Por: Mercedes Martelo / Jueves, 08 de mayo de 2014
Defender nuestra sociedad de la implantación de un régimen totalitario no es sólo un proceso político y como tal de carácter público, sino que tiene mucho de decisión personal. Se trata de asumir la responsabilidad de escoger entre vivir simplemente obedeciendo a una autoridad personalista que nos ofrece resolverlo todo, pero nos exige el sometimiento total a su arbitrio, o tener la opción de construir caminos propios en un marco de libertad organizada en función de leyes…
¿Qué se entiende por totalitarismo?
A los fines de acotar el sentido que vamos a atribuir al término totalitarismo, recurrimos en primera instancia al diccionario donde encontramos la siguiente definición: “Régimen político que ejerce fuerte intervención en todos los órdenes de la vida nacional, concentrando la totalidad de los poderes estatales en manos de un grupo o partido que no permite la actuación de otros partidos”.
En este sentido, encontramos que el elemento central del término, para uso en el lenguaje cotidiano, se encuentra en la concentración de la totalidad de los poderes del estado en un grupo o partido que anula la posibilidad de actuación de otros, es decir, elimina la posibilidad de que exista una comunidad plural de actores políticos para la toma de decisiones.
No solamente se produce una concentración del poder estatal, sino que el Estado pasa a ser considerado como la única forma de organización aceptada para la vida social (dentro del Estado todo, fuera del Estado nada) absorbiendo totalmente la esfera social. Tal grado de concentración del poder estatal conlleva de suyo, una restricción significativa de las libertades individuales hasta prácticamente su desaparición, ya que la existencia de individuos diferenciados deja de tener significado en este contexto. Los individuos bajo esta concepción, no tienen “derechos naturales” que se deban respetar a priori y es el Estado el que les atribuye los derechos que se estipulen como tales en forma de legislación. El poder político pasa a ser por tanto, el único poder reconocido que subsume cualquier otro tipo de poder social derivado de condiciones socio-económicas, culturales, etc.
El Estado altamente unificado y centralizado, concentra la autoridad en el partido único aceptado, dirigido por una autoridad suprema, generalmente un líder carismático que se proclama como salvador, mesías, único capaz de resolver todos los problemas y distribuir la felicidad para todos. La actuación del Estado se fundamenta en una doctrina global que tiene una propuesta de valores y actitudes en todas las esferas de la actuación humana: economía, cultura, familia, y hasta religión.
La contraparte, es la sociedad-masa que simplemente responde y acata esa autoridad, renunciando a toda capacidad de crítica o solicitud en contrario, con lo cual se garantiza el acceso al maná prometido (manjar enviado por Dios para alimentar al pueblo).
Simplificando extremadamente los términos diremos que el totalitarismo implica para la sociedad una relación de total subordinación para la satisfacción de sus necesidades, que no pueden ser otras sino las que determine el Estado a través de su líder máximo y conductor iluminado
El totalitarismo podría ser considerado en alguna medida, como un resultado esperado del advenimiento de la llamada sociedad de masas, derivada del desarrollo de la Revolución Industrial que alcanza su máxima expresión en la primera mitad del siglo XX. La producción en masa, como principio básico del desarrollo industrial, se expresó en grandes centros fabriles con grandes máquinas que trabajaban 24 horas, los 365 días del año para producir millones de productos, todos iguales; el principio de producción en masa se expresó también en la educación en masa (estudiantes concentrados en grandes centros, estudiando todos lo mismo); la salud en masa (enfermos concentrados en grandes centros hospitalarios bajo el mismo esquema de tratamiento); la vivienda en masa (construcciones masivas de edificios para los trabajadores, todos bajo el mismo modelo); la comunicación estandarizada (a través de los “medios de comunicación de masas”) y de alguna manera la política en masa (“partidos de masa” que controlan y subordinan todo tipo de organización de las personas como sindicatos, asociaciones juveniles, educativas, culturales, etc. bajo un solo modelo, todos iguales). La sociedad de masas disuelve al individuo y lo integra en un todo unificado como consumidor obediente de un modo de vida que involucra todas sus necesidades (alimento, vestido, educación, recreación) y le deja poco espacio para reflexionar en la conveniencia de esta adopción. En este orden de ideas es que nos resulta posible pensar en el totalitarismo como una expresión de la sociedad de masas en el ámbito de la estructura política para el gobierno, un gobierno único, total, una gran maquinaria productora de decisiones que se expresan en forma de órdenes que todos deben cumplir, a fin de mantener el adecuado funcionamiento de la maquinaria y lograr la transformación propuesta. ¿Cuál transformación?, la derivada de eliminar todo tipo de diferencias para obtener un solo tipo de producto, perdón, de persona.
