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Un niño, un profesor, un libro y un lápiz pueden cambiar al mundo

Foto: BBC News

11 de junio de 2019.

(*) Alexandra Rodríguez

Malala Yousafzai es una joven activista paquistaní. Gran defensora de los derechos civiles y el derecho a la educación de las niñas en todo el mundo, obra que la hizo reconocida internacionalmente y además merecedora del Nobel de la Paz en el año 2014 con tan solo 17 años.

Malala nació el 12 de julio de 1997 en la localidad de Mingora, noroeste de Pakistán, en el seno de una familia musulmana. Es hija de Toorpekai y de Ziauddin Yousafzai, y tiene dos hermanos. Ziauddin, su padre, es propietario de una cadena de escuelas, conocida con el nombre de Khushal Public School, y es además poeta.

En la zona en la que vive la familia de Malala, en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, actualmente existe una prohibición para la libre educación de las niñas paquistaníes. Sin embargo, en su momento, Yousafzai percata la gran injusticia que esto supone, y, cuando tenía tan solo 11 años, su padre la lleva a un club de prensa local, en donde manifiesta su primer discurso, cuya premisa fue “¿Cómo se atreven los talibanes a quitar mi derecho básico a la educación?”. Periodistas de todos los medios del país cubrieron el evento.

En esta misma época, Malala empieza a escribir un blog, para la BBC, donde plasmaba sus inquietudes y opiniones respecto a la educación de las niñas en el valle. En el blog reflejaba también cómo es la vida bajo el mando de los talibanes. Gran parte de sus escritos los pasaba clandestinamente a un reportero de la cadena, que los hacía llegar él mismo al medio.

A los pocos meses, Adam B. Ellick, un periodista del diario The New York Times, se interesó por Malala e hizo un documental sobre su vida al mismo tiempo que relataba la intervención en la zona de ejército paquistaní. A partir de este momento los distintos medios de comunicación empezaron a realizarle entrevistas, y no tardó nada en ser nominada por Desmond Tutu, el famoso activista sudafricano, para el Premio Nobel de la Paz.

A principios de octubre del año 2012, cuando la joven viajaba en el autobús escolar, un hombre armado subió al mismo y preguntó por ella, y luego procedió a dispararle tres veces, su estado llegó a ser muy crítico, y fue trasladada a la ciudad de Birmingham, en Inglaterra, e ingresada en el Hospital Queen Elizabeth, donde se recuperó tras serle implantada una placa de titanio y un dispositivo de audio, además de tener que someterse a cirugía reconstructiva.

El atentado sufrido provocó una condena a escala mundial, e hizo que Malala recibiera un sinfín de apoyos internacionales. Gordon Brown, enviado especial de las Naciones Unidas para la Educación Global, llevó una petición a la ONU, en nombre de la joven y bajo el slogan “Yo soy Malala”, para exigir que todos los niños del mundo tuvieran derecho a la escolarización.

La joven activista ha participado posteriormente en otras muchas campañas, como una en el año 2014 en la cual se pedía la liberación de las niñas nigerianas secuestradas por un grupo islámico que prohibía también la escolarización de las mujeres.

Malala Yousafzai ha recibido, a lo largo de estos años, numerosas distinciones y prestigiosos reconocimientos, entre los cuales se encuentran el Premio Nacional por la Paz 2011 de Pakistán, el Premio Simone de Beauvoir 2013 de Francia, el Premio Unicef, el Premio Embajador de Conciencia otorgado por Amnistía Internacional, el Premio Internacional de Catalunya 2013 o el Premio Nobel de la Paz 2014.

“Un niño, un profesor, un libro y un lápiz pueden cambiar al mundo”

Esta conmemorada y recordada máxima la expresó en su discurso en el año 2013 en las Naciones Unidas, en consecuencia de ese atentado que sufrió unos meses antes por parte de un talibán que se oponía radicalmente a sus convicciones sobre la libre educación y la no violencia. Inicialmente, hizo mención a todas aquellas mujeres que han sido víctimas de extremistas a manos de opiniones contrarias “Yo soy una de ellas. Hablo por aquellos cuyas voces no pueden ser oídas, por los que han luchado por sus derechos de vivir en paz, su derecho a la igualdad de oportunidades y su derecho a ser educados… A partir de ese día, la debilidad y el miedo murieron. El coraje había nacido en mí”

Recordó que su lucha va más allá de religiones y culturas, que la educación es la clave fundamental para cambiar los ideales violentos de la sociedad, que la solución nunca será atentar contra el enemigo, y que siempre es necesario elevar la voz para alcanzar estrategias de paz reales. Asimismo ejemplificó a grandes personajes de la historia promotores de la paz: Martin Luther King, Nelson Mandela, incluso Gandhi y la Madre Teresa.

Finalmente, concluyó su mensaje alegando que: «El extremismo tiene miedo de los lápices y los libros y del poder de la voz de las mujeres, por eso las matan…Un niño, un profesor, un libro y un lápiz pueden cambiar al mundo”

Rescatando la máxima, es pertinente enfatizar la importancia que tiene hoy en día una sociedad educada e instruida y que esa educación empiece desde temprana edad, ya que realmente es la base primordial de la política, la economía y la cultura. Y es una cuestión que va mucho más allá de un tema religioso o político, es un derecho, un derecho que muchas veces radica en privilegio.

El origen del conflicto en Pakistán está muy ligado a problemas políticos y culturales, los factores que impiden la educación en el país asiático están principalmente relacionados a la desinversión del gobierno y su falta de interés por aportar una solución real, también hay otros factores externos y sociales como la discriminación de género y la explotación infantil, circunstancia que produce como consecuencia la ignorancia, el analfabetismo y la violencia.

A pesar de poseer dos realidades totalmente distintas, el conflicto del pueblo paquistán presenta muchas similitudes con respecto a uno de los grandes conflictos del pueblo venezolano. Hoy por hoy, la sociedad venezolana se encuentra sumergida en los niveles en los más bajos de escolaridad y los más altos de violencia, este problema acarrea, en su mayoría, la ineficiencia por parte del gobierno venezolano y su poca contribución a las escuelas y universidades públicas, sin embargo también existe un tema social, donde la polis muestra cada vez menos motivación para una evolución de pensamiento.

Actualmente en Venezuela, la tasa de escolaridad, solamente tomando en cuenta la educación básica del sector público, descendió en un 25% en los últimos 4 años. Y en consecuencia de esta ignorancia que provoca el desinterés del tema educativo, la violencia se vuelve parte de la cotidianidad, donde en muchas ocasiones gracias a la desigualdad de opinión, se ataca al de pensamiento contrario. La violencia no es solo la agresión física, la violencia es el maltrato verbal, las acciones de repudio, el desinterés social, la pérdida total de valores, el irrespeto a las leyes, el irrespeto al país e incluso a mi semejante.

Si queremos lograr un cambio real y convertirnos en esa sociedad utópica que muchos imaginamos es necesario comenzar por nosotros mismos, por nuestro vecino, por nuestro amigo, por nuestros hijos, por educar y por educarnos, porque el problema real de cualquier sociedad con conflictos está en la educación de su población.

(*) La autora es estudiante de Comunicación Social.

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