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La disuasión nuclear en el siglo XXI: a 80 años de Hiroshima y Nagasaki

José G Castrillo M (*) 04.09.25

En el convulso escenario geopolítico actual, marcado por una intensa competencia estratégica entre grandes potencias como Estados Unidos, China y Rusia, la disuasión nuclear y la mera existencia de arsenales atómicos (12.000 ojivas), continúan desempeñando un papel central, aunque cada vez más complejo y precario, en las relaciones internacionales.

Lejos de ser una reliquia de la Guerra Fría, la lógica de la «Destrucción Mutua Asegurada» sigue siendo un pilar fundamental de la seguridad global, actuando como un freno a la confrontación directa entre las principales potencias nucleares del mundo. Sin embargo, la naturaleza cambiante de los conflictos, la erosión de los tratados de control de armas y la modernización de los arsenales, plantean serias interrogantes sobre la sostenibilidad y el valor de esta doctrina en el siglo XXI.

La principal función y valor práctico de la disuasión nuclear ha residido en que ha evitado una guerra a gran escala entre las naciones poseedoras de estas armas. La certeza de que cualquier ataque nuclear desencadenaría una represalia devastadora e inaceptable desaconsejó a los líderes de recurrir a ellas. Este principio, que evitó un enfrentamiento directo entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante décadas, sigue vigente en la actualidad.

La cautela asumida por la OTAN en su respuesta a la invasión rusa de Ucrania, por ejemplo, se explica en gran medida por el temor a una escalada que pudiera conducir al uso de armas nucleares por parte de Moscú.  La retórica sobre el potencial uso de su arsenal nuclear si este conflicto se convierte en una amenaza existencial para el Kremlin, ha sido expuesta constantemente. Recientemente, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en respuesta a unas declaraciones de un alto funcionario ruso (Dmitri Medvédev), ordenó movilizar cerca del Rusia dos submarinos nucleares.

Las armas nucleares otorgan a las potencias que las poseen un estatus y una capacidad de influencia geopolítica innegables. Para países como Rusia, su arsenal nuclear es un factor estratégico de equilibrio frente a la superioridad militar convencional de la OTAN. Para China, la rápida expansión y modernización de sus fuerzas nucleares es un componente clave de su estrategia para consolidarse como una potencia global y disuadir una posible intervención estadounidense, en un potencial conflicto por Taiwán.

Estados Unidos, por su parte, mantiene su tríada nuclear (misiles balísticos intercontinentales, submarinos con misiles balísticos y bombarderos estratégicos) como garantía última de su seguridad y la de sus aliados.

A pesar de su éxito en la prevención de una guerra total, el valor de la disuasión nuclear se ve cada vez más cuestionado por una serie de factores y dinámicas emergentes:

 1-) La erosión de la arquitectura de control de armas: la desaparición de tratados clave como el de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) y las dificultades para negociar nuevos acuerdos entre Estados Unidos, Rusia y, ahora, China, han dado paso a una nueva y peligrosa carrera armamentista. Sin las restricciones y la transparencia que proporcionaban estos tratados, aumenta el riesgo de errores de cálculo y de una escalada incontrolada.

 2-) La modernización de los arsenales: las principales potencias nucleares están invirtiendo masivamente en la modernización de sus arsenales, desarrollando armas más precisas, de mayor rendimiento y sistemas de lanzamiento más avanzados. Esto podría hacer que el uso de armas nucleares se perciba como una opción más «viable» en un conflicto limitado, rebajando el umbral para su empleo. Francia e Inglaterra, anunciaron que modernizaran su arsenal nuclear en los próximos años y China está aumentando el número de sus ojivas (se estima que aspiran a tener 1.000 ojivas, en un mediano plazo).

 3-) Nuevas tecnologías y dominios de conflicto: la creciente importancia del ciberespacio, el espacio ultraterrestre y la inteligencia artificial en la guerra moderna introduce nuevas vulnerabilidades en los sistemas de mando y control nuclear, aumentando el riesgo de accidentes o de un uso no autorizado de estas armas estratégicas.

 4-) La perspectiva de los Estados no nucleares: la gran mayoría de los países del mundo, que no poseen armas nucleares, ven en la disuasión una doctrina inherentemente discriminatoria y peligrosa. Para ellos, la única garantía real de seguridad es la eliminación total de estos arsenales, como lo promueve el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. La continua dependencia de las grandes potencias en la disuasión nuclear socava los esfuerzos de no proliferación y aumenta la frustración de la comunidad internacional.

El debate sobre si las armas nucleares son un garante de la paz o una amenaza existencial para la humanidad sigue, por tanto, más vigente que nunca. La respuesta a esta pregunta definirá en gran medida el futuro de la seguridad global, en un contexto marcado por la reconfiguración y redistribución del poder.

A 80 años del uso del arma nuclear en Japón, la reflexión obligada de cara al presente es que la paz no puede darse por sentada y que la disuasión nuclear es una apuesta inherentemente precaria y de alto riesgo. La humanidad ha logrado evitar el Armagedón nuclear durante ocho décadas, en parte por la diplomacia y en parte por la suerte. La pregunta que resuena con fuerza es si esa suerte, y esa cordura, prevalecerán en un mundo cada vez más volátil y tecnológicamente complejo.  Las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki no son reliquias del pasado, sino una advertencia urgente para nuestro futuro inmediato.

El riesgo de uso de armas nucleares es más alto ahora, porque tenemos una serie de confrontaciones y conflictos que involucran a Estados poseedores de armas nucleares. En un mundo conflictivo y de mayor competitividad geoestratégica, es fundamental que el liderazgo de las grandes potencias (nucleares), entienda que sus diferencias, por muy pronunciadas que sean, no pueden resolverse usando armas nucleares. Nadie gana una guerra nuclear.

(*) Politólogo/Magíster en Planificación del Desarrollo Global.

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