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La política entre la ética y el poder

AP Photo/Thomas Krych

Oscar Hernández Bernalette 23.07.25

El caso Epstein pone de nuevo  en el tapete no solo la historia de un hombre cruel, déspota y pedófilo, quien en vida, con  riqueza y sin escrúpulos, maltrató a cientos de adolescentes y mujeres; se codeó con el poder político y económico como una manera de tapar e involucrar a otros en sus fechorías.

El caso vuelve a la palestra  de la opinión pública en los Estados Unidos y esta vez se concentra en el propio inquilino de la casa blanca.  The  Wall Street Journal  asegura que el presidente Trump le envió una carta a Epstein en su cumpleaños cincuenta insinuando un secreto que guardaban ambos. Días antes, incluyendo seguidores de MAGA, habían  pedido se diera a conocer la lista Epstein que según alegan indicarían quiénes eran algunos de los personajes que se relacionaban con la red macabra de  prostitución  y pedofilia asociadas con el misteriosamente fallecido en una cárcel federal de la ciudad de Nueva  York. ¿Qué hay detrás de este importante medio que lanza esa estocada en estos tiempos?

La sola posibilidad de que el presidente de los Estados Unidos esté incluido en esa lista  es una tragedia nacional. El caso despierta en el imaginario colectivo toda vez la cantidad de evidencia sobre la actuación y conducta poco moral  en el pasado del actual jefe de Estado, una suerte de necesidad de comprobar qué papel jugó Trump  a lo largo de los años en su íntima relación con ese personaje.

Es por ello que  el tema de la ética de los individuos que asumen la política merece una vez más  algunas reflexiones. Es un tema de vieja data pero siempre vigente. Es como una pandemia que azota la institucionalidad global. Preocupante cómo a diario los pueblos son sometidos a engaños por quienes gobiernan. No solo es la oferta populista a los electores sino las conductas individuales de los que ejercen el poder, alejados muchas veces de principios honestos  y éticos. Los griegos consideraban inseparable la relación entre política y ética. El propio Aristóteles veía la política como una extensión de la ética. Fue con Maquiavelo y su visión realista cuando se da un quiebre con la primera corriente de pensamiento. Mantener  el poder obliga al príncipe por  encima de cualquier otra consideración ética o moral.

Existe una permanente confrontación entre “realpolitk” y corrupción a nivel global que incluye comportamientos morales de los gobernantes en la toma de decisiones ante  conflictos internos y externos,  así como en su conducta en el manejo de los bienes públicos para beneficios personales. Son innumerables los casos de corrupción y comportamientos alejados de valores sociales. Lo cierto es que pareciera cada vez más difícil que los ciudadanos  tengan que convivir con quienes ostentan el poder para beneficiarse, pero también es cierto que la lucha por la transparencia debe ser continua. Son múltiples los desafíos en esta materia. El más importante es el de no acostumbrarnos a pedir rendición de cuentas de los gobernantes.

Son muchos los factores que hoy neutralizan la conducta ciudadana y su capacidad de discernir. Las redes sociales se convierten por ejemplo en amplificadoras de desinformación que desenfocan la capacidad de asimilación de la realidad y de ver en su justa dimensión la corrupción sistémica. Debilitar las instituciones es otra estrategia para debilitar el cumplimiento de las políticas anticorrupción y  minimizar una ciudadanía activa en contra de las inmoralidades de quienes gobiernan.

Este nuevo escenario Epstein/ Trump ubica a la sociedad norteamericana, una vez  más, en el dilema de los límites tolerables. Serán capaces de soportar al igual que en el caso Clinton , que el poder se imponga por encima de la conducta mínima aceptable. ¿Será que los ciudadanos permitirán que las conductas del pasado no sean los cimientos que generen la confianza necesaria de quien gobierna a los representados? Está por verse. Pero sin duda, es un trago amargo convivir con quienes llegan al poder sobre la ingenuidad de los pueblos que confiados entregan las riendas a los que han violentado principios y normas de respeto de la condición humana.

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