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El juego que no podemos perder

Foto tomada de «El Ucabista»

Tomás Straka

Hay una verdad incómoda con la que debemos lidiar: la democracia parece estar perdiendo el juego.  Contrariamente a lo que soñamos a finales del siglo pasado, cuando el fin de casi todas las dictaduras latinoamericanas, la caída del Muro de Berlín y la supresión del apartheid, hacían pensar en el triunfo definitivo de los regímenes de libertad, en los últimos años hemos asistido al surgimiento de hiperliderazgos, autoritarismos competitivos, neodictaduras, iliberalismos, autocratizaciones y muchas otras categorías con las que los especialistas han definido al proceso.  En los lugares menos pensados, como la Unión Europea o los mismísimos Estados Unidos, movimientos y dirigentes anti-democráticos obtienen cada vez más votos, forman parte de coaliciones, influyen en las redes y los medios.  Steven Levitsky y Daniel Ziblatt han logrado un best seller analizando nada menos que la situación estadounidense.  Y en otras regiones vemos a una China cada vez más poderosa, a una Corea del Norte con “seguro de vida nuclear”, a una Rusia que sigue apostando a lo grande, aunque tal vez con más entusiasmo que fuerza; y si bien el Estado Islámico fue militarmente derrotado en Siria e Irak (derrotado al menos por ahora), en Afganistán los Talibanes hicieron marchar, una vez más, a los ejércitos más poderosos del mundo. Basta repasar el elenco de estos regímenes en expansión, para ver la dimensión de lo que está en juego, así como todo lo que implicaría perderlo.  Es uno de esos juegos terribles que no se pueden perder.  

En este contexto el caso venezolano cobra notable importancia. La “muerte” de su democracia nacida en 1958 merece ser estudiada con atención.  No sólo para comprender en específico la suerte, tan llena de altibajos, del país; sino también para ampliar, con datos que, como se verá en el libro, son muy ilustrativos, el fenómeno más amplio de la de desdemocratización.  Venezuela ha tenido un desarrollo bastante autónomo con respecto a las olas de expansión o contracción de la democracia.  Fundó la suya en 1958 cuando el continente se llenaba de dictaduras; en los siguientes quince años se convirtió en un laboratorio de Occidente durante la Guerra Fría, siendo incluso considerada como la prueba de que las teorías de la modernización de Rostow funcionaban; jugó un papel clave en el combate al comunismo, teniendo el éxito más rápido del mundo en la historia de la contrainsurgencia; alcanzó logros sociales y económicos notables, abatió epidemias, masificó la educación, electrificó el país, construyó represas y autopistas, consolidó una clase media, en momentos en los que sus países vecinos, con algunas excepciones, apenas podían soñar con esas cosas. 

No obstante, para finales del siglo el sistema había perdido fuelle, el modelo económico entró en un callejón sin salida, se duplicó la pobreza, en tanto que la institucionalidad comenzó a erosionarse.  Escándalos de corrupción, disturbios y golpes de Estado reaparecieron, como fantasmas que esperaban agazapados la mejor oportunidad para volver.  Finalmente, en 1998 la sociedad votó mayoritariamente por un candidato anti-sistema, en sucesivas elecciones le entregó todo el poder, aplaudió cada medida que tomó desmontando lo que había y hasta adoptó su propia narrativa, incluso en casos en los que la experiencia personal indicaba otra cosa.  En 2007 se fue más allá y se adoptó de manera oficial el socialismo, en una versión mucho más radical que cualquier otra de la Marea Rosa que en el resto de América Latina matizaba (en realidad sólo eso: matizaba) la reformas neoliberales de la década anterior. El socialismo bolivariano fue una especie de versión light de los socialismos reales de Europa Oriental, un poco más libre que el Socialismo Goulash, aunque en otros aspectos era básicamente similar a los socialismos africanos.  La bonaza petrolera de 2004 a 2010 u 11, permitió que la ola de estatizaciones y controles no detuvieran el crecimiento y aumento de la capacidad adquisitiva de los más pobres.  Pero muy pronto el socialismo bolivariano entró en la misma crisis de los otros socialismos reales de los años ochenta.  Siguió la bancarrota, la recesión registrada más grande de la historia y, como consecuencia, una de las peores crisis migratorias del mundo.  Entre tanto, las posibilidades de un cambio político por vía electoral se fueron estrechando hasta casi desaparecer.  ¿Qué pasó?, se preguntaron todos a los alrededores; y se preguntaron también a sí mismos cada vez más venezolanos, crecientemente asustados con lo que habían hecho.