El totalitarismo justifica su necesidad de ejercer el control total del Estado a través de su líder máximo sobre la sociedad, con la promesa de producir una nueva sociedad desde todo punto de vista, por supuesto una nueva sociedad que no puede ser de otra forma sino “totalmente igualitaria”
Entre los años veinte y cincuenta del siglo pasado la palabra totalitarismo y el modelo asociado que conlleva, tuvo tanto defensores como detractores. La polémica además reflejó las posiciones ideológicas de izquierda y derecha y cada quien asumía que el otro era quien estaba implantando un sistema totalitario. Los teóricos del comunismo trabajaron en diferenciar las características del régimen estalinista de lo que sería propiamente el comunismo para descalificar el uso del término totalitarismo a un régimen identificado como comunista y adoptaron el término fascismo para referirse a las dictaduras que no establecían un sistema socialista. En el otro extremo se trabajó en identificar similitudes entre los fenómenos dictatoriales, autocráticos que involucraron a Italia, España, Alemania, Rusia y otros países en el siglo XX, agrupando casos que tienen en realidad características distintas. No obstante, independientemente de sus debilidades desde el punto de vista académico, el término totalitarismo tiene para muchos la utilidad del concepto de “tipo ideal” que ayuda a agrupar información para el análisis de un entorno social.
La palabra totalitarismo tiene para la mayoría de nosotros, una connotación negativa porque está relacionada con los casos de la Italia Fascista, la Alemania Nacionalsocialista, y la Unión Soviética Estalinista, casos todos en que las promesas de bienestar terminaron en falacia con altísimos costos de vidas y recursos perdidos. O lo que es lo mismo, no hay casos de resultados exitosos a largo plazo de regímenes totalitaristas ya que el control y la opresión que es necesario aplicar para suprimir todas las diferencias entre los seres humanos, termina conformando calderas de presión social que finalmente revientan. La vida libre busca siempre su camino, querámoslo o no, aceptémoslo o no. Ese camino se abre ahora a otras condiciones que nos alejan de la sociedad de masas y nos llevan a la sociedad del conocimiento donde nuevas contradicciones nos esperan.
La contribución de Hannah Arendt a la descripción y análisis del fenómeno
La recocida filósofa política Hannah Arendt se dedicó a sistematizar sus observaciones y experiencias vividas en el duro contexto de la Europa de principios del siglo XX, centrando su trabajo en identificar las causas que pudieron haber dado origen al totalitarismo. En el libro Los Orígenes del Totalitarismo, señala fundamentalmente al antisemitismo y al imperialismo como motores impulsores del establecimiento de regímenes totalitarios en Alemania y la URSS. La autora analiza la transformación de las clases sociales en masas y la utilización de los mecanismos del terror y la propaganda sistemática para la implantación del totalitarismo.
Queremos destacar en esta sección, algunas de las ideas que nos resultan más ilustrativas de su caracterización del totalitarismo. En primer lugar, el aspecto de que los regímenes totalitarios cuentan con el apoyo de las masas, no por ignorancia ni estupidez, sino por identificación. Independientemente de que esto tenga una explicación general o particular, resulta un hecho comprobado que las masas constituyen un punto de apoyo fundamental sin el cual no se da el totalitarismo. El término ‘masa’ refiere a un amplísimo número de personas que son aparentemente neutrales y que por su indiferencia política no pueden clasificarse en los grupos de interés previamente existentes (sindicatos, partidos, asociaciones profesionales). El líder totalitario logra con estas masas inmensas, una especie de identificación absoluta que conlleva a la aceptación total del régimen, incluidos sus delitos mientras se mantenga esta condición de identificación y pertenencia. Sin embargo, así como se da el apoyo, también se retira el apoyo y los totalitarismos son fácilmente olvidados.
