
Frente al escenario atomizado de los adversarios del oficialismo vale la pena preguntarse: ¿Cuál sería la situación si Acción Democrática estuviera cohesionada y ejerciendo su peso organizativo en la cancha de la oposición?
José Gregorio Yépez
Acción Democrática se ha ganado un puesto en la historia venezolana por la influencia que ha tenido en las decisiones políticas que han marcado el rumbo del país, eso es innegable. Pero si eso es cierto, también es innegable que la situación actual le ha hecho perder parte de esa incidencia.
La fuerza adeca en el universo opositor venezolano se ha visto disminuida luego de la judicialización del llamado partido del pueblo, lo que le ha impedido marcar las decisiones en un escenario de atomización del que comenzó a formar parte hace rato.
Al mirar el archipiélago de los adversarios del Gobierno, el PSUV y sus aliados, destaca la desarticulación de la maquinaria electoral con más historia en el país, al punto de que algunos analistas señalan que el conflicto adeco impide la cohesión opositora.
Aquella fortaleza de una estructura política que accionaba con eficiencia en cada rincón del país hoy está fragmentada al punto de hablar de la AD de Bernabé (Gutiérrez) y la AD de Henry (Ramos).
No es la primera vez
En este momento la militancia de AD es sometida al forcejeo entre sus líderes como en los años 60 del siglo pasado.
En esos años Rómulo Betancourt impuso su liderazgo, incluso a costa de perder unas elecciones presidenciales, manteniendo una mano férrea y el control del partido.
La primera fractura de relevancia registrada fue en 1960, cuando de las filas de la Juventud de Acción Democrática emergió el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que se gestó al calor que insufló en la juventud latinoamericana la Revolución cubana y la visita de Fidel Castro a Venezuela.
Argumentando que el partido había traicionado los ideales sociales, los jóvenes de la época, Domingo Alberto Rangel, Gumersindo Rodríguez y Américo Martín fundan el MIR.
En 1968 los adecos sufren una escisión menos impactante liderada por Raúl Ramos Jiménez. Se llamaron AD-Oposición y acudieron a las elecciones de 1963 con “una tarjeta negra para recuperar la blanca”, emblemática de los adecos.
Los historiadores perciben como la gran división de Acción Democrática la ocurrida a finales de 1968, tras la fundación del Movimiento Electoral del Pueblo.
Esta fractura fue liderada por Luis Beltrán Prieto Figueroa y Jesús Paz Galarraga, quienes confrontaron la línea de Betancourt que impuso como candidato a Gonzalo Barrios.
Este cisma minó el caudal electoral de los adecos, y si bien el MEP no ganó las elecciones, hizo que AD tuviera que salir de Miraflores y Raúl Leoni le entregara la banda presidencial a Rafael Caldera de Copei.
Carlos Andrés Pérez (CAP) luego de ser dos veces presidente generó una corriente importante (El perecismo). Durante su segunda gestión CAP se pelea con el partido. Este le quita su apoyo al punto que no logró terminar su mandato y fue separado del cargo por denuncias de malversación de fondos.
Luego de ser condenado y salir en libertad fundó en 1999 un partido político llamado Apertura, por el cual fue electo como Senador, pero afectó el peso específico de Acción Democrática en el país.
Los adecos dan para todo en la política venezolana. Una división de este partido en el estado Zulia trajo al mundo política venezolano a una organización política de alcance nacional: Un Nuevo Tiempo.
Su líder Manuel Rosales fue gobernador del Zulia por AD, pero en 1999 funda Un Nuevo Tiempo, apalancado en la estructura de AD que manejó en el estado de mayor densidad electoral del país.
Esta organización captó a los cuadros adecos del Zulia y se fue proyectando hasta lograr hacerse un partido nacional. Incluso ha llegado a liderar la votación de la oposición venezolana.
El conflicto de hoy
Desde el poder se fomenta la división de la oposición y escindir a AD ha sido una tarea en la que el oficialismo puede decir que “los objetivos fueron alcanzados”.
El Tribunal Supremo de Justicia suspendió a la cúpula adeca dirigida por Henry Ramos y designó una junta ad hoc presidida por Bernabé Gutiérrez, fracturando al partido.
Este evento no tiene las características del cisma vivido en 1960 por determinaciones ideológicas y conceptuales que hizo surgir al MIR; tampoco tiene los ribetes de disputa de la escisión liderada por el Maestro Prieto con el MEP.
