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El maestro Prieto en el panteón (I)

Tomada de La Gran Aldea

Tomás Straka 27.02.25

El pasado 16 de enero fueron llevados los restos de Luis Beltrán Prieto Figueroa al Panteón Nacional. La ceremonia, que pasó más o menos desapercibida en medio de las juramentaciones de Nicolás Maduro y de Donald Trump, mostró cuán compleja fue la vida y la obra del pensador, educador y político margariteño, así como las dificultades que hoy enfrenta su memoria.  Si bien la admiración que se le tributa como maestro es casi unánime, su actuación y pensamiento políticos no genera tantas coincidencias.  Poco importa que hayan sido inseparables de lo escribió e hizo como educador, cosa que no está tan clara en el recuerdo de los venezolanos, o que, desde su perspectiva, sus cambios no significaron una ruptura en lo esencial.  El hecho es que, visto desde hoy, está el Prieto Figueroa fundador de Acción Democrática (AD), uno de los líderes clave del 18 de octubre y del Trienio, el pensador socialdemócrata y anticomunista, presidente del Congreso de la República entre 1962 y 1965, justo cuando los enfrentamientos con la guerrilla comunista y con la Cuba de Fidel Castro llegaron a su punto más alto.  Y está el Prieto Figueroa que en 1967 lideró la más grande de las divisiones de AD, funda el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), que se lleva una buena parte de la militancia, ayudando a su primera derrota electoral. Es el líder que de la socialdemocracia se radicaliza en la década de 1970 hacia un socialismo cada vez más cercano al comunismo.  Es el Prieto Figueroa que afirmará que AD y, en especial, Rómulo Betancourt, traicionaron los ideales revolucionarios de la primera hora, y que, por tanto, la tarea histórica es recuperar las raíces y construir un socialismo. 

Hay, por lo visto, un Prieto Figueroa para cada uno de los grandes polos de Venezuela.  El que reivindica a la democracia de Puntofijo y el que la considera una traición a las grandes aspiraciones populares.  Los honores del Panteón que le fueron tributados son, en consecuencia, un caso especialmente representativo del modo en el que la memoria es un asunto político de la actualidad.  Repasar brevemente -en realidad muy brevemente- su vida, que atravesó el siglo XX (1902-1993), y sus ideas, tal vez pueda ayudar a poner las cosas un poco en claro, y sobre todo a que cada ciudadano, si ha de escoger a un Prieto Figueroa, lo haga con  la mayor conciencia posible.  Tal es el objetivo de las siguientes líneas.

El joven y el viejo Prieto

Podría hablarse de una especie de “joven Prieto” y “viejo Prieto”, más o menos de la misma forma como en la década de 1970 se habló de un “joven Marx” y un “viejo Marx”. Primero, por lo que tiene la división de artificiosa: al cabo todos los humanos que llegan a viejos son, en poco o en mucho, distintos de cómo eran cuando jóvenes, y la división tajante entre ambos Marx es un asunto de la posteridad y sus problemas, no de Marx y los asuntos que lo inquietaban en vida. Lo que lleva al segundo punto: el sentido del artificio. En los setentas la idea era contraponer una especie de “verdadero” pensamiento de Marx en su juventud, esencialmente humanista y creativo, frente a un Marx con las ideas más o menos esclerotizadas en la madurez, más centrado en la economía.  En el fondo se trataba de explicar que en el marxismo, pese al fracaso económico y a la deriva totalitaria del comunismo, no todo está perdido, sino que había, desde el mismísimo Marx, una semilla para un socialismo con rostro humano.

