
José Guédez Yépez
Presidente de la Asociación Causa Democrática Iberoamericana
Los resultados electorales en España sirven para hacer extensos e interesantes análisis de todo tipo, uno de los cuales tiene que ver con lo que en otras ocasiones he llamado la paradoja del centro y los extremos. El debate político actual en casi todo Occidente está polarizado, y hasta las democracias más fuertes sufren tensiones provenientes de proyectos extremistas y antisistemas. La polarización sirve para diferenciarse de la competencia, sobre todo en campaña, sin embargo los votos en disputa que inclinan la balanza para un lado o para otro son de electores no dogmáticos pertenecientes al centro político. ¿Se puede ser centrado y extremista al mismo tiempo?
Si uno ve en frío los resultados electorales de la elección general española pudiera pensar que el centro ha triunfado, toda vez que los dos partidos constitucionales y tradicionales que se han alternado el poder durante las cuatro décadas democráticas, han obtenido entre ambos más del setenta por ciento de los escaños en el Congreso de los Diputados. Aunado a esto, los partidos independentistas y los de ambos extremos ideológicos, han disminuido considerablemente su representación parlamentaria. Pero esa lectura se cae por sí sola cuando se constata la falta de entendimiento entre los dos partidos mayoritarios y los niveles de polarización entre ambos, todo lo cual genera la mayor de las paradojas democráticas: los partidos minoritarios antisistema son los que tienen el poder real.
Por una parte el PP se metió en la trampa discursiva del “antisanchismo” y por otra el PSOE siente que su fórmula “Frankenstein”, además de efectiva, fue legitimada. Ya no hay puentes entre ellos, lo que deja al sistema huérfano y a merced de cualquier reformismo excluyente. Pero la gente votó al centro, eso es incuestionable, votó al sistema, votó al bipartidismo. Una suerte que no tienen otros países y que en el caso de España parece que se desperdiciará. “Quiero ser de centro y no me dejan”, puede ser el título de esta película en la que los ciudadanos verán frustradas sus esperanzas de renovar los pactos de Estado y mantener a raya los radicalismos.
No se trata de desconocer las reglas de juego del parlamentarismo e imponer una cultura presidencialista ajena a la Constitución. Se trata de recuperar el centro, de reivindicar el sistema, de honrar la voluntad de casi tres cuartos de la población. Lo primero es reconocer que el centro existe, es más, la alternancia de la centro izquierda y la centro derecha es lo que ha consolidado en el mundo los sistemas democráticos de corte moderno y liberal. Si ahora se afea esa alternancia, desconociéndose la legitimidad de un lado o de otro para gobernar, la democracia tal y como la conocemos quedaría desahuciada. Eso es lo que hacen los populismos antisistemas para acabar justamente con la convivencia pacífica y el pluralismo democrático. Lo triste es que lo hagan con la ayuda de los propios partidos democráticos del sistema.
Aunque parezca de perogrullo, conviene advertir que este análisis no aplica en países sin democracia, donde la polarización entre tiranía y libertad sí es real. De la misma forma, vale decir que en sistemas democráticos consolidados resulta altamente perjudicial condenar o desconocer al adversario, aplicando un cordón sanitario a partidos constitucionales. Más allá de las preferencias, no es ninguna tragedia que en España gobierne el PP o el PSOE, así como tampoco lo es que en EE.UU gobierne el partido demócrata o republicano. Por el contrario, las democracias de ambos países consisten en la alternancia de esas opciones, en el marco de un bipartidismo histórico que luce bastante sano. Y el hecho de que a veces gane una opción y a veces otra, es la evidencia definitiva de que el centro no solo existe, sino que decide. El problema está cuando esos partidos se radicalizan y dejan de reconocerse entre sí, para refugiarse en los extremos antisistemas que, siendo minoría, terminan ejerciendo un poder desmedido en perjuicio de las expectativas de la mayoría.
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