Para Arendt es importante descartar la ilusión de que el totalitarismo fue superado con la caída de los gobiernos de Stalin y Hitler. Señala que es erróneo suponer que el olvido y la inconstancia del apoyo de las masas, significa que se hayan curado de la ilusión totalitaria, nuevos totalitarismos pueden aparecer para reemplazar a los desaparecidos. El que tenga ojos que vea.
Una vez en el poder, el totalitarismo según Arendt despliega un comportamiento característico: Se trabaja incansablemente en la creación permanente de leyes, sin reparar en posibles inconsistencias o incluso en la inconstitucionalidad de las mismas; la Constitución preexistente no es abolida pero es totalmente marginada; se produce la duplicación de organismos públicos de gobierno en las estructuras del partido, de manera que se establecen instancias de gobierno paralelo y se produce la confusión en los ciudadanos en torno a cuáles son las autoridades a seguir (la única autoridad sobre la que no hay duda es la del líder máximo); se producen nuevas divisiones geográficas que desdibujan la estructura geopolítica anterior; los organismos visibles de gobierno son los que tienen menos poder; se utiliza el terror y la policía secreta para sembrar desconfianza en las relaciones entre los ciudadanos para separarlos, aislarlos y hacerlos vulnerables. Una vez instalado en el poder, el totalitarismo acumula fuerzas enormes que son difíciles de combatir y se requiere del apoyo externo al país para superar la dominación totalitaria: “El antisemitismo (no simplemente el odio a los judíos), el imperialismo (no simplemente la conquista) y el totalitarismo (no simplemente la dictadura), uno tras otro, uno más brutalmente que otro, han demostrado que la dignidad humana precisa de una nueva salvaguardia que sólo puede ser hallada en un nuevo principio político, en una nueva ley de la Tierra, cuya validez debe alcanzar esta vez a toda la Humanidad y cuyo poder deberá estar estrictamente limitado, enraizado y controlado por entidades territoriales nuevamente definidas”
¿Avanza la implantación del totalitarismo en Venezuela?
Desde nuestro punto de vista la respuesta a esta pregunta es afirmativa. Desde hace varios años, numerosas voces de alerta se han alzado en nuestro país para dar cuenta de la amenaza que se cierne sobre nuestra sociedad, a partir de 1999, o a partir del 2002, o a partir del 2005, o a partir del 2012, o a partir del 2013, según las opiniones de diversos analistas que se pueden encontrar en los medios de comunicación tanto impresos como radioeléctricos.
Entre los llamados de atención más recientes podemos mencionar al reconocido comunicador social Roberto Giusti quien en su artículo “La aplicación del totalitarismo en Venezuela” del 13 de noviembre de 2012 en El Universal, señala expresamente que se pretenden establecer formas totalitarias de gobierno tras una maraña legal que promueve la instauración de las comunas. Señala este periodista que la democracia participativa es una “tapadera” para liquidar el proceso de descentralización político-administrativa iniciado en los años 80. “Ahora por la vía cubana, tomada de la soviética, sobre la base teórica de Lenin, («El Estado y la Revolución») quieren imponer la comuna (y esto sí es una novedad) «democráticamente» para acabar, precisamente con la democracia”
Desde otro sector, específicamente la Iglesia Católica, encontramos en noticiacristiana.com del 04 de abril de 2014 la siguiente información:
En un comunicado leído por el arzobispo Diego Padrón, el episcopado arremetió contra el Gobierno por “la brutal represión de la disidencia política, las restricciones al derecho a la información y la falta de políticas para enfrentar la inseguridad jurídica y ciudadana”. La Iglesia Católica lamentó la muerte de civiles y de guardias nacionales, que suman ya 39 desde el 12 de febrero, y rechazó la “criminalización de la protesta y la negación práctica de los derechos humanos en el trato a manifestantes”. “El Gobierno se equivoca al querer resolver la crisis por la fuerza”, expresó la CEV e invitó a los ciudadanos “a no permanecer indiferentes y promover el diálogo”.
