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Populismo sin mayoría: ¿más autoritarismo?

Tomada de La Vanguardia

Nelly Arenas

Los movimientos populistas son modernos porque nacen y se desarrollan en   la democracia. Los liderazgos populistas acceden al poder por medio de elecciones. Es en los procesos electorales donde aquellos se validan con el voto de la mayoría. En América Latina el populismo es una de las vertientes en la que se expresó  la modernización política.

 De acuerdo con Enrique Peruzzotti, en el modelo presidencialista populista, las elecciones sirven para ratificar fácticamente que se ha consumado con éxito un vínculo plebiscitario entre el líder y las masas.  Este vínculo se desarrolla desconociendo las instituciones de mediación política como el parlamento, los partidos  y las organizaciones de carácter público. Tales órganos son percibidos como estorbos que impiden concretar  la conexión directa entre el caudillo y su pueblo. Ganar las elecciones es para los líderes populistas como recibir un cheque en blanco que les autoriza a gobernar de acuerdo a su libre albedrío respondiendo a su proyecto personal. Como alguna vez dijera Perón: “Le hemos dado al pueblo argentino la oportunidad de elegir entre nosotros y nuestros adversarios. El pueblo nos ha elegido… por lo tanto, en la Argentina se hace lo que nosotros decidimos”.

Esta manera de entender la democracia es propia de los populismos. Como apunta Nadia Urbinati, una mayoría populista se instala en el poder no como un ganador temporal, sino como uno que se asume como el “correcto” porque tiene la tarea de hacer presente al “país verdadero”. Al alejarse del significado general indeterminado de pueblo consustancial con la democracia, el populismo se presenta como la mejor parte de la sociedad, haciendo de la mayoría la fuerza gobernante de esa parte contra el resto.  De este modo, un régimen popular puede reconocerse por la forma en que humilla a la oposición política y difunde la creencia de que esta es moralmente ilegítima porque no está conformada por la gente “correcta”. El gobierno del populismo es un gobierno faccioso, apuntalado en un mayoritarismo extremo.  Un régimen así  es capaz de generar una atmósfera en la cual la mayoría podría sentirse estimulada y preparada para actuar a expensas de los derechos y la legitimidad de las aborrecidas minorías. En estas líneas  de  Urbinati se advierte claramente la posibilidad de la deriva autoritaria presente en todo populismo.

 ¿Qué pasa, sin embargo, cuando esa mayoría que autoriza con su voto al populismo para gobernar desaparece? Una  hipótesis  es que este se ve obligado a radicalizar su autoritarismo con vistas a preservar el poder.  La experiencia venezolana ha mostrado muy bien como el favor de la mayoría en las urnas se utilizó como bandera moral y ética para desconocer la legitimidad de las minorías desde los tiempos constituyentes. Lo que ha ocurrido desde entonces es conocido por todos. El “repertorio autoritario”, como lo denomina Alejandro Monsivais Carrillo, al que han echado mano los gobiernos chavistas a lo largo del tiempo se ha venido ampliando cada vez más, hasta casi llenar la lista de requisitos necesarios para ser calificado como tal. Un repertorio autoritario, según el autor, es el “conjunto de estrategias, acciones e iniciativas que transgreden, violentan o eliminan los atributos democráticos del régimen político, la gobernanza y la cultura pública”. El caso venezolano, no es un caso aislado. El mismo se inscribe dentro de la ola global de autocratización que vive el planeta al menos desde 1994. Esta ola supera de manera importante el número de episodios democratizadores que han tenido lugar hasta finales de 2017, convirtiéndose en una contraola  autocrática global tal y como es reseñada por el politólogo Héctor Briceño en reciente trabajo. Los autoritarismos de nuevo cuño exhiben gran capacidad de resiliencia,   diversificando y actualizando sus estrategias de funcionamiento, lucha y supervivencia, anota Briceño. La manipulación electoral se encuentra entre los instrumentos predilectos de los autoritarios para impedir el acceso al gobierno de factores democráticos. La elección presidencial indefinida y la  instrumentación de los tribunales de justicia por parte del ejecutivo, se cuentan también entre las estrategias más utilizadas .  

En nombre de la mayoría, Chávez fue gobernando cada vez más autoritariamente cancelando, de forma progresiva, espacios a la oposición y diezmando las instituciones públicas hasta convertirlas en sus dóciles instrumentos. La muerte de la democracia en Venezuela comenzó con Chávez pero fue materializada por Maduro, como indicara en su momento Steve Levitsky. En efecto, mientras el sistema político configurado por Chávez gozó de estabilidad y apoyo popular, el régimen mantuvo un sistema híbrido en el cual armonizaba el autoritarismo político y el ejercicio de elecciones semicompetitivas.  Pero el sistema híbrido y los procesos electorales se convirtieron en amenaza para la preservación y estabilidad del proyecto revolucionario a raíz de la muerte del presidente y de la crisis económica en apreciación de Francisco José Virtuoso.  En efecto, los comicios legislativos de 2015 mostraron claramente que el régimen ya no gozaba de la preferencia mayoritaria.   

Al igual que el resto de los autoritarismos de la contraola autocrática, el del chavismo aprendió la lección y se volvió más resistente. Su dispositivo privilegiado ha sido el poder judicial a partir del cual opera para impedir cualquier amenaza opositora. De allí las inhabilitaciones sin sustentación jurídica y la actuación estrambótica del Tribunal Supremo de Justicia  para dejar sin efecto las elecciones primarias de la candidatura opositora. Esta medida no solo demuestra manipulación electoral, en el sentido  conocido de esta práctica, sino extrema arbitrariedad al negar a la oposición el derecho de escoger su propia candidatura para participar en las elecciones presidenciales del año próximo.

Nuestra impresión es que en la medida en que un gobierno autoritario como el de Nicolás Maduro se hace consciente de que las mayorías se le han escapado de las manos, afila y amplía la caja de herramientas autoritarias como recurso indispensable para su sobrevivencia. Permanece la retórica populista con su interpelación patriótica, lenguaje excluyente y amenazante, intentando hablar en nombre de una mayoría que ya no existe.

Referencias bibliográficas

Briceño, Hector (2023) “¿Qué tan distintos son los nuevos autoritarismos?” Revista LASA Forum Vol. 54. Issue 2.

Carrillo Monsivais, Alejandro (2023) “Populismo, repertorios autoritarios y subversión de la democracia” Revista Mexicana de Sociología 85, agosto, número especial.

Peruzzotti, Enrique (2008) “Populismo y representación democrática” en Carlos de la Torre y Peruzzotti Enrique (editores) El retorno del pueblo. Flacso, Ecuador.

Urbinati, Nadia (2023) “Teoría política del populismo” Revista Mexicana de Sociología, 85, agosto, número especial.

Virtuoso, Francisco José (2018) ‘’Candidatura de Henry Falcón fortalece al gobierno” El Ucabista, 5-04

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