
Alonso Moleiro
A pesar de su manifiesta impopularidad, el gobierno de Nicolas Maduro -gracias, en buena medida, a un comprobadamente eficaz aparato de propaganda- ha logrado colocarse al frente de una inusitada campaña nacionalista revindicando la soberanía venezolana en el Esequibo.
Un contencioso que hace apenas semanas ni siquiera existía en el radar de la opinión pública es sacado de la manga luego de las movilizaciones de la oposición en octubre, y súbitamente ocupa el centro del debate nacional, por encima de la tragedia de la diáspora, de los pasivos de la pobreza, del estancamiento económico, del acuerdo electoral en torno al fin de las sanciones, del dramático rezago del salario, del masivo desfalco a las arcas nacionales ejecutado desde las alturas del poder.
Luego de años y décadas con este frente diplomático completamente abandonado, e inmediatamente después de la exitosa organización de las primarias de la oposición, Miraflores convoca al país a un referéndum consultivo planteando unas preguntas con un contenido particularmente atrevido, planteando a la diminuta República Cooperativa de Guyana, antiguo socio de PetroCaribe, un reto político y existencial de no poca monta. (El Esequibo es, aproximadamente, 70 por ciento de todo el territorio de aquel país).
Independientemente de que cuesta figurarse que una sociedad asediada de tantos problemas elementales vinculados a la subsistencia esté dispuesta a acudir en masa a este repentino llamado, es necesario anotar que Miraflores logra parte de su cometido, y recibe la respuesta positiva de, al menos, una parte de la sociedad independiente y parte de la oposición política local.
Sobre estimular la agenda nacionalista, lo sabemos, ha sido una tradicional válvula de escape de gobiernos autoritarios metidos en la tormenta del estancamiento económico y la impopularidad.
No es una temeridad afirmar que el gobierno de Maduro se está quedando sin cartuchos, sin argumentos de ninguna clase, sin tesis para justificar su presencia en el poder, sin logros que defender. A sabiendas de la circunstancia, una parte del país independiente se presta dócil a la maniobra, se supone que obligado a coincidir con el poder ante el llamado ineludible de la patria eterna.
Con esta iniciativa, por lo demás, el oficialismo hace una necesaria calistenia dentro de su aparato organizativo, inyectando vitaminas al alicaído entusiasmo de su militancia y asignando responsabilidades a sus gobernadores, alcaldes e instancias del llamado Poder Popular. El despliegue del Estado revolucionario ha sido tan ambicioso que las propias Fuerzas Armadas han salido a la calle a manifestarse.
Si la causa del Esequibo está tan comprometida para Venezuela es, en muy buena medida, gracias al uso instrumental, a la dispersión de objetivos, al desinterés manifiesto que la clase política chavista evidenciara en todos estos años respecto a ella. Sobre esta circunstancia hay incontables evidencias. Fueron unos cuantos años de olvido y falta de foco, en los cuales Hugo Chávez era el presidente y Nicolas Maduro su canciller
Regresar sobre el Esequibo es una iniciativa que, si bien puede estar justificada con independencia de lo tardía que ha sido, puede descontrolar las pasiones, desencadenar el estado general de sospecha, darle argumentos a la represión, e incluso condicionar seriamente el desenvolvimiento del 2024 (es evidente que todo este esfuerzo tiene como trasfondo la existencia de un año electoral).
El oficialismo adelanta una maniobra política en el estricto sentido del término: un despliegue emocional de consignas y propaganda sobre un despojo territorial que ha dolido, en el cual lo que vale sobre todo son las percepciones, con algunos quilates para la motivación y la moralización de sus filas, que difícilmente se traduzca en resultados y que en ningún caso va a resolver los incontables problemas que tiene este país.
Si la respuesta de la población es insuficiente, es muy probable que el aparato de desinformación del gobierno lo oculte, apoyándose en el testimonio maniatado de varios de los figurines que trabajan para su causa en el extrarradio del chavismo, y convocando sucesivos actos para mantener a una militancia motivada y aguerrida.
Si es satisfactoria, Miraflores podrá afirmar que se ha anotado un acierto, pero no para la nación, que finalmente poco podrá hacer ante un problema de difícil solución, sino para sus propios fines
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