
José G Castrillo M (*)
01.10.24
En el mundo actual, en cualquier ámbito de la acción humana, la palabra estrategia surge recurrentemente para significar una ruta o acción a seguir para alcanzar un objetivo o meta. En tal sentido, vemos discusiones sobre el plan estratégico político, empresarial, institucional y militar. En fin, para alcanzar unos objetivos, fines o metas, la estrategia forma parte de los documentos de acción que se elaboran en las organizaciones.
Esta palabra tan llamativa se ha posicionado en el mundo organizacional contemporáneo, y la organización que se aprecie de seria debe construir su plan “estratégico”.
En la consultoría empresarial y política, cuando se diseña el plan, entendiendo por tal una secuencia de acciones para alcanzar un estado de cosas, inmediatamente se precisa de una estrategia. Pero ¿qué es una estrategia y por qué la mayoría de los planes «estratégicos» que se diseñan, no logran, generalmente, sus fines y se quedan como planes normativos, con una lista de deseos no cumplidos?
Ha de señalarse que la estrategia no es una secuencia de acciones interconectadas, que se dan por aproximación sucesiva, ni en forma lineal. No es un instrumento administrativo determinado científicamente por la organización, es más una apuesta de carácter político que se precisa cuando otras organizaciones, actores e individuos pretenden enfrentar o frustrar nuestros planes, por tener intereses distintos a los nuestros.
La estrategia implica lidiar con otros actores y con circunstancias, generalmente adversas, donde interactúan un conjunto de variables, muchas de las cuales se escapan del ámbito de control de la organización que planifica. Es un juego político o de poder, donde el actor u organización se enfrenta con otros actores que también planifican y son tan racionales e inteligentes como nosotros.
El plan precisa de un conjunto de acciones políticas en un contexto complejo, lleno de incertidumbre y con una lucha constante con otros actores que quieren nuestros recursos, poseen otros que no tenemos y que deseamos, en medio de la interacción de situaciones y eventos emergentes, que alteran la posibilidad de alcanzar los objetivos o fines preestablecidos.
En el mundo altamente competitivo de hoy donde lo más constante es el cambio, las grandes organizaciones que ejercían el poder casi absolutamente, lo vienen perdiendo ante la emergencia de nuevos actores, más pequeños, pero ágiles. En este contexto, tener una estrategia es crucial para navegar en un mar turbulento en lo político, económico y social.
Esta debe asumirse como un proceso político (curso de acción que denota un mandato) que debe tener claro el fin de la organización, las metas, especialmente en el horizonte de mediano y largo plazo. Por supuesto, en un mundo turbulento y acelerado, la organización debe revisar si cuenta con los medios y recursos necesarios, que seguramente se han visto afectados, por los cambios del contexto.
Ello implica que el actor u organización debe ser flexible para adecuar los medios a los fines, reprogramando sus metas y acciones en función de la nueva realidad: se perdió un aliado, se redujo el precio de su producto estrella, se inició una guerra en nuestro principal mercado de exportación.
La flexibilidad es una condición necesaria de toda apuesta estratégica. Los actores y las organizaciones que se adaptan a los cambios del contexto, tienen más posibilidad de mantenerse en el tiempo y lograr sus objetivos.
Otro punto esencial de la estrategia es que debe abordarse como un acto político realista de acumulación de poder, frente a otros actores. Esto supone que debo sumar aliados o socios a mi programa o proyecto, que tienen los medios o recursos que son necesarios para que mi organización cumpla los fines preestablecidos. Si no logro sumar esos potenciales aliados u actores con los recursos de poder (financiero, político, tecnológicos u organizacionales), que necesito pero que no los tengo bajo mi control, difícilmente la organización logrará sus objetivos.
Debo convencer a los otros actores que tienen los recursos que yo requiero, para que se sumen a mi proyecto. La acción básica de toda estrategia es la combinación de las tácticas del garrote (amenazas), sermones (persuasión) y zanahorias (prebendas/recompensas). Estas tácticas combinadas deben dar resultados. Si no dan resultados, el plan será derrotado.
En definitiva, la estrategia es un juego de poder más político que técnico o administrativo, donde se debe sumar aliados, luchar por neutralizar aquellos actores que se oponen a mis planes u objetivos, contar con capacidad de lidiar con los cambios del contexto (flexibilidad estratégica) y usar en forma dinámica las tres acciones básicas de la estrategia (garrotes, sermones y zanahorias).
(*) Politólogo / Magister en Planificación del Desarrollo Global.
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