Algo similar pasa con los Prieto Figueroa “viejo” y “joven”, en el que cada sector busca al auténtico.  En tanto que para unos el joven adeco es el de las ideas creadoras y los grandes logros, en tanto que el viejo muestra la decadencia de sus derrotas políticas y enconos, que lo extravían en el archipiélago de la izquierda posterior a la derrota guerrillera (derrota que él, además, ayudó a forjar); para otros el joven vivió en el error, hasta que tuvo su propio Camino de Damasco y halló la buena nueva del socialismo. En este sentido, el discurso pronunciado por Nicolás Maduro en el Panteón Nacional (https://www.youtube.com/watch?v=ZTe-Teg3heU) es una pieza que debe oírse con atención.  Antes que nada, tiene mucho de autobiografía política.  Hijo de un líder sindical que de AD se fue al MEP, el universo en el que se creció el presidente fue mepista, de profunda admiración por Prieto Figueroa.  Básicamente reivindica las ideas del MEP, lo que podía haber estado implícito desde que en 1998 apoyó a Hugo Chávez, así como por la asunción de Prieto Figueroa como uno de los héroes del chavismo, pero que ahora quedan explicadas sin rodeos.  Nicolás Maduro no elude el pasado adeco del inhumado: se trata de uno de los fundadores “del Partido del Pueblo, Acción Democrática, la conjunción de todas las corrientes progresistas, bolivarianas, zamoranas, nacionalistas, antiimperialistas, del momento histórico.  Es una de las maravillas fundacionales en el siglo XX venezolano…” (minutos 57:43-58:55).  Pero en la década de 1960, continúa el presidente, vio como “el proyecto original era manchado y traicionado” (minuto 59:55).  En 1967 la “oligarquía” decidió que no podía ser presidente.  Prieto sale de AD, establece su partido, compite en las elecciones de 1968, pero le cometieron lo que acusa de “gran fraude” (minuto 1:07:55).  Prieto se dedicó a pensar en un proyecto para Venezuela, “retomando las tesis fundamentales que le dieron fundación a Acción Democrática” (minuto 1:15:45) y adoptando, finalmente, el “socialismo venezolano” (1:16:15).

Esta versión de la historia se ajusta bastante bien a lo que Prieto Figueroa y sus seguidores sostenían.  Y dibuja, sobre todo, la forma en la que vivieron e interpretaron sus vidas y sus ideas un sector importante de la izquierda venezolana: de AD al socialismo sin pasar por ningún partido comunista.  Es el camino del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el primero de los MIR que se fundan en América Latina (en 1960, en 1962 nace el peruano y en 1965 el chileno), fundamental en la lucha guerrillera; es el camino de los partidos que nacen del MIR después de la derrota guerrillera, como Liga Socialista (1970), en la que militó Nicolás Maduro, y Bandera Roja (1970); y es la historia del MEP, que en los setenta y ochenta hace alianzas con otros partidos de izquierda, encajando un fracaso electoral detrás de otro, hasta quedar muy reducido (aunque siempre manteniendo una presencia importante en el sector sindical). Por eso es un “socialismo venezolano”, que no duda en declararse nacionalista.  

Según este visor -que, notablemente, defienden también algunos sectores de la derecha- en realidad nunca hubo tal radicalización, sino que fue AD y, sobre todo, Betancourt, quienes se movieron demasiado a la derecha.  Es un tema para debatir, tanto por las posiciones anticomunistas que ya sostuvo el Partido Democrático Nacional (PDN) en la década de 1930, como por las ideas que el mismo Prieto Figueroa sostuvo hasta la década de 1960. Durante el exilio de la década de 1950, en el que Betancourt públicamente marcaba distancia con el comunismo, no se apartó de su línea.  Entre 1959 y 1969 editó la revista Política, que aglutinó a todos los pensadores de la socialdemocracia latinoamericana y que, en esencia, se centró en defender su modelo de Revolución democrática frente a la Revolución Cubana y, en general, el comunismo.  En la crisis de AD de 1960 se mantuvo fiel a la llamada Vieja Guardia, frente a los jóvenes radicalizados que se marcharon, fundaron el MIR y se fueron a la guerrilla; y a lo largo de los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, ocupó, según la Constitución del momento, el segundo puesto más importante del Estado después de la presidencia de la República, que era la presidencia del Congreso.   Si lideró la tercera división de AD, fue porque no pudo ser su candidato.   Por supuesto, Prieto Figueroa entendió que no podía eludir un currículo adeco tan notorio, por lo que confesó que ya en el gobierno de Betancourt comenzó a experimentar una ruptura con el camino que estaba tomando.  Hay que admitir que el quinquenio de Leoni (1964-1969), en el que la lucha guerrillera llegó a sus niveles más altos, muchos adecos comenzaron a tener problemas de conciencia por las posiciones cada vez más céntricas del partido.  Leoni impulsó reformas legales en las áreas tributarias, educativas y de hidrocarburos, que fueron derrotadas por el Congreso y por un sistema de alianzas en los que AD no pudo imponer, al menos en toda su amplitud, sus tesis de la Revolución democrática. Leoni acató, como corresponde a un presidente democrático, pero muchos adecos empezaron a pensar que tal vez se estaba traicionando el espíritu revolucionario.  El mismo Leoni reflexionó sobre eso en sus últimos discursos antes de morir, que retoman un tono marxista que parecía haber abandonado mucho antes.  De modo que la idea de que Prieto Figueroa rescatara “las tesis fundamentales que le dieron fundación a Acción Democrática”, estaba en el aire.