En el conflicto de hoy no hay debate ideológico, la “pelea” se centra en el control del partido. En el debate no se ahorran adjetivos para calificar al adversario.
De un lado se habla de las “manos malolientes, piltrafosas y hamponiles que se prestaron a la judicialización de los partidos”. Desde el otro se habla de un “líder atrasado, enquistado y gritón que cree que el partido le pertenece”.
La de Henry
Desde esta acera se cierran filas y se trabaja en pos de las primarias y mueven la maquinaria que controlan a favor de Carlos Prosperi.
El candidato ha propuesto que, de llegar a ser presidente, llamaría a elecciones presidenciales en tres años, luego de crear un mínimo de condiciones para que todos los actores políticos y sociales del país puedan participar, incluyendo al chavismo.
Los adecos que van a la primaria saben que su candidato, sin estar de primero en las encuestas, puede terminar siendo el aspirante no inhabilitado más votado y por ello hacen esta apuesta. Sostienen que la maquinaria de una organización que tiene los dientes amarillos de tanto masticar elecciones se impondrá en una medición de este tipo.
Esto le daría un papel protagónico al liderazgo de esta facción, con un abanderado presidencial, en el caso de que las primarias lleguen a buen término.
Ese resultado le daría legitimidad ante la sociedad opositora y sería una herramienta para acaparar el universo adeco desarticulado y darle organicidad a partir de una demostración de fuerza.
“Los adecos de Henry”, quieren medirse y poner a prueba el aparato que controlan y en definitiva demostrar que “son más” que quienes tienen la tarjeta.
Los de Bernabé
Por su parte los adecos de Bernabé mantienen un activo muy importante como lo es la poderosa tarjeta de Acción Democrática, que definitivamente es un icono de la cultura política de este país.
Sin embargo, la experiencia de Barinas en la repetición de los comicios regionales en 2022 dispara las alarmas en esta acera del debate adeco.
La economía del voto produjo un deslave de la votación de la “AD de Bernabé”. La tarjeta de AD aglutinó más del 10% de los sufragios en el proceso de noviembre de 2021, con Rafael Rosales Peña como abanderado adeco y de la Alianza Democrática. Sin embargo, dos meses después los votos recibidos fueron de 0,4%, según cifras oficiales.
El capital de votos adecos de Bernabé migró casi íntegramente hacia Sergio Garrido, adeco de “la AD de Henry Ramos” y esta fuerza marcó la ventaja de 14% de la MUD sobre el PSUV en el estado natal del “Comandante Chávez”, en enero de 2022.
El gran temor al interior del CEN del AD que funciona en La Florida, y que no se reúne, es que una candidatura de Bernabé Gutiérrez en 2024 produzca una votación tan exigua que se pierda la tarjeta de los adecos.
Esto dejaría sin margen de negociación a dirigentes como Luis Eduardo Martínez, José Manuel Muqueza, Oscar Ronderos, con su contraparte en el lado de “la AD de Henry”, en un futuro cercano a la hora de tratar de reunificar el partido y exigir un espacio.
El impacto del conflicto
Los adecos de ambos bandos reconocen en las conversaciones confidenciales que -a la hora de negociar con sus pares en las corrientes opositoras- su fuerza se ve disminuida y no logran marcar las tendencias como en otrora.
“Hacia donde apuntábamos los adecos, todos los demás factores debían mirar. Nuestra maquinaria metía miedo a cualquiera. El chavismo temblaba cuando nos movíamos y nuestros aliados opositores tenían que tomar en cuenta ‘el son que tocábamos’. Ahora nos sacan en cara que estamos divididos y no tenemos la fuerza de antes”, comentó un alto dirigente de la tendencia de Henry Ramos.
Del otro lado se dice: “no hemos podido demostrar con votos que somos la mayoría opositora, ni que tenemos el control de la fuerza adeca. Barinas nos dejo al descubierto”.
En este escenario se evidencia como la escisión de una de las fuerzas políticas y electorales del país pesa en la atomización opositora que no logra la unidad de acción que requieren para confrontar con posibilidad de éxito al oficialismo y sus aliados.
¿Una AD sólida podría marcar un rumbo firme en el universo opositor y aportar cemento para consolidar la construcción de una coalición con una creíble vocación de poder?
Esa historia no puede escribirse en este momento. Para saberlo habrá que esperar porque no tenemos bolas de cristal para ver el futuro. Solo andamos con pies planos, pisando tierra y evaluando la realidad política, económica y social del país.
El juego sigue.
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