
Félix Arellano
En la medida que avanza el tiempo, los fracasos del presidente Vladimir Putin se van incrementando en el plano internacional, en la situación interna de Rusia y en el escenario de la guerra, lo continuos errores de cálculo y de acción le tornan inestable y como una “fiera herida”, puede asumir posiciones más irracionales; en tal sentido, el chantaje nuclear que se ha incrementado en el discurso, no debe ser menospreciado, pero también conviene promover puentes de comunicación orientados a finalizar una guerra que no tiene sentido, en la que todos están perdiendo, en particular los más débiles.
En el plano internacional, la derrota que enfrentó el presidente Putin en el marco de la XXII Cumbre de Jefes de Estado de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), que se efectuó en Samarcanda (Uzbekistán), los días 15 y 16 de septiembre, ha resultado poco comentada, pero muy significativa; pues evidenció la magnitud del rechazo a la invasión rusa a Ucrania y su creciente aislamiento.
Sobre la cumbre conviene destacar que en principio se perfilan como grandes ganadores, por una parte, la propia organización, pues crece en el número de miembros y su agenda se torna más relevante en el contexto mundial, por otra parte, China que se posiciona como el gran líder de la OCS.
La OCS surgió como un “Grupo informal de Shanghái” con cinco miembros fundadores: China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, informalmente iniciaron conversaciones sobre temas de seguridad en la región asiática en 1996. Ha crecido, India y Paquistán se integraron en el 2017 y, en la reciente cumbre, se incorporó Irán. Pero la lista de potenciales miembros es larga, incluye a los observadores interesados en ser miembros plenos: Afganistán, Belarus y Mongolia; y los países asociados en proceso de diálogo: Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Nepal, Sri Lanka y Turquía.
La agenda también se ha tornado más compleja, inicialmente concentrada en prioridades regionales: terrorismo regional, separatismo étnico y extremismo religioso; con el tiempo se ha orientado a temas geopolíticos de mayor calado, como la búsqueda de un equilibrio estratégico global. En esencia, la OCS se presenta como una institución para enfrentar el expansionismo de Occidente, en particular de los Estados Unidos, luego de la invasión de Afganistán. Subyace la aspiración a convertirla en una suerte de organización defensiva militar del Asia, rivalizando con la OTAN. En ese contexto, han incorporado en sus actividades los ejercicios militares conjuntos.
Otro ganador de la cumbre es el presidente Xi Jinping, quien se consolida como el gran líder de la organización, superando la supuesta competencia rusa en el bloque. Ya era ampliamente conocida la debilidad económica y tecnológica de Rusia; ahora, con la invasión de Ucrania, se ha comprobado su ineficiencia militar. Por lo pronto, le queda el tema nuclear, con el que está desarrollando un constante chantaje.
El fortalecimiento de China en la OCS favorece a Xi Jinping, quien se encuentra en puertas del Congreso del Partido Comunista, que debería perpetuarlo en el poder, rompiendo la tradición de los dos periodos, que había establecido el gran reformador Deng Xiaoping. El éxito en la cumbre contribuye a robustecer el débil expediente con el que llega el presidente al Congreso, entre otros, por el deficiente manejo de la pandemia, los crecientes problemas con Occidentes y las oscuras perspectivas económicas.
El gran derrotado de la jornada ha sido el presidente de Rusia Vladimir Putin, quien ha debido llegar a la cumbre en Samarcanda con la confianza que sus “mejores amigos” le brindarían un pleno respaldo, pero la realidad ha resultado lapidaria, la guerra en Ucrania fue cuestionada. El primer ministro indio, Narendra Modi, le dijo que “la era actual no es una era de guerra”, y el presidente chino, Xi Jinping, también expresó sus “preocupaciones”. El lunes, el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, le dijo a PBS que había instado a Putin para poner fin a la guerra: “Las tierras que fueron invadidas serán devueltas a Ucrania”. Y esas tierras, dejó en claro, deberían incluir Crimea, que Rusia anexó en 2014”. (thealtantic.com, 21/09/2022).
Tras bastidores, los cuestionamientos a Putin han debido ser contundentes, prácticamente todo lo que se planteó en el mes de enero, –en la histórica visita a Pekín al Moscú, previa a la invasión de Ucrania, en el marco de la inauguración de las olimpiadas de invierno-, ha fracasado, afectando las perspectivas del liderazgo chino.
