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El cambio climático también calienta a Venezuela

Tomada de Runrun.es

La canción dice que «los marcianos llegaron ya». Pero lo que llegó a Venezuela es el efecto del cambio climático, y con este fenómeno, las oportunidades para intentar afrontarlo. «Venezuela tiene la posibilidad de acceder a financiamiento climático», destaca Álvaro Zambrano Carrera, ingeniero forestal, consultor ambiental y docente universitario

Vanessa Davies 12.12.25

Blanqueamiento de corales. Reducción de la pesca de sardinas. Islas de calor. Más días calurosos. Para hablar de cambio climático en Venezuela hay que hacerlo en tiempo presente. Ver el vaso medio vacío lleva a constatar los problemas. Observarlo medio lleno permite certificar las oportunidades.

«Venezuela tiene más que una responsabilidad: tiene una oportunidad histórica. Venezuela posee activos ambientales y territoriales que la posicionan como un actor clave en la lucha contra el cambio climático. Más del 50 % del territorio nacional está cubierto por bosques, muchos de ellos en regiones de altísimo valor ecológico como la Amazonía y la Guayana. Esta cobertura forestal no solo representa un enorme sumidero de carbono, sino también una reserva de biodiversidad que presta servicios ecosistémicos esenciales para el planeta», explica Álvaro Zambrano Carrera, ingeniero forestal, consultor ambiental y docente universitario.

«Además, somos un país megadiverso, con saberes ancestrales vivos y comunidades indígenas que han gestionado el territorio de forma sostenible durante siglos. Esa riqueza cultural y biológica es una ventaja comparativa que pocos países tienen, y que puede convertirse en un eje de desarrollo si se articula con políticas de conservación, educación ambiental y economía verde», destaca Zambrano Carrera en entrevista para Polítika UCAB.

Se han hecho algunos diagnósticos, pero se necesitan datos para seguir los estudios. La Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, en su Primer Reporte Académico de Cambio Climático Venezuela en 2018, avizoró escenarios complicados. Por ejemplo, «las ciudades del país son afectadas por extremos climáticos de modo directo. Es posible esperar afectaciones como fallas en los sistemas de provisión de agua potable y de eliminación de excretas o en el abastecimiento energético».

En un artículo difundido este año, Julio César Centeno, profesor universitario y director ejecutivo del Instituto Forestal Latinoamericano, advertía que Venezuela estaría sometida «a máximos de temperatura y sequía del 21 de marzo al primero de mayo 2025», lo que debía ser tomado como un llamado de atención. «Este año serán solo 40 días con calor y sequía extrema. Dentro de 30 años pueden ser 300, con máximos significativamente mayores a los experimentados en la actualidad».

Centeno recordaba que solamente con el aumento en la temperatura superficial promedio global registrado hasta la fecha, de 1,5°C, «Venezuela ya perdió todos sus glaciares. Ya no hay ‘nieves eternas’ en las crestas de las montañas de Mérida. Las legendarias Cinco Águilas Blancas han huido de vuelta al firmamento. Deberíamos reconocer este cambio histórico como lo que es: una tragedia nacional».

La desaparición de los glaciares es, a su juicio, «la señal más emblemática que debería disparar las alarmas por la avalancha de efectos adicionales que se avecina sobre el país, a corto plazo y por el mismo motivo, sobre una población inadvertida: sequías, inundaciones, aumento en el nivel del mar, incendios forestales, olas de calor, huracanes, pérdida de fuentes de agua y de fertilidad de los suelos, falta de alimentos, migraciones».

Las acciones contaminantes

-¿Cuáles son las acciones más «contaminantes» que se desarrollan en Venezuela y que inciden en el cambio climático?

Si hablamos de cambio climático en Venezuela, no podemos ignorar que nuestras principales fuentes de emisiones están profundamente ligadas a la forma en que producimos y usamos la energía. La acción más contaminante y también la más estructural es la quema de combustibles fósiles. Venezuela sigue siendo un país intensamente petrolero, y eso se refleja en su matriz energética, en su parque automotor y en su sistema de generación eléctrica. Cada vez que se quema diésel para mover una planta termoeléctrica, o gasolina para transportar mercancías, se emiten toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera.

El experto suma una más, que a su juicio es también dañina: la quema de gas natural. «En muchas zonas petroleras, especialmente en la Faja del Orinoco, se sigue quemando gas natural asociado a la extracción de crudo. Esa práctica, que debería haberse eliminado hace décadas, no solo libera CO2, sino también metano, un gas con un poder de calentamiento mucho mayor. Es una forma de contaminación evitable, pero que persiste por falta de inversión y regulación».

La deforestación es un factor que pesa en el mapa y en el terreno. «Aunque no tiene el mismo peso cuantitativo que el sector energético, tiene un impacto cualitativo enorme. Cuando se tala un bosque en Amazonas o en el sur del estado Bolívar, o los bosques húmedos tropicales de los Andes, no solo se pierde biodiversidad: se libera carbono almacenado durante siglos y se debilita la capacidad del país para absorber sus propias emisiones».

Menciona, por otra parte, «las fugas de metano en la infraestructura petrolera, el uso ineficiente de la energía en edificios y transporte, y la falta de políticas de eficiencia energética». Todo esto «configura un patrón de emisiones que no solo no contribuye al cambio climático global, sino que también afecta la salud, la calidad del aire y la seguridad energética del país».

Como lo sentencia, las acciones más contaminantes en Venezuela «no son invisibles: están en la forma en que producimos energía, en cómo tratamos nuestros recursos naturales y en las decisiones que tomamos o dejamos de tomar cada día. Cambiar ese patrón no es solo una necesidad ambiental: es una oportunidad para modernizar el país, proteger la vida y construir un futuro más justo y sostenible».

Financiamiento y cambio energético

Los mecanismos de financiamiento internacional pueden ser un soporte para las políticas venezolanas. «Venezuela tiene la posibilidad de acceder a financiamiento climático a través de mecanismos como REDD+, el Fondo Verde para el Clima o el FMAM. Pero para lograrlo, necesitamos fortalecer nuestros sistemas de monitoreo, transparentar la información y construir confianza con la comunidad internacional. Eso implica invertir en ciencia, actualizar nuestros inventarios de carbono y vincular la agenda ambiental con la planificación económica», subraya Zambrano Carrera.

La transición energética es un terreno que el país petrolero que es Venezuela puede explorar. El experto en energía Juan Carlos Rodríguez plantea que la matriz energética de Venezuela son 36 mil megavatios construidos (19 mil termoeléctricos y 17 mil hidroeléctricos), pero al menos 20 mil no estarían disponibles. El consumo de la población, siempre con base en estimaciones, podría ser de 13.500 megavatios.

«Aunque seguimos siendo un país petrolero, contamos con recursos para diversificar nuestra matriz: energía solar en el occidente, eólica en la costa y los Andes, y una infraestructura hidroeléctrica que, bien gestionada, puede ser parte de la solución», propone el ingeniero forestal. «En resumen, Venezuela tiene lo que el mundo necesita: bosques, agua, biodiversidad, territorio y conocimiento. Lo que falta es voluntad política, articulación institucional y una visión de país que entienda que la lucha contra el cambio climático no es un obstáculo, sino una vía para reconstruir nuestra economía, generar empleo digno y recuperar nuestra soberanía energética y ambiental».

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