Carta del Director

Divide y vencerás

Foto: @Conindustria
Editorial

Mientras los partidos políticos luchan para reducir sus divergencias internas y reestructurar una plataforma de unidad que propicie un nuevo enfoque en la búsqueda de un camino que finalmente lleve al objetivo de regresar a la democracia, algunos sectores de la sociedad civil y de grupos económicos continúan reuniéndose con el régimen. Si estas negociaciones sectoriales cobran fuerza, a pesar de que la historia ha demostrado que sólo debilitan la posibilidad de un cambio político, el gobierno nuevamente habrá impuesto su estrategia del “divide y vencerás”.

Benigno Alarcón

La reunión que sostuvo la semana pasada la directiva de Fedecámaras con Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional oficialista, avivó toda una polémica en el país en torno a qué hay detrás de dicho encuentro que, por lo demás, no se dio en oficinas del gobierno sino en la sede del gremio empresarial. Muchos se pronunciaron en contra, advirtiendo que los empresarios sólo velan por sus intereses económicos sin importar lo que suceda en el país; otros, por el contrario, piensan que es positivo porque podría estabilizarse la tan golpeada economía, generar empleos y mejorar salarios.

Más allá de esto, lo relevante es que el gobierno –previendo la posibilidad de una nueva fase de presiones y negociaciones para forzar un proceso de elecciones con ciertas garantías- está picando adelante y propone conversar con algunos sectores de la sociedad civil y ha comenzado a reunirse con empresarios, algunos rectores universitarios, entre otros, que inevitablemente, apuestan a la defensa de sus propios intereses, lo que generará mayores divisiones, mientras el gobierno continúa avanzando en su proceso de autocratización, como se evidencia en el índice de democracia de la Unidad de Inteligencia de The Economist recientemente publicado1, y se debilita la posibilidad de un acuerdo integral que incluya una solución a la esencia del problema que radica en lo político.

Es así como, este viernes 5 de febrero, se produce un encuentro de organizaciones de la sociedad civil y dirigentes empresariales en el Palacio de las Academias, lo que evidencia la coordinación entre quienes se acercan al gobierno. Como suele ocurrir, por los problemas típicos de coordinación en las acciones colectivas, detrás de estos acercamientos hay quienes actúan por razones egoístas, protegiendo sus intereses o potenciales ganancias, aprovechándose de quienes de buena fe, aunque ignorando los fundamentos básicos de la elección racional, lo hacen convencidos de que su participación en la mesa de negociación hará una diferencia. El riesgo de este proceso de negociaciones sectoriales es que aumentan considerablemente las asimetrías entre el régimen y cada uno de sus interlocutores, lo que permite al gobierno imponer sus condiciones y hacer concesiones en aquellos casos en que convenga a la estabilidad del régimen, mientras la negociación política resultará debilitada.

En este contexto, al régimen le interesa la conformación y el posicionamiento de un movimiento conformado por algunas organizaciones que se presentan como los interlocutores legítimos de la sociedad civil, asumiendo que el momento de los políticos ya pasó. La frustración generada por las polémicas elecciones del pasado 6 de diciembre que culminaron en la conformación de una Asamblea Nacional con mayoría oficialista se ha convertido en el caldo de cultivo para que surjan movimientos motorizados por actores y organizaciones que apuntan a lograr acuerdos parciales que les permitan la cohabitación con el régimen. Tal posición sería una especie de réplica en este ámbito de lo que fue la extinta Mesa Nacional de Diálogo, donde partidos y actores políticos, animados por la receptividad del régimen y sus intereses individuales, se adjudicaron la representación de la oposición para terminar defenestrados en la elección del pasado 6 de diciembre.

Lo cierto es que, de continuar estos diálogos segmentados, el principal ganador en esta estrategia de “divide y vencerás”, será nuevamente el gobierno. Al final esto se perfila como un juego suma cero en donde pierde la causa democrática.


1  https://www.eiu.com/n/campaigns/democracy-index-2020/


La oposición y el cambio de paradigmas

La pregunta entonces es qué está ocurriendo en el seno de los partidos políticos de la oposición, sobre todo cuando la comunidad internacional está insistiendo en un escenario de negociaciones que conduzcan a elecciones libres, y que queda de manifiesto esta semana en los pronunciamientos del Grupo de Contacto Internacional y la presencia en Venezuela de una delegación noruega. Aunque no se ha develado una agenda de trabajo específica de esta visita, es de suponer que, en sintonía con la discusión que se ha dado a comienzos de este año en los escenarios internacionales, se busca reactivar el proceso de negociación con miras a un proceso electoral con garantías.

Lo que queda claro es que el tema electoral vuelve a convertirse en el centro de la discusión, aunque existe conciencia de que no será un camino fácil, puesto que ahí es donde Maduro despliega estrategias divisionistas como la inhabilitación de candidatos, cambios arbitrarios de las autoridades de los partidos tradicionales, compra de dirigentes de los partidos de oposición, entre otras acciones que han sido exitosas para el logro de sus objetivos. En ese sentido, los partidos políticos tendrán que prepararse para enfrentar unos comicios, en este caso de alcance regional, que probablemente serán como los de 2015, donde no tendrán condiciones perfectas para la participación. El camino será como un campo minado que solo es posible atravesar si se tiene una estrategia clara y unitaria.

Asimismo es necesario retomar y reordenar los valores y la narrativa por los cuales se lucha. En los últimos años se ha generado mucha confusión en ese terreno que debe disiparse con tino, mientras debe dibujarse una nueva estrategia que permita conectar con la sociedad. Y entre los desafíos está desarticular el plan actual de Maduro de tratar de “normalizar” la situación del país. Le toca a la oposición -a los partidos y a la sociedad civil- convencer tanto a lo interno como a lo externo que Venezuela es un país con problemas que siguen agravándose, aunque existan burbujas. Le corresponde insistir que en Venezuela se violan los derechos humanos, no hay instituciones, la crisis social abarca a la gran mayoría del país y no existe democracia.

En definitiva, el escenario luce complicado. Frente a unos partidos políticos que todavía debaten sobre el alcance e impacto en la estrategia de las actuales dinámicas y una población agobiada ante la imposibilidad de lograr el cambio necesario, el régimen sigue centrando su estrategia en dividir y avanzar en el proceso de autocratización generando una especie de dilema de prisionero mediante el emprendimiento de negociaciones con algunos actores empresariales y de otros sectores de la sociedad civil para las opciones sobre las que podría construirse una negociación política exitosa. Permitir que avancen estos acuerdos segmentados sería equivalente a convertir la negociación en una válvula de escape para el régimen liderado por Maduro y no en el mecanismo para obligarlo a avanzar hacia una transición, condenando al fracaso cualquier posibilidad de apertura política. Por eso es imprescindible que los factores democráticos, tanto políticos como internacionales y de la sociedad civil, actúen con sentido de urgencia, en coalición, para que la fractura en la sociedad que está impulsando el régimen, no se convierta en una grieta imposible de cerrar.


[1] https://www.eiu.com/n/campaigns/democracy-index-2020/

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