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Una votación sin elección

Foto: ICN

Andrés Cañizález

Doctor en Ciencia Política (USB), Maestría en Ciencia Política e Historia de Venezuela, Periodista, Investigador. Premio Monseñor Pellín (2005). Tiene en su haber numerosas publicaciones sobre la relación de los medios de comunicación con la democracia. Articulista.

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El chavismo ultima los detalles de lo que vendrá a ser la estocada al último poder legítimo en Venezuela, la Asamblea Nacional, un órgano que es reconocido como el último bastión institucional por casi 60 países de América y Europa. De esa legitimidad, que emana del actual parlamento, proviene el reconocimiento internacional que recae sobre Juan Guaidó, en tanto éste preside al legislativo.

Hace 5 años, cuando los venezolanos de forma mayoritaria votaron a favor del cambio democrático, se selló el talante dictatorial del chavismo. Lo que vino a continuación fue una seguidilla de decisiones, para socavar al parlamento, desde el Tribunal Supremo de Justicia. El TSJ es también ilegitimo, no se puede obviar que diversos magistrados fueron escogidos entre gallos y medianoche en diciembre de 2015 en los días finales de un parlamento que presidía Diosdado Cabello.

Las elecciones de este diciembre, a la que se encaminan los poderes públicos cooptados por el chavismo, son el clímax de un modelo al mejor estilo dictatorial. Habrá votaciones el 6 de diciembre, todo apunta a que las habrá contra viento y marea, pero ese día los venezolanos no habremos electo a nadie.

Con mucha frecuencia se entienden como sinónimos a votar y elegir. La votación puede ocurrir, como se ha venido demostrando en Venezuela en 2017 y 2018, pero no hay una elección. El sistema anulador de la voluntad popular, que se ha construido en los últimos años, tendrá un momento estelar en diciembre.

En esta oportunidad no sólo tenemos un Consejo Nacional Electoral (CNE) designado por el TSJ, cuestión que ya ha ocurrido antes, sino que éste es un ente totalmente parcializado. Ya son parte de la historia aquellas fórmulas 3-2 ó 4-1 que privaron en anteriores directivas del órgano electoral venezolano. La incorporación de dos ex magistradas del Tribunal Supremo al CNE hace suponer que desde allí se atarán las decisiones que puedan resultar impugnables.

No contentos con esto, el TSJ le dio poderes a este CNE para que prácticamente deje sin efecto artículos de la ley electoral, cosa que es bastante grave, y más grave aun es la intervención judicial de la vida política, que lo ha constituido el descabezamiento de facto de los principales partidos políticos que otrora encabezaron la Mesa de la Unidad Democrática.

Si bien la MUD fue ilegalizada, como estrategia en su momento, y también en respuesta al triunfo electoral opositor de 2015, en este 2020 el modelo chavista de control optó por otro sistema para que se vote sin elegir, con “partidos opositores” en el tarjetón.

Los partidos descabezados han sido entregados a directivas ad hoc, también designadas por el TSJ. Veremos un tarjetón con muchos colores y tarjetas. Una puesta en escena, sin más, de que hay una amplia y diversa representación política, pero tal cosa es una pantomima. La primera declaración de cada vocero político al que se le adjudicaron partidos como Acción Democrática o Primero Justicia, ha sido sostener que participarán en las votaciones con el símbolo y colores de estas agrupaciones.

Presenciamos el perfeccionamiento de un modelo electoral, que posiblemente caracterice el tiempo por venir en Venezuela. Además de las condiciones electorales, ya ampliamente denunciadas en el pasado por favorecer a quienes ocupan el poder, en 2018 se sumó la oposición leal (las candidaturas de Falcón y Bertucci en ningún momento ponían en riesgo la “reelección” de Maduro) y en este 2020 tendremos el tarjetón multicolor sin que ello signifique que hay más y mejor democracia.

La estrategia oficial fue anunciada desde enero pasado. A inicios de este año el número dos del régimen, Diosdado Cabello, dejó en claro que para el chavismo este año sólo habría una votación, la de la Asamblea Nacional. No existía, de tal manera, ningún escenario de unas elecciones presidenciales libres y justas, tal como ha demandado la comunidad internacional y tal como anhelan millones de venezolanos.

Si el chavismo puso sus cartas sobre la mesa, y ha actuado en consecuencia en todos estos meses, en la acera de enfrente, en el campo democrático, sigue reinando el desconcierto y la ausencia de estrategias unitarias. Y así, al parecer, llegaremos a diciembre. No basta con denunciar o describir la pérdida de espacios o condiciones, sino que es de absoluta urgencia proyectar la respuesta que se le dará a tal situación. Seguimos, lamentablemente, en una posición de estancamiento, que con el paso de los meses resulta cada vez más inexplicable. Diciembre está a la vuelta de la esquina.

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