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«El diálogo es indispensable en cualquier escenario político»

 

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«La equidad tiene varias facetas pero resaltan dos: el papel y acceso a los medios y el financiamiento».

Salvador Romero asumió la dirección del IIDH/CAPEL el pasado 22 de septiembre de 2014. No obstante, aunque recién llega a este cargo, su dilatada carrera electoral lo convierte en una de las voces más autorizadas para hablar de elecciones en el continente.

Romero, doctor en sociología política en el Instituto de Estudios Políticos de París, se desempeñó como vicepresidente y presidente de la Corte Nacional Electoral de Bolivia (entre 2004 y 2008) antes de llegar a dirigir la secretaría ejecutiva de las asociaciones de organismos electorales de América, agrupados en la Unión Interamericana de Organismos Electorales (Uniore). Desde su perspectiva «las reglas que ayudan a tener autoridades y procedimientos electorales idóneos son necesarios pero insuficientes si no existe voluntad política de aplicarlas de manera efectiva las normas».

Durante su intervención en el seminario internacional de Integridad Electoral, organizado por el Centro de Estudios Políticos de la UCAB, Romero recordó que «habitualmente, las reglas, las reformas o las designaciones electorales exigen una mayoría calificada (2/3 partes) porque se parte del principio que no pueden acomodarse a mayorías circunstanciales de turno».

De hablar pausado y sosegado, insiste reiteradamente en que la «obtención de la mayoría para una reforma no es un asunto aritmético, sino es un principio político», al tiempo que explica que las reglas y nombramientos de autoridades «con amplio consenso político brindan certezas a los actores, horizontes temporales de más largo alcance, incentivos para un mayor respeto de la norma».

Acto seguido advierte: «Su ausencia coloca siempre en situación precaria a los procesos electorales» y recuerda que el «secreto del voto y de las preferencias políticas es clave para preservar la libertad del electorado ante la presión, la coacción, la intimidación o el clientelismo».

¿Que impresión le dejan los esfuerzos de la sociedad civil y de las universidades venezolanas en torno al tema electoral?

-Lo que uno siente en Venezuela es que hay una preocupación importante de actores políticos y organizaciones de la sociedad civil por plantear reformas electorales que fortalezcan el sistema y por otra partes una preocupación y un interés más inmediato en el nombramiento de las nuevas autoridades del CNE (…) El espíritu con el que hemos acompañado los invitados internacionales a este evento de la UCAB ha sido recalcar la importancia que los cambios a la legislación electoral y la designación de las autoridades electorales se pueda dar con el consenso mas amplio posible (…) los dos tercios que prevé la Constitución venezolana para el nombramiento de las autoridades no es solo un principio aritmético, sino político que plantea la necesidad y la importancia de que estas designaciones ponga de acuerdo al oficialismo y a la oposición alrededor de nombres y personalidades que no tengan vinculación con los partidos políticos que es el espíritu de la Constitución. Se percibe de manera muy nítida, un deseo, una expectativa de que los nombramientos en la AN puedan reflejar ese principio político.

-Existen dos grandes modelos en el mundo para designar a los organismo electorales: Otorgar la dirección a los representantes de los principales partidos o construir organismo integrados por ciudadanos sin vinculación partidista. ¿Cuál funciona mejor?

-América Latina tiene estos dos grandes modelos de composición de sus organismos electorales (…) Los dos modelos pueden tener resultados muy satisfactorios como lo demuestra la experiencia latinoamericana. Hay organismos electorales controlados por partidos políticos que han demostrado que pueden manejar una elección de manera profesional e imparcial e incluso que puedan manejar resultados tan estrechos como la elección salvadoreña de este año que se resolvió por una diferencia de apenas 0,2% (…) Sin embargo, algunas investigaciones entre ellas la coordinada entre Jennifer McCoy y Jonathan Hartley, indica de manera estadística que el grado de confiabilidad aumenta aún más cuando el organismo electoral tenía una composición apartidista.

