
Tomada de Euronews
Trino Márquez 03.09.25
La improvisación y la egolatría están jugándole una mala pasada a Donald Trump en el plano internacional. En este campo, no se ha anotado ningún triunfo relevante desde su llegada a la Casa Blanca, a pesar de decir que ha ‘evitado’ seis guerras y que merece el Nobel de la Paz.
Luego de su reunión con Vladímir Putin en Alaska, donde se deshizo en sonrisas y halagos al autócrata ruso —encuentro del cual fueron excluidos tanto Volodímir Zelenski como los mandatarios europeos— los ataques a Ucrania por parte de Rusia han sido más continuos, masivos y letales. Los drones enviados por el ejército ruso no dejan de penetrar en el territorio del país invadido. Putin ataca de forma continua infraestructuras civiles y asesina ciudadanos inocentes sin que las amenazas de Trump generen ningún efecto disuasivo. Pasadas varias semanas desde ese encuentro, calificado por el presidente norteamericano como “productivo” y en el que se había logrado un “gran progreso”, la paz en Ucrania no se vislumbra. Pareciera, incluso, remota en las actuales circunstancias.
A pesar de los numerosos especialistas norteamericanos en diplomacia e historia rusa, Trump llegó a Alaska sin haber preparado con minuciosos detalles su conversación con Putin. Sin conocer cómo ha sido desde hace siglos la conflictiva relación entre Ucrania y la nación invasora, incluido el complejo período soviético y la hambruna inducida por Stalin en la década de los años treinta del siglo XX. Tampoco parece haberse enterado de la nostalgia que siente Putin por la antigua Unión Soviética y cómo deplora y condena que haya sido decretada su disolución en 1991. No toma en serio el propósito del antiguo agente del KGB de reconstruir el extinguido imperio soviético y la grandeza e importancia que tuvo Rusia durante la era de Pedro El Grande, otro de sus ídolos, además de Iósif Stalin.
Sin esas referencias, o subestimándolas, fue a verse con un mandatario cuyo propósito pareciera ser pasar a la posteridad como el líder que, con mano de hierro, recuperó el orgullo de Rusia. Su ignorancia y deprecio por el conocimiento le impidió anticipar que la única forma de congraciarse con Putin era prometerle la entrega de Ucrania como si se tratase de un manso cordero, oferta que ni Zelenski ni la Unión Europea estaban dispuestos a aceptar. Ante la evidencia, Putin le recordó que no habría paz hasta “eliminar las causas de la guerra”. Es decir, hasta acabar con la decisión de los ucranianos y del Gobierno elegido para defender su soberanía obtenida en 1991, cuando en un referendo popular el pueblo de forma mayoritaria manifestó su deseo de formar una nación independiente.
Trump creyó que podría manejar a Putin o darle órdenes, como si se tratase de un gerente de alguna de sus empresas; o como si fuese uno de los funcionarios de su Gabinete, a quienes coloca como espalderos en las frecuentes ruedas de prensa que transmite desde el Salón Oval. Se equivocó de plano. Su interlocutor es tan megalómano como él, solo que más ladino, frío y calculador. Para la comparecencia final ante los periodistas en Alaska, en la que no se admitieron preguntas, Putin se presentó con unas páginas escritas que leyó. Tenía un guion. Mientras el otro apenas lograba articular algunas palabras improvisadas, que demostraban su perplejidad frente a un fracaso que no había previsto ni imaginado. A cambio de unas fotos, Trump le tendió una alfombra roja y le permitió a Putin obtener una victoria diplomática y salir del aislamiento internacional al que había sido condenado después de la invasión a Ucrania.
Los desaciertos producto de la improvisación han colocado al mandatario estadounidense en una situación aislada y vulnerable. La aplicación caótica de aranceles, una forma peculiar de localismo, lo han alejado de Europa, su principal aliado en Occidente, de Japón, su principal socio en Oriente, y de Australia, país clave en toda la zona del Pacífico Sur. Esa misma política errática ha llevado a China, su principal adversario en el plano mundial, a fortalecer las alianzas con algunos de los antiguos y tradicionales amigos de Estados Unidos. Brasil e India se encuentran en la lista.
La actual Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái, en la ciudad china de Tianjín, revela la agresiva estrategia del cauteloso y a la vez audaz Xi Jinping, dirigida a cubrir los espacios que deja Trump en su frenético paso por el escenario mundial. El mensaje de ese cónclave —al que asisten Rusia, India, entre otros actores fundamentales del Sur Global— se complementará con el desfile militar en la plaza Tiananmén, en Beijín, donde el Gobierno chino dará una demostración de su poderío militar y la amplitud de sus alianzas en ese ámbito. Será un mensaje dirigido a sus amigos, pero especialmente a sus adversarios.
Mientras tanto, míster Trump se aleja de gran parte del planeta y se dedica a satisfacer las demandas de sus votantes más atrasados en el plano ideológico. Está pendiente de fortalecer el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), separar familias humildes que emigraron de forma ilegal a Estados Unidos y dejar niños pequeños sin sus padres. Gobernar está quedándole demasiado grande al presidente del principal país del planeta.
Donald Trump representa el fracaso de la improvisación y la ignorancia en política internacional. Esperemos que, por el bien de la democracia mundial, corrija. Todavía cuenta con bastante tiempo para hacerlo.
@trinomarquezc
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