La OTAN, una organización que el año pasado muchos consideraban en extinción, ha resultado ampliamente fortalecida con la invasión de Ucrania y se posiciona como el epicentro de la defensa de Occidente. Adicionalmente, los treinta países miembros ya han suscrito el protocolo de incorporación de Finlandia y Suecia como nuevos miembros (05/05/2022), proceso que se encuentra en la fase de ratificación de los órganos legislativos.
La Unión Europea, que en los últimos años ha enfrentado la amenaza del euroescepticismo, en buena medida promovido por la guerra híbrida del autoritarismo, proceso que resultó fortalecido con el retiro del Reino Unido (Brexit), vive nuevos aires de dinamismo y consolidación, producto en gran medida del eficiente manejo comunitario de la crisis de la pandemia del covid-19; pero también, por la unidad que ha generado la necesidad de enfrentar la invasión de Ucrania. En estos momentos, con la excepción de Hungría, pareciera que se ha superado el fantasma de la fragmentación.
Una Europa más sólida, abordando temas fundamentales de seguridad regional y global, también ha mejorado sus relaciones con Estados Unidos, en el marco del diálogo transatlántico, previamente afectado por la política exterior del presidente Donald Trump, retomado con la llegada de Joe Biden; empero, enfrentar en conjunto la amenaza a la paz y a la seguridad que genera la invasión a Ucrania, ha contribuido a revitalizar las relaciones transatlánticas.
Por otra parte, al poco tiempo de la invasión se empezaron a sentir sus perversas consecuencias económicas, entre otras, la inflación a escala mundial, la crisis energética, la crisis de alimentos, en particular de cereales y la amenaza de una recesión; serios problemas para los gobiernos democráticos de Occidente, pues la población tiende a cuestionar al gobierno de turno por los problemas que genera la guerra. Pero la crisis económica también está afectando a los gobiernos autoritarios amigos de Rusia. En efecto, el deterioro del contexto global, limita las posibilidades de expansión china, en particular del ambicioso proyecto de la Ruta de la Seda.
Seguramente en el mes de enero Putin presumía que la invasión a Ucrania sería rápida; es decir, “quirúrgica”. Cabe destacar que con su narrativa manipuladora de la historia y de la realidad, siempre ha evitado referirse a una guerra en Ucrania y resalta que se trata de una “operación militar especial”. Pero la invasión inició con un enorme despliegue militar, que al poco tiempo ha evidenciado sus debilidades.
Para hacer más complejo el contexto, en las recientes semanas ha circulado que las fuerzas militares de Ucrania han logrado recuperar territorios controlados por el ejército ruso, lo que debilita sensiblemente el liderazgo del presidente Putin; pero, paralelamente fortalece la posición de China.
Adicionalmente, no debemos olvidar la contundente reacción de Occidente contra Rusia. Seguramente en el mes de enero Putin le garantizó a China que el caso de Ucrania resultaría tan sencillo como Crimea en el 2014, donde reinó una relativa indiferencia, pero los cálculos han resultado errados.
Los planes de Putin en el pasado mes de enero están fracasando sistemáticamente. La reacción de Occidente está resultando sólida y coordinada, con un arsenal de sanciones, que deterioran aún más la débil economía rusa y la aíslan del contexto global, situación que, por otra parte, beneficia a China y consolida su liderazgo en la OCS.
No debería sorprender que, al poco tiempo de la derrota en la OCS, el presidente Putin, visiblemente afectado, reaccione como “fiera herida” y, entre otros, convoque otros falsos referéndums en los territorios que su ejército ha ocupado en Ucrania; también ha ordenado la movilización de 300 mil reservistas, según sus elucubraciones, lo que está estimulando una diáspora de desertores rusos al mundo. Y de nuevo ha retomado la narrativa del chantaje nuclear, que no obstante lo repetitivo, no debe ser menospreciado.
Putin también juega a los efectos desestabilizadores del invierno que ya entra en Europa, espera que las alteraciones de la zona de confort de la población europea, se traducirán en crisis e inestabilidad política, debilitando la sólida posición de Occidente frente a la invasión.
Por lo pronto, los gobiernos y las autoridades comunitarias están trabajando fuertemente para hacer efectivas nuevas opciones de abastecimiento energético y superar la dependencia de Rusia, proceso que está debilitando la lucha contra el cambio climático, pero también asienta un fuerte revés para el futuro económico ruso.
Ante los planes de inestabilidad de Occidente que el presidente Putin lleva años promoviendo, nos corresponde a los defensores de la democracia, las libertades y los derechos humanos, una posición de alerta, rechazando las fuentes de la guerra híbrida rusa y promoviendo los valores libertarios.
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