
Cuando el país se aproxima al cierre del primer semestre, varios asuntos generan incertidumbre entre los venezolanos. El frenazo de la incipiente recuperación de la economía que algunos sectores percibieron durante el año pasado, el incremento de los problemas en servicios públicos como la electricidad, el desabastecimiento de gasolina y gasoil, las expectativas y dudas que se ciernen sobre la Primaria opositora, así como el impacto que sobre la política interna tienen los dilemas de la comunidad internacional sobre el caso venezolano y el creciente flujo migratorio desde el país, configuran un cuadro complejo del entorno
El anuncio de que la elección primaria se realizará con asistencia técnica del Consejo Nacional Electoral (CNE) ha generado controversias entre los distintos actores políticos que confluyen en ese proceso en el cual se definiría el candidato opositor para las presidenciales de 2024, lo que ha agregado nuevas incertidumbres sobre la viabilidad y el éxito de esta iniciativa política.
Uno de los problemas con la primaria es que se ha creado una gran confusión. Más allá de que casi siete millones de venezolanos viven en una oscuridad informativa, tal y como lo señaló recientemente el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS), debido a la censura, cierre y bloqueo de medios por parte del gobierno, hay otros elementos que se suman para generar incertidumbre y desconocimiento sobre el proceso. Ese es el caso de los partidos políticos opositores, que lejos de mostrarse cohesionados y trabajando por una estrategia conjunta que permita lograr el anhelado cambio político a partir de 2024, están enfrascados en defender sus propios intereses. Sumidos en un enfrentamiento público -y privado- que va desde su indefinición sobre participar o no en las primarias hasta otros asuntos que tocan acusaciones de corrupción y negociaciones con el gobierno tras bastidores, las actuaciones de la dirigencia opositora producen aún mayor desconfianza hacia ellos por parte de los ciudadanos.
Con respecto al tema sobre el apoyo técnico y logístico del Consejo Nacional Electoral (CNE), todavía hay elementos de la negociación que no se han concretado. El número de centros y mesas de votación es uno de ellos, pues hay que recordar que en la solicitud presentada por la Comisión Nacional de Primaria (CNP) a la comisión técnica del CNE se pidieron unos 5.000 centros de votación distribuidos en todo el país según información hecha pública por la misma CNP. También falta por definir el número de cajas que se van a abrir para realizar verificación manual de los votos. No se conoce si la asistencia técnica tendrá algún costo para la CNP, lo que podría terminar en la inviabilidad del proceso. Tampoco se ha acordado el protocolo específico de seguridad en el manejo de la identidad de los electores. Dadas estas circunstancias, algunos voceros de grupos opositores no se explican cómo se le va a ceder al CNE la organización de la elección cuando en todo momento ha mostrado poca disposición a cooperar de manera oportuna. Y también se preguntan cómo se puede creer que este organismo oficialista será confiable en el manejo de los procesos que se deben llevar adelante dadas las experiencias anteriores. Como contraparte, otros actores han apoyado la decisión tomada por la comisión.
En ese sentido, tal y como van las cosas, la probabilidad de que la primaria salga bien es baja, a menos que se tomen medidas correctivas oportunamente. Es decir, el famoso plan B del que hablaban los representantes de la CNP para organizar una primaria autogestionada, que en la medida que avanza el tiempo deja de ser una alternativa factible de cara al 22 de octubre.
Es evidente que al gobierno le interesa que el CNE esté ahí. Y la razón no es precisamente para ayudar a que las primarias sean exitosas y permitan elegir al líder unitario de la oposición, sino porque es la manera más sutil de intervenir la primaria.
Las dudas, en todo caso, se ciernen sobre el futuro de este proceso. Tanto es así que, a estas fechas, las juntas regionales tienen poca idea de las actividades que les corresponde desarrollar y además todavía no se han designado los miembros de las juntas municipales, que son fundamentales en un proceso de este tipo pues son las que manejan la logística.
La primaria es un tema crucial porque de ella depende, en buena medida, lo que suceda en 2024 y 2025. Y allí hay que pasearse por las distintas razones que atentan contra este proceso electoral: en primera instancia, para algunos actores políticos responde a cálculos de lo que le conviene a cada uno. Como ningún candidato del G2 o G3 tiene hoy posibilidad de ganar, no muestran interés de participar porque, además, quienes cuentan con el voto mayoritario son, precisamente, quienes están por fuera de la Plataforma Unitaria.
Por otra parte, en un escenario donde las cosas se le complican al gobierno, aunque éste prefiere una elección blindada contra el desconocimiento internacional, ante la incertidumbre no se descarta un importante deterioro de las condiciones electorales, cuyo extremo sería la ruta trazada por Nicaragua.
Otro aspecto a tomar en cuenta es el impacto que el deterioro de la economía nacional tiene sobre la posibilidad de que el gobierno pueda ganar una elección medianamente competitiva, y eso de alguna manera preocupa al gobierno y explica la gira que acaba de realizar Maduro por Turquía y Arabia Saudita.
El dilema de “normalizar”
Pero avanzar en lo político y mejorar la economía pasa necesariamente por normalizar las relaciones en el plano internacional, por lo que para el gobierno toman especial relevancia las negociaciones con los diferentes bloques de poder que le permitan lograr ciertos avances en sus relaciones con la comunidad internacional.
En ese sentido, es imperativo analizar el dilema al que se enfrentan buena parte de los actores internacionales entre la normalización de sus relaciones con un régimen autoritario, por un lado, y la democratización del sistema, por el otro.
Actualmente hay diversas interpretaciones sobre la normalización que se maneja en el ámbito internacional: la de Miraflores, cómo ha sido su juego particular en el caso de las sanciones con ciertos respaldos internacionales, principalmente de regímenes autoritarios, como Rusia y China. Y más recientemente Arabia Saudita, Turquía e Irán. En otros casos se asume la normalización como la negociación de condiciones para una próxima elección presidencial, donde cobre importancia la negociación en México, y el papel que juega una oposición, hoy muy fragmentada y débil.
En medio de esta disyuntiva, es de vital importancia recordar que de cara a 2024 hay una pequeña ventana de oportunidad para una transición democrática en Venezuela que se reduce o estrecha en la medida que la comunidad internacional y la sociedad venezolana no presionan al gobierno para que ésta se amplíe. Lo que hay que poner de relieve son las consecuencias que puede tener la forma en que se maneja la relación con Venezuela. Si se privilegia la buena relación con el gobierno sobre cualquier otro aspecto, sin importar la democratización, se estrecha la ventana de oportunidad.
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