
Tomada de El Ancasti
Oscar Hernández Bernalette 13.05.25
Debo confesar que quien escribe este artículo tiene subjetividades sobre la guerra de las tarifas, después de pasar cuatro años en la Organización del Comercio(OMC), rara vez coincidirías con cualquier medida restrictiva al libre comercio. Sin duda, aunque algunos especialistas consideran lo contrario, las tarifas son un obstáculo al libre comercio y mientras más altas menos incentivos para el libre tránsito de servicios y mercancías.
La propuesta que lanzó el gobierno de Trump, consecuente con su anterior administración, parte del principio de que las tarifas permiten nivelar el déficit fiscal y ahuyentan a los exportadores de países con ventajas comparativas con mano de obra barata, por ejemplo, China , Vietnam y Bangladesh, entre otras naciones. Hasta allí es cierto, pero el tema es más complejo. En el caso de un país de la complejidad de los Estados Unidos, la media restrictiva más que ayudarlo, terminará y espero estar equivocado, perjudicándolo a largo plazo.
Partamos de la siguiente premisa: Estados Unidos no necesita industrializarse y menos convertirse en un país manufacturero. Por el contrario, la concentración de su economía como lo venía haciendo exitosamente debería concentrarse en el área de servicios, allí está la proyección del crecimiento económico de estos tiempos. Es en la tecnología y la exportación de servicios donde tiene hoy sus ventajas comparativas. La competencia no está en ensamblar teléfonos Apple o competir con la mano de obra barata de Bangladesh, está en ser la potencia tecnológica y en aquellos sectores que demandan los más altos estándares de personal. En un país que es el imán de los talentos a nivel global, su política económica y emigratoria debería estar enfocada en esa fortaleza.
Por otra parte, para competir con China o hacerle difícil el acceso a sus mercados, Estados Unidos debió haber continuado su política de negociación en temas como derechos laborales y derechos humanos, que en algún momento introdujeron en el sistema multilateral de comercio. No fueron pocas las disputas en la OMC ,UNCTAD y la OIT cuando estos temas se introdujeron con la finalidad de ir socavando la competencia desleal que se se generaba en países productores de bienes con regímenes que poco caso hacen a la normativa global en tanto respeto de derechos humanos, salarios y progresión laboral. De allí, vendrían entonces las nuevas restricciones sin necesidad de aterrizar en los aranceles, que en definitiva perjudican al país que los impone y a países aliados, a los que han sometido trasversalmente en esa política abrupta de la nueva administración.
Además, debemos recordar que hay suficientes evidencias que demuestran que la progresión en el comercio ha sido por el contrario la reducción de aranceles por las distorsiones que estos generan. Los primeros afectados son los consumidores y le sigue la espiral inflacionaria. Los Estados Unidos es también un importante exportador y las retaliaciones de otros socios no son una ventaja para las industria locales con vocación exportadora. Los déficit comerciales no son de por sí perjudiciales, pues el conjunto del comercio es el que determina los beneficios de la liberación en una economía global. En el caso que estamos evaluando, seguramente y en eso tiene razón el Sr. Trump, estas primeras medidas beneficiarán algunas industrias locales como la automotriz y generarán ingresos para el fisco, pero paralelamente, a largo plazo, pueden frenar los procesos de desarrollo tecnológico y la eficiencia por la falta de competitividad; productos más caros para los consumidores y las desconfianza comercial hacia los Estados Unidos por parte de importantes socios como es el caso de Canadá.
Pareciera, que el gobierno de Trump parcialmente ha recapacitado sobre las consecuencias de estas políticas, que por otra parte no solo le hacen daño a millones de trabajadores de muchos países del mundo beneficiados de las políticas de economía abierta, sino que generan un desapego hacia los Estados Unidos, hecho que a mediano y largo plazo es una desventaja para una superpotencia con interés estratégico a nivel global, que debe preservar a sus aliados y acercar aquellos que se benefician a través de las cadenas de suministro y de la dinámica de la principal economía del planeta.
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