Carta del Director

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Carta del Director

Desde hace varias semanas nos hemos venido preguntando por cuánto tiempo más puede postergarse una confrontación que desde el primer día de funcionamiento de la Asamblea Nacional, hace ya algo más de un mes, luce como inevitable, y decíamos la semana pasada que no por mucho más ante el hecho evidente de que la crisis se profundiza día a día sin que se produzca decisión alguna que permita pensar que el gobierno actuará de la manera adecuada ante la gravedad de la situación, mientras la gente espera que la Asamblea Nacional, hoy bajo control de la oposición, sea capaz de dar una respuesta a la altura de las expectativas que generaron el apoyo para su elección hace dos meses.

El gobierno se paraliza en medio de sus propias pugnas internas entre los actores que piensan que no hacer nada ante el deterioro acelerado y evidente puede ser más costoso, política y económicamente, que asumir algunos ajustes mínimos –aunque no pareciera comprenderse que el tiempo de la gradualidad y los pañitos calientes quedo ya atrás- mientras otros, representados hoy en la voz de Barreto, están más preocupados por las consecuencias inmediatas de cualquier corrección de rumbo y prefieren un país destruido pero bajo su control, que un país sustentable que no controlen, siguiendo el ejemplo que la Habana dio.

Lamentablemente, no solo el gobierno se paraliza como resultado de las pugnas internas que le impiden encaminar cualquier decisión, la oposición también se mantiene paralizada en medio de sus propias pugnas que ya se han hecho públicas, y que no son muy distintas a aquellas de años anteriores en relación a cuál era la salida. Es así, como en medio de la confusión de algunos que se entretienen con las urgencias que el gobierno les sirve en la mesa cada día mientras el tiempo corre (tic, tac, tic tac…) en contra de las esperanzas de la gente en la Asamblea, se descuida lo que además de urgente es importante (el cambio político), y se va acumulando una lista creciente de cosas que hacer sin resolverse (amnistía, enmienda, revocatorio, diputados suspendidos del Amazonas, respuesta a la crisis económica, etc., etc.). Es tiempo de reflexionar seriamente sobre las tareas a las que debe darse prioridad, porque hay otras, también importantes y urgentes, cuya solución depende, irremediablemente, de lo político. Es tiempo de separar la paja de la hierba, antes de que ésta última se seque, o de que una chispazo encienda la paja y acabe con todo.

Es irresponsable que a estas alturas, mientras el país comienza a desesperase y el tiempo corre (tic, tac, tic tac…) algunos lideres de la oposición se entretengan en dirimir por Twitter si la solución es la enmienda constitucional para recortar el período a cuatro años, la convocatoria a una Asamblea Constituyente o el revocatorio. Todas las alternativas tienen ventajas y desventajas innatas, y los lideres de los principales partidos representados en la Asamblea tienen más información que el resto de nosotros para sentarse a discutir cara a cara, sopesar los pro y los contras de cada alternativa, y presentar una propuesta al país. No es cierto, que haya salidas blindadas, ni tampoco es cierto que el Tribunal Supremo de Justicia o el Consejo Nacional Electoral pueda bloquear unas si y otras no. Las instituciones controladas por el gobierno trataran de bloquear cualquier decisión porque en Venezuela no hay separación de poderes y cada institución es un brazo del gobierno constituido, tal como quedo demostrado en la decisión de ayer del Tribunal Supremo de Justicia que declaró la vigencia del decreto de emergencia económica, desconociendo las competencias exclusivas de la Asamblea Nacional.

Como dijimos en nuestra primera carta, la situación-país no tiene salida con el modelo y no habrá cambio de modelo bajo el actual gobierno. Ninguna salida está libre de obstáculos para una Asamblea que nació aislada institucionalmente. Ninguna salida está garantizada cuando el gobierno controla las decisiones del Tribunal Supremo de Justicia, el Consejo Nacional Electoral y otras instituciones. No hay salida institucional sin cambios en las reglas y relaciones de poder entre las instituciones, lo que implica el uso de un balance correcto entre el uso efectivo del poder político y la disposición a negociar cuándo y con quién deba hacerse.

La única forma de construir una salida viable es retornando la batalla al terreno político, que es el único en donde la oposición tiene hoy ventaja, tal como Chávez lo hizo magistralmente para derrotar el andamiaje institucional de la separación de poderes que frenaban sus aspiraciones totalitarias a partir de la convocatoria a una Asamblea Constituyente en 1999, y como la oposición lo hizo en las ultimas elecciones legislativas. Pero dar la batalla contra lo institucional desde lo político implica la obligación para la oposición de mantener una unidad sólida que ponga por delante de los intereses individuales o partidistas, los intereses del país, y evalúe con la seriedad y urgencia que las actuales circunstancias demandan la ruta hacia una transición democrática que tiene que ser presentada al país en los próximos días. Mientras tanto, el tiempo corre (tic, tac, tic tac…).

Benigno Alarcón Deza

Director

Centro de Estudios Políticos

Universidad Católica Andrés Bello

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