
Ludmila Vinogradoff
De la amnistía a la tiranía solo hay un paso, sobre todo cuando un político golpista que ha recibido el perdón a su traición a la patria muerde la mano del que le ha beneficiado con la medida de gracia. Historias de traiciones abundan en todas partes, pero entre España y Venezuela hay similitudes que se van tejiendo de manera asombrosa.
Hoy España se enrumba a una movilización social con protestas sin precedentes para defender su constitución que prohíbe las amnistías a los imputados por sedición y separación territorial como es el caso del catalán Carles Puigdemont, que siendo prófugo de la justicia española, intenta retornar a España por la puerta grande con una amnistía.
Pedro Sánchez, por ahora jefe de gobierno y el candidato perdedor de las elecciones presidenciales de España, pretende investir su presidencia con una coalición de organizaciones de izquierda, separatistas vascos y catalanes minoritarios, entre ellos Puigdemont, que ha condicionado su voto al decreto de amnistía, lo que incluye reformar la Constitución española.
La amnistía es un arma peligrosa de doble filo que puede convertirse en un cuchillo para su garganta. Eso fue lo que ocurrió con el expresidente Hugo Chávez, cuando era un desconocido militar golpista, y vean en lo que se convirtió Venezuela: en un país arruinado y empobrecido, de cuya tiranía se han escapado cerca de 8 millones de personas.
La historia de Chávez y de cómo fue amnistiado podría servir de ejemplo para el caso del prófugo catalán Carles Puigdemont, que con sus exigencias de obtener una amnistía para formar gobierno ha puesto de cabeza a los españoles.
Parece increíble que España quiera parecerse a Venezuela, pero si se descuida y si se deja llevar por los inescrupulosos del “sanchismo” podría lamentar caer en ese abismo. Las consecuencias negativas no se notan al principio por la anestesia izquierdista “progre”, sino después gradualmente cuando el daño ya está hecho y cuesta mucho revertirlo.
Cuando el teniente coronel del ejército venezolano, Hugo Chávez, dio su cruento golpe de Estado el 4 de febrero de 1992 contra el presidente legítimo Carlos Andrés Pérez, era el perfecto desconocido. Estuvo dos años en prisión y el entonces presidente Rafael Caldera tuvo la infeliz idea de amnistiar al golpista que posteriormente se convertiría en el verdugo de la democracia venezolana.
Caldera es el principio y fin de la actual tragedia venezolana. Pensó que perdonando a los golpistas iba a pacificarlos. Le dio miedo tener a los sediciosos encarcelados y que fueran un foco de conflicto, cuando lo elemental era juzgarlos por traición a la patria y condenarlos a 30 años de prisión, como ordena la ley.
Caldera creyó que era más fácil dictar un sobreseimiento a favor de Chávez en 1994 y así se liberaba de un problema. Craso error, el problema se lo dejó a los venezolanos para que padecieran su falta de determinación de aplicar la ley.
Chávez gana la Presidencia en 1998 y a lo largo de los 13 años que estuvo en el poder hasta que murió de cáncer, convocó muchos referéndum y elecciones para reformar la Constitución, consolidarse y controlar todos los poderes e instituciones. Y dejó a su heredero Nicolás Maduro para que terminara de destruir lo poco que quedaba de institucionalidad en el país.
El militar golpista siempre nos decía que necesitaba “10 años más” para gobernar. Ya llevamos 24 años viviendo esta miserable tragedia y dictadura. Su sucesor pide unos 30 años. Y el segundón en el mando, Diosdado Cabello, unos 200 años más.
Es como decía el expresidente del gobierno español, Alfonso Guerra, con su teoría de rebanar el salchichón. “Cada vez es una rebanada, después viene otra rebanada y al final se lo tragan todo”, al referirse a que los amnistiados son insaciables y siempre quieren más y más. En venezolano decimos que ”si se le da un dedo se agarra toda la mano y de la mano el brazo”.
“Esta amnistía es la condena de la Transición, pido que no la hagan porque es muy grave”, clama Guerra.
Los socialistas serios pueden evitar que la historia se repita, la de impedir que Puigdemont siga los pasos de Chávez y usar la amnistía para blanquear su delito y derivar en una autocracia. Ya José María Aznar ha convocado la movilización de calle para protestar.
Chávez blanqueó su golpe, justificando la sublevación militar como algo necesario. Se daba golpes en el pecho insistiendo en su “inocencia”. Incluso decretó un día feriado para glorificar su traición a la patria y se construyó un monumento o panteón del 4F en el Museo Histórico Militar, llamado por los chavistas el Cuartel de la Montaña. ¿Cómo irá aglorificar Puigdmont su delito?
¿Aprendida la lección? Lo cierto es que los españoles van a tener que hacer valer su voto cuando eligieron a Alberto Nuñez Feijóo del Partido Popular como su presidente, pero que no alcanza los suficientes votos para formar gobierno. Es entonces en la calle donde se van a confrontar los electores, algo que tiene temblando al gobierno de Sánchez. Pero todavía puede dar paz al reino y no ser el verdugo de la democracia española.
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