-¿Es sencillo designar organismo electorales sin lealtades partidistas?

-El gran desafío con el modelo apartidista es que las designaciones que se efectúen respeten no solamente la letra de lo establecido en la Constitución y las leyes sobre el perfil de quienes deben integrar el organismo electoral, sino además que las designaciones respeten el espíritu de esta composición apartididista. Este es el gran reto que tienen los países que han optado por este sistema. Cuando el modelo electoral apartidista encubre una realidad partidista es muy probable que los niveles de desconfianza de la ciudadanía puedan ser significativos.

-En su experiencia: ¿Cuáles son los indicadores que sugieren que una elección no es competitiva?

-Hay distintos niveles de riesgo a los que hay estar atentos. Hoy en día hay un énfasis muy importante en la equidad en las condiciones de la campaña y esto está vinculado al menos a tres aspectos: El primero es generar una equidad, un piso mínimo de equidad para los competidores políticos en materia de recursos económicos. Tratar que la disputa electoral no tenga desequilibrios excesivos. El segundo reto es intentar garantizar una presencia equitativa de los partidos en los medios de comunicación, y que los recursos que se destinen a los medios de comunicación no sean tan altos y significativos como hasta el momento. Uno de los países que ha ido más lejos en al regulación de este tema ha sido México, que dispuso en su ley de forma tajante la prohibición de que los partidos políticos o cualquier actor privado pueda contratar propaganda política, que la única propaganda partidaria se realice a través de espacios definidos por el organismo electoral (…) El tercer aspecto, es asumir el desafío de la innovación institucional que significa la reelección presidencial. En América Latina se ha pasado de la prohibición de la reelección a finales de la década de los 70, a un esquema en el que la mayoría de los países contemplan distintas modalidades de reelección. La reelección inmediata planeta desafíos especiales a la equidad de la elección y los países de América latina están buscando vías para poder enmarcar entre ciertos parámetros básicos la reelección presidencial.

-¿Podría resumir las mejores prácticas internacionales para reducir el impacto de la ventaja oficialista en una reelección?

-Existen varias medidas que se han ido adoptando en América latina, desde encuadres muy estrictos sobre la posibilidad de difundir propaganda institucional gubernamental en los meses previos, hasta restricciones en la presencia del Presidente en la inauguración de obras públicas durante el procesos electoral, definición estricta de cuando comienza la campaña electoral, cuáles son los derechos y obligaciones que conlleva el inicio de la campaña electoral.

-¿En países polarizados es suficiente votar para dirimir las disputas de poder?

-Los procesos de diálogo son indispensables en cualquier escenario político, no únicamente en los países que pueden estar enfrentados o sometidos a procesos de polarización donde pueden aparecer de manera evidente como indispensables, pero también en donde la polarización es de baja intensidad y las diferencias entre oficialismo y gobierno no son muy acentuadas, los procesos de diálogo son indispensables para encarar reformas políticas o electorales de largo alcance, reformas que al ser acordadas por los principales actores políticos de un país generan horizontes de certeza jurídica, una sabe que si una reforma fue aprobada con un amplio consenso es probable que se mantenga en el tiempo, porque genera incentivos para el cumplimiento de la norma, si todos los actores participaron en la reforma o en la redacción de una ley electoral, por su puesto tienen una actitud que será de intento de cumplimiento de la norma en vez de una resistencia pasiva a la norma y a sus disposiciones.

Implica también la posibilidad que se cumpla no solo con la letra de la ley, sino con el espíritu de la norma. Este conjunto de elementos hacen fundamental el diálogo, pero no solo en las sociedades polarizadas sino en cualquier sociedad democrática porque la democracia tiene dos caras de una misma moneda, la democracia es disenso, divergencia, rivalidad de opiniones; pero por otro lado es también consenso alrededor de los valores de la convivencia colectiva y común.

Extraído de: El Universal

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