
Sofía Torres
El doctor en Procesos Políticos Contemporáneos, Juan Manuel Trak, advirtió, en el Polítikafé del pasado martes, que hasta que no exista democracia no habrá en Venezuela un sistema de partidos sano, y que hoy lo que hay es un «sistema disfuncional», compuesto, entre otros elementos, por algunas organizaciones sin representación, y en ese sentido, debe haber una necesaria reforma.
Durante su ponencia, Trak se propuso identificar las transformaciones del sistema desde el año 1998 hasta la actualidad, con la exposición de datos y reflexiones de una manera sistemática. Asimismo, repasó diversas definiciones de partido político: garante del pluralismo.
Abordó la utilidad que representan los partidos para los outsiders, y en atención a ello, recordó el ascenso de Trump a la Casa Blanca, respaldado por la tolda republicana, y seguidamente, se refirió al caso de Chávez.
Coaliciones y organizaciones
“En 2012 apareció por primera vez la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), y una vez queda con el monopolio de la elección, se dispara significativamente hasta que logra vencer al PSUV, gracias a la coordinación estratégica”.
Trak sostuvo que desde 2011 es posible observar cómo la coordinación de los partidos le permitió a la oposición igualar fuerzas con el chavismo y fue allí cuando empezó a ser más competitiva , aun cuando empeoraron las condiciones electorales.
Indicó que la oferta opositora se estabilizó entre 2012-2013, momento en el que se alojó en la tarjeta de la plataforma unitaria, hasta 2018, cuando se desarticuló la Mesa.
Trak rememoró que en 2010, con el retorno de los partidos, a través de la MUD, a la arena electoral , la coalición dominante fue la del chavismo, y en 2015, la de la oposición, situación-explicó- que evidenció un sistema «altamente inestable», con transferencia de votos de un bloque a otro, en distintas elecciones.
El analista comentó que la carrera presidencial en 2013, que contó únicamente con dos candidatos, pese a la presencia de diversos partidos en el escenario , develó una polarización más vinculada a las personas que a las propias organizaciones políticas.
Dinámica bipartidista
«Cuando hablamos de la estructura del sistema de partidos, en 2015 tenemos un oficialismo que está en la extrema izquierda y una oposición heterogénea: Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo, en la centro-izquierda, y Primero Justicia y Voluntad Popular, en la centro-derecha o centro. La ideología sirve como un atajo cognitivo para que los electores puedan saber qué esperar de un partido político. Si bien las etiquetas de izquierda y derecha no son tan claras como en el pasado, se mantienen para identificación de ciudadanos y partidos» .
Para Trak, en buena parte del periodo evaluado, ha imperado un sistema bipartidista: un partido fuerte como el PSUV, atado a la estructura del Estado, con aliados débiles como el PCV, Podemos, entre otros; y una coalición, que era sólida, la MUD, una marca que fue más poderosa que las organizaciones que la integraban.
El regreso a la arena electoral
«Con el regreso de los partidos a la arena electoral en 2006, con la candidatura de Manuel Rosales y la consolidación de la alianza chavista alrededor del PSUV, se deja ver un elemento importante: se pueden ganar elecciones pero los resultados de esas victorias se comienzan a desconocer, al restar competencias a gobernadores y posibilidades de acción dentro de la AN, al evitar la designación de poderes públicos, vía omisión legislativa, entre otras medidas. Hay un aumento de la conflictividad institucional».
Tras este recuento, Trak es enfático al señalar que a mayor participación mayor competitividad en el sistema, hay más oportunidad de retar al gobierno y por eso, empeoran las condiciones.
Finalmente -apuntó- los partidos llegaron a una etapa de intervención, con acciones judiciales y administrativas, persecución, bloqueo al revocatorio, realización de comicios a la medida como los de la Asamblea Nacional Constituyente y elecciones con menos legitimidad como las de 2018.
Las dos lógicas del autoritarismo
«Hay dos lógicas en elecciones efectuadas en autoritarismo. En el autoritarismo competitivo, todavía hay incertidumbre electoral y se reduce cuando la oposición está fragmentada. En los sistemas autoritarios hegemónicos, la represión de derechos y libertades, es previa al proceso electoral, de manera que ya en la propia elección el fraude es innecesario. Con una oposición reprimida, perseguida, exiliada, el gobierno puede relajar su posición frente al evento comicial. Si no hay un retador de peso, puede darse una elección más o menos limpia, porque ya la tarea se hizo».
Ante estos planteamientos el doctor en Procesos Políticos Contemporáneos, se preguntó por la utilidad de los partidos dentro del autoritarismo hegemónico, al tiempo que respondió que esas organizaciones permiten resolver problemas internos, selección de candidatos dentro del bloque de poder, competir entre rivales y hacer contrapeso, en algunos casos, a los militares, construir apoyo popular, distribuir bienes de forma clientelar y construir el camino para alcanzar cargos burocráticos.
Cuando los partidos son de oposición -prosiguió- compiten para mantener espacios políticos y la voz dentro del sistema, pero no suponen una amenaza al poder . Agregó que corren el riesgo de dotar de una fachada democrática a un régimen autocrático, sin embargo, pueden fungir como un apoyo para «los blandos» de la coalición dominante.
«Hay unos puentes que se tienden entre grupos moderados de ambos bandos y pueden servir de freno a mayores pretensiones autoritarias a través de la participación en jornadas electorales como plebiscitos».
Tres periodos
«De 1998 hacia adelante hay un tránsito, de una democracia electoral defectuosa hacia un autoritarismo competitivo, promovido por la paulatina y creciente cooptación de las instituciones, sobre todo, la electoral, por acción directa del gobierno y por omisión de la oposición».
Trak alertó que mientras más abstención exista, el sistema es menos competitivo y ello se reflejó claramente en 2005, año en que los niveles de abstención alcanzaron el 75%, en contraste con el 2015, cuando disminuyó la no participación y la competitividad aumentó.
Destacó que entre 2006 y 2015 se enmarca un periodo en el que el autoritarismo competitivo se establece, dado que el campo de juego está inclinado hacia el gobierno, por el uso de recursos públicos en campañas electorales, la distribución de los medios de comunicación y un conjunto de malas prácticas electorales que se acumulan en esta etapa.
Y sigue una mutación-concluyó- hacia un autoritarismo hegemónico donde el régimen hace todo el esfuerzo por eliminar a la oposición que había logrado coordinarse y amenazar su estabilidad.
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