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La degradación del poder estatal ¿la vuelta a un orden medieval?

Tomada de Recreación de la Historia

José G Castrillo M (*).

El mundo experimenta un profundo cambio en la configuración del poder actual-en el orden internacional- donde los grandes actores o Estados, imponían al resto sus criterios e intereses, en un juego de poder fundamentado en un equilibrio dinámico de relaciones de cooperación y conflicto.

Estos actores (los Estados) dominaban las relaciones internacionales con su presencia monopólica, en todos los foros multilaterales y regionales. A lo interno de sus fronteras, afianzaron el monopolio de la violencia legítima y crearon todo un marco institucional y organizacional, que garantizaba su presencia territorial, con sus distintos servicios (poder infraestructural), para atender las necesidades de la sociedad.

El Estado a través de su estructura fáctica de gestión política (el gobierno), concentró el poder en el orden social contemporáneo, sin que otro actor no estatal, sea económico, social o religioso, pudiera competir contra él. El poder político, económico y social se centró en el Estado, siendo, en consecuencia, el Estado mediador de las relaciones de poder en la sociedad.

Hoy, somos testigos de un cambio del poder, cuyo centro estaba en la figura del Estado. La globalización económica, la revolución de las comunicaciones y de las tecnologías de la información, y la emergencia de actores de poder no estatales como grandes corporaciones económicas, empresas energéticas y tecnológicas, ONG, organizaciones criminales, actores paraestatales con recursos económicos y militares, vienen socavando el poder estatal, tal cual lo conocimos.

 Los gobiernos se debilitan, las sociedades se fragmentan y las amenazas se generalizan, en todo el mundo. El monopolio del poder del Estado se hace frágil, ante la emergencia de diversos actores que compiten contra él, sea en términos políticos, económicos y militares, como grupos criminales, terroristas, paramilitares y mercenarios. Estos actores o micropoderes, operan para degradar el poder de la entidad jurídica política que lo concentraba, que asignaba y distribuía recursos o prebendas materiales o simbólicas, con el reconocimiento y el apoyo -legitimidad- de los ciudadanos: el Estado que provee servicios, orden y certeza.

En tal sentido, algunos centros de análisis y pensamiento estratégico sostienen que se está configurando un nuevo orden global que se parece más al viejo orden medieval, en el cual el poder político estaba disperso o fragmentado, entre muchos actores, que competían entre sí por el monopolio.

El Estado-nación como la entidad política dominante pareciera que está en declive, lo que ha provocado crisis políticas en varios países. Una de las expresiones de este declive se puede apreciar cuando el crimen organizado compite contra un Estado sin capacidad de contención, y logra el control territorial y el monopolio de la violencia. El caso de Haití, es una muestra fehaciente de esa realidad.

El crecimiento económico se viene desacelerando y la riqueza se concentra aún más en elites, lo que ha provocado el regreso de la desigualdad y el malestar social, factores que propician la emergencia de actores de la antipolítica, que ofrecen destruir la institucionalidad estatal, por ser la causante del deterioro económico, atacando las políticas de redistribución social del ingreso, desarrolladas e implementadas por el Estado de bienestar social, que emergió de la postguerra, en 1945.

Hoy vemos más conflictos de carácter militar, con y entre actores estatales y no estatales (guerrilleros, mercenarios, señores de la guerra, carteles criminales), que luchan contra los gobiernos constituidos para arrebatarles el control territorial, y así explotar y expoliar recursos estratégicos  -petróleo, oro, diamantes- para obtener rentas, que les permitan consolidar su poder militar y económico. Así pueden intimidar y cooptar a agentes del Estado, integrarlos como parte de sus actividades ilícitas o neutralizarlos.

Los gobiernos que fueron poderosos y concentraron recursos y medios de control social, hoy luchan por gobernar, encontrando considerable resistencia de diversos actores que manejan recursos para enfrentarse a ellos, haciendo la gobernabilidad más difícil y la gobernanza más compleja.

 La política se ha vuelto tribal y extremista, los políticos polarizan y dividen aún más a la sociedad para sacar rédito político, afectando la noción de nación y de comunidad, en el marco de la diversidad y pluralidad natural de las sociedades actuales.

¿Se fragmentará o dispersará el poder estatal, dando paso a un mundo parecido al orden medieval? ¿Qué efectos tendrá esta situación en el orden sociopolítico basado en el Estado-nación y en la idea de bien común y el espíritu nacional? ¿Los políticos tienen noción sobre esa nueva complejidad y se están preparando para afrontarla? 

El poder es un medio o herramienta para construir un orden social en función de la idea de bien común. Si se fragmenta, la idea de polis, de comunidad, estará en peligro y la vida colectiva tal cual la conocíamos entrará en otros derroteros.

(*) Politólogo / Magíster en Planificación del Desarrollo Global.

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