
Andrés Cañizález
@infocracia
En noviembre de 2016, apenas conocimos el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, escribimos un artículo que titulamos “Mister Uncertainty”, el señor incertidumbre. La llegada de un outsider a la Casa Blanca abría para la principal potencia mundial un período de fuertes incógnitas.
Cuatro años después nos encontramos con una incertidumbre aún mayor, a escasas semanas del proceso comicial, en el que Trump busca la reelección. Sin exageración alguna, tal vez terminen siendo éstas las votaciones envueltas en un mayor halo de dramatismo e inquietud de las últimas décadas. El factor COVID-19 gravita sobre el escenario político estadounidense, con consecuencias difíciles de prever en este momento.
Todos los escenarios están abiertos, incluido el de la evolución de la propia salud de Donald Trump. Pero claramente es un hecho que le suma más tensión a una campaña electoral inédita. Esto lo sostiene Daniel Zovatto, director regional para América Latina de IDEA Internacional, una entidad dedicada al análisis electoral.
Por Twitter le comenté sobre un eventual impacto positivo en la campaña de Trump, tras saberse que está contagiado con COVID-19, Zovatto cree que entre el electorado de Estados Unidos tal condición no generará empatía necesariamente, como podría ocurrir en un país de América Latina.
Por su parte, la experta en comunicación política, Carmen Beatriz Fernández, sostiene que la empatía no es uno de los valores previos que hayan caracterizado a Trump, ni a sus electores: “el electorado de Trump no es empático, el propio Trump tampoco lo es. Lo que se valora positivamente de Trump es precisamente su fuerza, su agresividad”.
Fernández, quien es profesora en la Universidad de Navarra (España), me comenta sobre el impacto que a su juicio será negativo sobre Trump. La exposición al COVID-19 en esta campaña no lo beneficiará en una justa en la que busca la reelección enfrentándose al exvicepresidente Joe Biden, candidato del partido demócrata.
A tono con lo que plantea Fernández, Trump se mostró fuerte y decidido en sus intervenciones públicas, el tiempo que estuvo internado en el Centro Médico Militar Nacional Walter Reed de Bethesda, en las afueras de Washington.
La cercanía de los comicios, junto al efecto general que ha tenido el coronavirus en Estados Unidos, tanto en términos sanitarios como económicos, ha terminado siendo un factor sorpresa para lo que se suponía, al inicio de este 2020, sería una reelección segura de Trump. El presidente a lo largo de los últimos meses trató en vano de restarle importancia al virus, empeñado en la reactivación económica o mostrándose él mismo sin mascarilla.
Biden, en tanto, ha sido más cauteloso con la COVID-19. De entrada, se encerró preventivamente en su casa, se muestra en público con el rostro cubierto y ha aprovechado la crisis para enfatizar en la necesidad de reactivar el sistema sanitario público en Estados Unidos.
Dando una respuesta simbólica, mientras Trump debía convalecer y ser trasladado a un hospital, Biden mostró su prueba para demostrar que no está contagiado con el coronavirus.
Para la profesora Fernández, más allá de la recuperación de Trump y la posibilidad de que pueda volver a sus actividades como jefe de Estado y candidato, en la agenda pública ha quedado posicionado el tema COVID-19, muy poco tiempo antes de las votaciones y eso tendrá consecuencias.
“El que Trump tenga COVID-19 no le beneficia, cuando se le revisa desde el punto de vista de la agenda pública, de lo que discute la sociedad”, me indica la docente de la Universidad de Navarra y una reconocida experta latinoamericana en temas de comunicación política.
Hasta marzo pasado, según esta analista, se veía con claridad la reelección de Trump. Entonces el tema central era la economía, y si en Estados Unidos la economía va bien es casi un hecho que los electores de ese país no tomarán una decisión que cambie ese panorama.
Sin embargo, el tema COVID-19 no sólo fue llevando la discusión fuera del desempeño económico, sino que la propia crisis sanitaria terminó impactando de lleno a la actividad económica. Y junto a eso, “cuando la pandemia irrumpe con fuerza en Estados Unidos, desnuda la inexistencia y precariedad del sistema sanitario público”, explica la analista.
Todo este contexto, en tanto, le sirve a Biden para reivindicarse en su gestión como vicepresidente de Barack Obama, ya que el único esfuerzo serio de construir un sistema sanitario público fuerte tenía que ver con el ObamaCare, una iniciativa que fue frenada o impedida por Trump.
Aún es temprano para saber en materia de opinión pública la trascendencia de este hecho, para saber cómo procesará el ciudadano de a pie la convalecencia del Presidente, más allá de algunas encuestas realizadas por canales muy polarizados en relación a la administración Trump, como CNN o Fox.
Las elecciones del 3 de noviembre posiblemente terminen siendo lo que en términos hípicos se conoce como photo finish. Una final de fotografía.
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