Por: Carlos Romero Mendoza / Jueves, 13 de marzo de 2014
En el libro Hugo Chávez sin uniforme se puede leer en relación a los resultados electorales del 6 de diciembre del año 1999, lo siguiente:
“El país celebra haber elevado a un outsider al poder, castigando así a los partidos tradicionales. Una gran parte de la clase media, harta de la ineficacia de la gerencia pública y de la corrupción ha visto en el ex militar golpista una forma de venganza. Los medios de comunicación, dedicados a fustigar a cualquier práctica política están satisfechos. También los pobres se sienten identificados con este mensaje de revancha, con este hombre que habla de la deuda histórica que tiene el Estado con todos los excluidos. Es el relanzamiento de un viejo producto con un nuevo empaque: la Gran Venezuela, el reino de la riqueza líquida, rápida; el paraíso de todos los venezolanos que se sienten expulsados; la fantasía del éxito instantáneo.” [1]
Han pasado 15 años, ¿qué quedó de ese relanzamiento de un viejo producto con un nuevo empaque llamado la Gran Venezuela?.
La protesta nacional que ha desbordado a Venezuela, advierte en sus razones, el fracaso de un modelo impuesto llamado Socialismo del Siglo XXI; lo cual puede demostrarse objetivamente, con sólo observar en lo económico, el valor del llamado Bolívar Fuerte; en lo social la inexistente soberanía alimentaria y en lo político la ausencia de una verdadera separación de poderes.
Nuestra sociedad pretendió borrar el pasado, y violentando los mecanismos de reforma de la Constitución de 1961, se amparó en la interpretación de la Corte Suprema de Justicia y justificó la Constituyente de 1999, que abrió el camino hacia una nueva Constitución.
Hoy debemos recordar, en esta protesta pacífica, que en el pasado y bajo la Constitución de 1961, nuestra sociedad experimentó mayores niveles de democracia, en comparación con los años que han pasado desde que se aprobó la Constitución vigente. Recordarlo no significa regresar al pasado.
Hoy podemos repetir, porque están vigentes y son útiles para reflexionar en estos tiempos de crisis, aquellas palabras que en 1951 Mario Briceño Iragorry registró en su obra Mensaje Sin Destino, y que nos dice que como sociedad nosotros intentamos “destruir de raíz el estilo de vida de la comunidad, cada vez que el azar nos permite influir en el destino social o cultural de nuestro pueblo. Sin mirar los balances favorables y los signos positivos de las épocas anteriores buscamos hacer la tabla rasa para empezar una nueva construcción.”
Además, con sus palabras nos advirtió que nosotros “de cambio en cambio, de modificación en modificación, de sistema en sistema, de ensayo en ensayo, hemos llegado, en el afán de borrar el pasado, hasta frustrar nuestra genuina fisonomia nacional.” [2]
Hoy el ensayo de la Constituyente de 1999 nos ha dejado sin democracia, y con un Estado que nos expropió la ciudadanía. Nuestra tarea no es otra que recuperar el espíritu de ciudadanía y desde allí rescatar la democracia.
Para ello, así como lo han expresado los estudiantes, es esencial asumir un compromiso serio, con el principio de participación ciudadana, entendida como el resultado de la condición natural de cada individuo como miembro de una comunidad. Nuestra Constitución hace de la participación un derecho exigible a los Poderes Públicos.
Las protestas que se han desarrollado a nivel nacional, han quebrado lo niveles de convivencia pacífica y ha exigido de los distintos actores políticos la necesidad de plantear exigencias al gobierno para lograr un verdadero diálogo nacional. En este sentido, han presentado sus exigencias: Antonio Ledezma, Leopoldo López, Henrique Capriles, MUD, el Movimiento Estudiantil, y algunas organizaciones de la sociedad civil.
Cada una de esas exigencias, están allí dispersas, sin ser canalizadas adecuadamente, corriendo el riesgo de quedar como “mensaje a García”. Pero en cada una de ellas, se puede conseguir algunas que resultan comunes y que pudieran por naturaleza, convertirse en exigencias unitarias para el diálogo.
El Referendo del 2 de diciembre de 2007, permitió experimentar a nuestra sociedad una verdadera estrategia unitaria, que con rostro plural y participativo, logró canalizar un mensaje unitario que permitió el éxito en el resultado de un proceso de participación ciudadana que frenó la transformación constitucional de nuestra República.
Arropar con el espíritu unitario una serie de exigencias, que ya se han presentado, facilitaría su divulgación, e impulsaría con las mismas los vínculos necesarios para ir tejiendo las bases de un gran movimiento social, que a través del diálogo, el debate, la revisión y el análisis de esas exigencias con las comunidades, vaya alimentando las razones para unir las voces de protesta de los venezolanos que quieren ser escuchados.
Unas exigencias arropadas con el espíritu de unidad, y legitimadas por los propios ciuadanos, canalizaría adecuadamente ante el Estado Venezolano, la demanda opositora de contar con condiciones adecuadas para lograr un verdadero diálogo nacional para la paz.
Busquemos que nuestra voz sea escuchada, acompañando y acompañados por los dirigentes políticos, con propuestas concretas y viables, bajo un espíritu de Unidad. No busquemos salidas rápidas e inmediatas, no intentemos castigar y vengarnos, pues ya de eso tenemos mucho en el pasado, y nada bueno hemos heredado de esa tradición.
REFERENCIAS
[1] Marcano, Cristina y Barrera Tyszka, Alberto. Hugo Chávez sin Uniforme. Una historia personal. Debate. P.31. 2008.
[2] Briceño Iragorry, Mario. Mensaje Sin Destino. Monte Ávila Editores. P. 84. 2004.
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