Por eso pocos temas podían resultar  más pertinentes y urgentes cuando en el Instituto de Investigaciones Históricas “Hermann González Oropeza, sj”, de la Universidad Católica Andrés Bello, decidimos iniciar un proyecto de investigación sobre la desdemocratización venezolana en 2017, año que hoy se asocia en la memoria de los venezolanos como uno de los peores vividos jamás.  Mientras los anaqueles estaban vacíos, las personas escenificaban un verdadero éxodo a los países vecinos y la suspensión de un referéndum revocatorio por unos tribunales, cuya competencia para ello está en juicio para muchos, produjo noventa días de protestas con un saldo inquietante de víctimas.  La idea inicial fue estudiar el último cuarto del siglo XX, para comprender la manera en la que la aparentemente “democracia modelo” y el éxito de Occidente en la Guerra Fría caribeña, había recalado en el socialismo bolivariano.  Basta oír cualquier conversación en la calle, en la barbería, en el metro o en un bar, o hacer una incursión en las procelosas aguas de las redes sociales, para ver cuán confundidos, tristes y/o enojados estábamos (y en gran medida seguimos estando).  No hay una consciencia clara de cómo llegamos adonde estamos, lo que es un verdadero hándicap para tomar decisiones asertivas.  Sin un diagnóstico mínimamente aproximado a los hechos, ningún remedio es posible de ser prescrito.

La primera fase del proyecto, en el año escolar 2018-2019, convocó a varios investigadores de la Universidad Católica Andrés Bello y de otros centros, como la Universidad Metropolitana y la Universidad Pedagógica Experimental Libertador.  El tamaño de lo que teníamos en frente obligaba a ser moderado en los objetivos: en un principio recoger y sistematizar lo que en multitud de trabajos se venía haciendo desde, al menos, 1980.  Si bien no se logró la visión coherente y homogénea que hubiéramos soñado, sí se publicaron algunos papers en revistas arbitradas e indizadas, se presentó lo que podemos llamar un informe-semilla, como capital-semilla para futuros trabajos, ante la instancia que financió el proyecto; y se organizó un concurridísimo evento con el Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la UCAB.  Pero es inocultable que se trataba de un abreboca, de algo muy, pero muy preliminar.  Sobrevino la pandemia, una estancia en el exterior de uno de los miembros, la salida de la universidad de otros dos, la promoción a diversos puestos de otros, una cotidianidad llena de responsabilidades…En fin, el grupo se dispersó y retomar el hilo no ha sido fácil.  Pero el “capital-semilla” de lo hecho entonces, cayó, como en el aserto evangélico, en tierra buena.  Este libro es la demostración de ello.

Andrés Cañizález, comunicador con formación en politología e historia, trabajó en el proyecto analizando los informes, análisis y noticias salidos en la revista SIC durante el período.  Al igual que los demás trabajos, se trató de una primera aproximación, con el alcance de un primer paso, que será mayor o menor según los que vengan después. Pero la idea general le quedó dando vueltas en la cabeza.    Así comenzó a publicar una serie de artículos sobre el tema en la revista digital del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno, Polítika UCAB  (https://politikaucab.net/).  Especie de folletón sobre el declive y colapso de la otrora “democracia modelo”, repasaba hechos y circunstancias que la mayor parte ha olvidado, o recuerda muy parcialmente, o que son del todo desconocidos para los más jóvenes. Aquellas crónicas/ensayos fueron desarrolladas con más aparato de referencias, detalles y análisis, y se convirtieron en el libro que estas líneas prologan.    La democracia desmantelada: aproximaciones a la desdemocratización de Venezuela ofrece un recorrido de lo que fue el país entre 1974 y los primeros años del siglo XIX.  Cada aproximación es una especie de round escrito con nervio periodístico, pero aliento de historiador, que recorre casos, o narra un proceso, o hace un breve análisis de algún tópico.  Bien pueden leerse por separado, pero que vistas en conjunto revelan el panorama complejo y amplio de la crisis del modelo de Puntofijo y su sustitución por el chavismo.

Quien lea el libro tendrá una opinión más informada de los afanes y agobios de nuestras últimas décadas.  Podrá ver los claroscuros de un proceso en el que se combinaron muchas cosas, se cometieron algunos de los errores más grandes que sociedad alguna haya cometido en su historia; pero también verá que hubo éxitos, ideas y ejecutorias muy meritorias, que, en muchos casos, al menos han evitado que las cosas sean peores.  Podrá, también, avanzar al margen de las propagandas y de los grandes esfuerzos de manipulación de nuestra memoria.  En fin, podrá tomar decisiones con más fundamento, o lo que es lo mismo: ser una mujer o un  hombre más libre.

Acaso murió un sistema democrático, el de 1958, y la democracia en sí, como lógica global, ha ido siendo desmantelada.  Pero aún no ha muerto, especialmente en el seno de los valores de una sociedad.  Si alguna oportunidad hay para el pleno restablecimiento de su salud, es el comprensión de lo que la llevó a dónde está, el inventario de sus falencias y fortalezas, y las lecciones que pueden servir de referencia para marchar hacia el porvenir. Ante la verdad incómoda de que el resto de las democracias del mundo están, unas más y otras menos, manifestando los síntomas del mal que minó a la venezolana, la urgencia de estudios como el que se presenta es global.  Es un juego que no podemos perder.


* Prólogo a La democracia desmantelada: aproximaciones a la desdemocratización de Venezuela, de Andrés Cañizález (Caracas, AB Ediciones-UCAB/Medianálisis, 2022).

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