A diferencia de la división de 1960, integrada por jóvenes radicalizados y apoyados por Cuba; y la de 1962, en la que Raúl Ramos Giménez sólo se lleva a un pequeño sector de la dirigencia, la división de 1967 fue muy traumática.  Prieto Figueroa era un histórico, un intelectual muy respetado, un líder muy popular, que en las elecciones de 1968 obtuvo casi un 20% de los votos.  La supuesta carta que envió Betancourt desde Berna a los militantes de AD, los fulminaba como el líder de un grupo esencialmente corrupto, comparable al Partido Auténtico cubano, que podrían hacerle a la democracia venezolana un daño como el que los auténticos hicieron con la cubana.  Por su cercanía con el Partido Auténtico, todos en AD entendían de qué se trataba.  La autenticidad de la carta sigue siendo un asunto de debates, pero circuló mucho y a Prieto Figueroa le dolió sobremanera.  Llegó a considerar a Betancourt y a Leoni hermanos, unos que, diría después en frase célebre, “fueron para la guerra y murieron”.   A partir de 1968 el destino político de Prieto está lleno de pasos en falso: en 1973 el MEP postula a Jesús Paz Galarraga, otro exlíder histórico de AD, en alianza con el Partido Comunista, alcanzado sólo el 5% de los votos; en 1978 Prieto Figueroa vuelve a lanzarse y alcanza apenas un poco más del 1%.  El MEP, cada vez más a la izquierda, se desdibuja en el ecosistema de los partidos socialistas y comunistas que nacen de la guerrilla, aunque mantuvo una presencia importante de el mundo sindical.  Algunos de los sindicalistas mepistas, eso sí, le dieron la razón a Betancourt o al autor apócrifo de la carta: se comportaron como auténticos.  Pero el partido logró sobrevivir a su líder, integrarse a la alianza chavista y, de un modo u otro, seguir existiendo hasta hoy.

¿Traicionó Prieto Figueroa a AD al radicalizarse, o AD traicionó a sus ideales yéndose al centro? Depende de cómo se vea, ninguno de los dos hizo en realidad una traición. Las circunstancias y las personas cambian.  Pero también es cierto que la idea de la Revolución democrática fue deshilvanándose en los setenta, dando crédito a los mepistas y a los otros que la consideraron traicionada; en tanto que el monumental fracaso del socialismo real da crédito a quienes ven en el “viejo Prieto” a un hombre extraviado y, tal vez, un poco sentido por las derrotas, que se dejó envolver por la izquierda comunista El punto es que lo que se piense sobre esto no es un asunto de disquisiciones académicas, sino algo asociado a la más inmediata actualidad.  No es lo mismo decir: los hechos demuestran que Prieto Figuera al final tuvo razón, a decir que, justo por los hechos, lo mejor fue sacarlo del camino a la presidencia en 1968.   No es irrelevante, por lo tanto, que una de las primeras acciones de Nicolás Maduro después de juramentarse por tercera vez en la presidencia, hayan sido los honores del Panteón para Prieto Figueroa, con discurso autobiográfico y evaluación del legado de AD incluidos.  

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