Espacio plural

El tsunami político que viene

Saqueo hoy

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Luis Rafael Medina Gil – 18 de marzo de 2016

Analistas y estudiosos de la situación nacional califican como casi inevitable una explosión social. El punto de ebullición, según ellos, está próximo a alcanzarse. Lo cierto es que ya el estallido social comenzó.

Esta semana que pasó, habitantes de un sector popular de Pampatar, en la Isla de Margarita, impidieron la salida de los vecinos de una urbanización de clase media imponiéndole una curiosa suerte de “secuestro exprés colectivo”. ¿El rescate exigido? El pago de las cisternas de agua potable que necesitaban en su barrio justo al lado.

Casi al mismo tiempo, a kilómetros de distancia, en Tumeremo, la indignación contaba más de tres días de cierre sobre la principal arteria hacia el sur, arreciando el ya muy rudo desabastecimiento de todo lo necesario para medio sobrevivir a la escasez. Un tanto más allá, en la otrora apacible Táchira, una inusitada ira andina saqueaba la carga inútil de una gandola de productos plásticos que vaya usted a saber en qué sistema de trueques estará siendo usada como moneda de uso.

Un tanto más acá, la rabia comunitaria, largo tiempo contenida, drenaba en sistema judicial sui generis del cerro, haciendo de los Frailes de Catia una Fuentevejuna de la periferia. Sólo que en lugar del Comendador, el ajusticiado de marras era el distraído raterito cuya osadía dio con tan infeliz término esa tarde. De la barbarie exultante de colas que irrespetan la condición de ancianos, grávidas o minusválidos y les prodiga el mismo tratamiento igualitario, sin reparar en sus privilegios innegables, pasamos a las hordas prestas a la caza de cualquier presa que asome debilidad. La miseria del hombre nuevo recolector ya no reconoce humanidad en los otros, sólo competidores.
La sociología moderna acuñó un término para calificar la tormenta social que transitamos. Anomia colectiva. El desconocimiento de toda autoridad y en ello y con ello la pérdida de cualquier atisbo de civilidad. De un tiempo a estos días, calificadas voces y auténticos tanques de pensamiento del patio anuncian el advenimiento de un temido estallido social, sin advertir que ya estamos en medio del estremecimiento.

maxresdefault-2Rato ha que salimos de la crisis, estamos en el colapso. Pasa que la fotografía que guardamos en el imaginario colectivo es la sacudida de finales de los ochenta que la zafia reduccionista de algún fablistán de entonces impuso con el nombre de “el Caracazo”. Si el autoritarismo que campea por estos predios desde hace más de tres lustros mutó en las formas más elaboradas de opresión, para burlar el concepto tradicional de dictadura, ¿Por qué no habría de hacerlo su respuesta social? Este despropósito de experimento social y político de socialismo trasnochado proveerá de luengo y muy grueso material para densos tratados académicos en un futuro nada lejano. Vaya un provecho en lo que resultaron los afanes antiimperialistas, ser objeto de estudio. Cobayas de la política, como quien dice.

Mueve a preocupación, desde luego, la incertidumbre de lo que aguardan los azarosos días que se aprestan a venir. Tamaña catadura la que le viene al liderazgo que aspira liderar la sustitución. Al final todo se reducirá a un examen, una prueba. La mensura de los prohombres de estos tiempos y el tamaño de su mesura. Es, en resumen, el testeo de las habilidades para el “muñequeo” político que propicie una transición de bajo costo y mínimos daños colaterales. Ni el mejor coach de negociación y conflictos está habilitado para lo que viene. No hay caja provista de herramientas únicas ni recetas que contengan una fórmula exacta para “hacer turismo al borde de este abismo”, cual cantaba Joaquín Sabina. Pero habrá que hacerlo. Afortunadamente el corpus político opositor goza de foco y legitimidad. A la tormenta social le sucederá de inmediato un tsunami político. La nomenclatura unitaria y unificada que hace antonimia a los depredadores que gobiernan, lleva unas cuantas lunas sabiéndolo: los cambios que vienen se harán con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes. ¡Cuánto convendría al gobierno también saberlo!

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