Desde la perspectiva económica también se alzan voces de alerta sobre el avance del totalitarismo, como se puede apreciar en los artículos de Luis Cordeiro (publicados por Cedice y El Universal) al divulgar los resultados de la evaluación anual del Índice de Libertad económica realizado por Heritage Foundation.
Venezuela se encuentra junto a los totalitarismos de Zimbawe, Cuba y Corea del Norte en cuanto al Índice de Libertad Económica. Este importante informe se encuentra disponible en (www.heritage.org/index) y es distribuido en nuestro país por Cedice Libertad. “Se viene apreciando durante los últimos años que la libertad económica en Venezuela ha caído dramáticamente. Ya sabemos que la libertad de expresión ha sido terriblemente amenazada durante este gobierno, pero la continua reducción de la libertad económica hace que la situación sea todavía más precaria”. Venezuela se encuentra actualmente en la posición 175 de 178 países evaluados, ubicada en la categoría de libertades económicas reprimidas, donde se encuentran otras naciones con gobiernos totalitarios.
En la entrevista a Monseñor Ovidio Pérez Morales, obispo emérito de Los Teques y ex presidente de la Conferencia Episcopal y del Concilio Plenario de Venezuela, un año después de la muerte de Hugo Chávez, publicada en (http://www.reportecatolicolaico.com/2014/03/en-venezuela-el-totalitarismo-no-tiene-futuro/#sthash.0aqGE9Qh.dpuf), se hace referencia a las condiciones que parecen anunciar el avance del totalitarismo en el país:
“Venezuela se encuentra en una situación cada vez más difícil. Las protestas de los estudiantes contra Nicolás Maduro están provocando importantes enfrentamientos y las revueltas están siendo sofocadas con violencia por las fuerzas de seguridad. La inflación está por las nubes, el PIB se ha hundido, así como el cambio con el dólar. En los supermercados la gente se aglomera en filas interminables para adquirir alimentos básicos que empiezan a escasear… La crisis se está agudizando. Tenemos muchos problemas, de seguridad, de alimentación, de servicios públicos, de salud. Además hay muchos prisioneros políticos. Y aún hay un problema más profundo: se quiere imponer al país un proyecto político ideológico de tipo socialista, pero no un socialismo cualquiera, sino un socialismo a la cubana, según el modelo de Castro, similar al socialismo real. Este es el principal problema, del que derivan todos los demás…hemos podido constatar que bajo las palabras socialismo y comunismo se está verificando algo aún peor. Estamos asistiendo de hecho a una estatalización salvaje y a la concentración del poder en una sola persona… La fuente principal de la violencia es precisamente la voluntad de imponer ese proyecto a toda la población. Pero el 50 por ciento de la población no simpatiza con el proyecto. Los que están de acuerdo con un sistema a la cubana son un porcentaje muy reducido de la población total…Se trata de un proyecto muy preciso que apunta al control de todos los aspectos de la vida de una nación: las comunicaciones sociales, la propiedad, la educación. También aquí es evidente que se está llevando adelante un proyecto de ideologización en sentido marxista… en 2007 se votó un referéndum que pedía la aprobación de la introducción del sistema socialista y la población dijo no… La libertad, la justicia, la solidaridad, la fraternidad tienen futuro. No tienen futuro la opresión ni los regímenes totalitarios»
Es nuestra responsabilidad decidir y actuar para que así sea.
Mercedes Martelo
mercedesm2005@gmail.com
Categorías:Opinión y análisis
Reblogueó esto en Política Social y Sustentabilidad.
Me gustaMe gusta