha fue importante, el triunfo del presidente-candidato fue indiscutida. Pero esto no sólo se logró con el fraude sobre la salud de Chávez, sino con cuantiosos recursos públicos que se pusieron al servicio de la permanencia del chavismo en el poder, tal como lo señaló en su momento el capítulo local de Transparencia Venezuela.
Para estudiosos extranjeros sobre la política venezolana, como es el caso de Jennifer Cyr, lo más llamativo de aquella campaña de 2012 terminó siendo el estado de salud de Chávez en contraposición con un Capriles, joven y enérgico. Chávez, según Cyr, realizó su campaña desde una posición debilitada, tras haber sido diagnosticado con cáncer en 2011 y ser tratado en Cuba, bajo un estricto secreto de Estado.
De esta forma, “el presidente no pudo realizar la campaña frenética que había hecho para otras contiendas presidenciales (…) frente a la fragilidad de Chávez, Capriles parecía aún más joven y viril”. Esta conjunción de condiciones, junto a la fortaleza que mostraba el origen unitario de la candidatura de Capriles, electo en unas inéditas elecciones primarias organizadas por la Mesa de la Unidad Democrática, en febrero de aquel 2012, hacían ver a Chávez –por primera vez desde 1998- como derrotable en las urnas.
Junto a factores políticos como los señalados, en la Venezuela de aquel 2012 comenzaban a aflorar indicios de lo que años más tarde sería una crisis económica descomunal. Las elecciones presidenciales de entonces tuvieron como telón de fondo, y esto lo resalta Cyr, alta inflación y aumento del desempleo, junto a escasez de alimentos básicos y el notable abandono de las grandes obras de infraestructura que el propio Chávez había iniciado años antes.
Empero, en este clima de problemas económicos, una suerte de la punta del iceberg de lo que vendría después en materia de hiperinflación, desabastecimiento y contracción económica, la tendencia de los votantes estuvo a favor de mantener el estatus quo. Se inyectaron sumas inverificables a las misiones, que en ese año se rebautizaron como “Grandes Misiones”, y el peso de estos programas en el imaginario social del momento era que el candidato opositor Capriles básicamente prometía seguir con estos planes.
La dimensión político-electoral de las misiones comenzaba a ser estudiada de forma crítica por académicos foráneos, ya que al analizar elecciones previas a 2011 se detectó una correlación fuerte entre las asignaciones de las misiones por comunidad y el éxito electoral del chavismo en esos mismos lugares. Se observaba ya, sin ambages, que el fin de tales programas no era paliar la pobreza o atender necesidades básicas insatisfechas, sino que su objetivo era “cultivar el apoyo para el presidente Chávez”, como lo precisa Cyr.
El triunfo del presidente, como hemos señalado, fue claro. Una diferencia por encima de 10 puntos porcentuales (55,07% versus 44,31%) mostró un fortalecimiento de la oposición, si se le comparaba con 2006, cuando Manuel Rosales fue el candidato presidencial, pero a fin de cuentas fue un resultado en 2012 bastante distante de lo que proyectaba la propia oposición: una votación más cerrada. Algunas encuestadoras también mostraron una brecha menor entre Chávez y Capriles.
Cyr recuerda que cuando Chávez, en 1998, se impuso sobre Henrique Salas Römer, le sacó 16% de votos de diferencia, mientras que en 2000, ante Francisco Arias Cárdenas, el mandatario obtuvo un 22% más. En 2006, cuando Rosales fue el candidato opositor, Chávez le aventajó por casi 26%. Visto en sentido histórico, sin duda, el resultado obtenido por Capriles mostraba un fortalecimiento opositor pero que no fue suficiente, ni aún con la vibrante y extenuante campaña que hizo, para poder vencer al chavismo en las urnas.
Lo que mostraron las elecciones presidenciales de 2012
Al hacer una revisión de reacciones y análisis de las elecciones, se discutía mucho sobre si existían dos países, una mirada puesta en tela de juicio por el jesuita y politólogo Arturo Sosa, quien en ese momento era rector de la Universidad Católica del Táchira.
Los resultados de 2012, como los de comicios previos, según la revisión hecha por la experta en temas electorales y de comunicación política, Carmen Beatriz Fernández, mostraban un nítido patrón de comportamiento entre los electores venezolanos: “el país rural vota más al proyecto chavista que el país urbano”. En Venezuela no existía una lucha de clases, como lo enmarcaba la narrativa del chavismo, sino una dicotomía entre habitantes de grandes ciudades y los de ciudades pequeñas o intermedias y el mundo netamente rural.
Fernández apunta que en 2012 la pugna entre Chávez y Capriles enfatizó este contraste rural-urbano en la dinámica política-electoral del país.
Por su parte, Luis Lander, quien entonces estaba al frente de la iniciativa “Ojo Electoral”, refrescaba en un artículo una arista que venía observando en la Venezuela electoral. Esta era la concentración del voto entre el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y la MUD. En aquel 2012, Chávez y Capriles concentraron más del 99% de los votos, mientras que los otros candidatos oficialmente inscritos apenas sumaban 0,67%.
Lo otro que estuvo presente en 2012, según Lander, era una suerte de narrativa apocalíptica que compartían tantos voceros oficiales como opositores: la tesis de que, en esas elecciones, las de 2012, se jugaba el destino o el futuro, lo cual podía explicar la alta participación en aquel 2012. La abstención estuvo entonces ligeramente por debajo del 20%.
Por su parte, Arturo Sosa cuestionaba la tesis de los dos países. A su juicio, tal enfoque haría inviable una perspectiva democrática común para Venezuela, un asunto que remarcó en su lectura posterior a las elecciones de octubre de 2012. En su opinión, seguía siendo la democracia el mayor desafío para la sociedad venezolana, tras el agotamiento del modelo democrático surgido del pacto de élites de 1958.
Y justamente, un editorial de la revista SIC, en el contexto electoral de 2012, cuestionaba que el propio presidente Chávez hubiese designado personalmente a los candidatos del PSUV para las elecciones de gobernadores que se celebrarían al 16 de diciembre de aquel año. “La lógica del control y el nombramiento a dedo no deja lugar a la lógica deliberativa y participativa”, puntualizaba el texto, para señalar que ese liderazgo personalista impedía construir entre quienes ocupaban el poder un liderazgo genuinamente compartido, democrático, tal como se pregonaba de forma insistente desde el chavismo.
Fuentes
Centro Gumilla (2012). “Editorial: El país, elecciones y realidad” En: SIC. N° 749. pp. 386-387.
Cyr, Jennifer (2013). “Que veinte años no es nada: Hugo Chávez, las elecciones de 2012 y el continuismo político venezolano”. En: Revista de Ciencia Política. Vol. 33. N° 1. pp. 375-391.
Fernández, Carmen Beatriz (2012). “Venezuela 2012. Una elección crítica”. En: Más poder local. N° 11. pp. 28-29.
Lander, Luis (2012). “El 7 de octubre: los patrones electorales se repiten”. En: SIC. N° 749. pp. 391-393.
Sosa, Arturo (2012). “Después del 7 de octubre de 2012. La democracia es el desafío político de Venezuela”. En: SIC. N° 749. pp. 388-390.
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